Sin-vergüenza
Me encantaría que ese político dijera que jamás se prestaría para hacer ese chantaje. Y que por el contrario, hará todos los esfuerzos que estén a su alcance para que se regule el abuso que se comete con la clase trabajadora. Que hará lo posible para aumentar los impuestos a la riqueza, a la herencia, para que estén al menos, cerca, de lo que se debe contribuir en países desarrollados.
Lucía López es Feminista, Periodista.Conductora de radio y televisión.
En el programa Estado Nacional del domingo recién pasado, volví a escuchar a un representante de la elite económica chilena –y digo representante porque pertenece a ella-, Felipe Kast, decir que si el 5% extra que el gobierno propuso sumar a las cotizaciones se carga al empleador, terminará pagándolo el trabajador. Y me llama la atención que esa frase que he oído a otros como el ex Ministro de Hacienda, Felipe Larraín, se diga con toda soltura de cuerpo, sin ninguna vergüenza.
¿Por qué hablo de vergüenza? Es sabido que en Chile los empresarios cuentan con una cantidad de privilegios que no se consigue fácilmente en ningún país desarrollado de occidente. Y que el 1% más rico aquí gana más en proporción al ingreso país que el 1% más rico en cualquier nación del mundo desarrollada, incluyendo Estados Unidos, Francia, Reino Unido. Por lo que ese chantaje, sólo confirma la mezquindad con la que actúan y han actuado siempre, nuestros grandes empresarios.
Los impuestos a la riqueza en Chile han permitido que la clase empresarial sin ninguna ética, no devuelva de manera justa y equitativa al país al que pertenece y los vio crecer. Y si hablamos de nuestras pensiones, como lo dije en una columna anterior, los dos grandes problemas son los malos sueldos y la nula contribución del empleador a la jubilación de sus trabajadores. Ambas cosas no suceden en las naciones a las que tanto nos gusta aspirar y a la elite, visitar. Para que quede claro, Chile es el país con el menor aporte de los empleadores a las cotizaciones. Algo más del 1,2% y sólo al seguro de invalidez y sobrevivencia.
Si observamos la realidad OCDE, la comparación es vergonzosa. Mientras el promedio de los trabajadores aporta con un 10%; las empresas en países como Alemania, Francia, Suecia o Reino Unido aportan cantidad similar. En otros países, más, y en pocos, aportan menos, como en EEUU o Canadá donde igual la entrega patronal supera el 5%. Acá, en Chile, los empleadores no aportan nada para la jubilación. Nada. Y así todo, se dan el lujo de ir amenazando con total naturalidad con que se verán obligados a eliminar empleos o reducir sueldos. Una naturalidad para chantajear sin sonrojarse ante cualquier anuncio de política laboral que se esboce y que sólo es posible de entender dados los privilegios a los que están acostumbrados.
¿Sabe que las empresas en Chile aumentaron sus utilidades en un 54% durante el primer trimestre según el IPSA, pese a lo supuestamente “desbocado” y “sin rumbo” que está la nación? ¿Qué el grupo Matte aumentó utilidades semestrales en un 225% o la familia Paulmann ganó 151% más que el 2015?
¿Sabe que en nuestro país, más del 70%, de los trabajadores gana menos de 500 mil pesos líquidos o que sólo el 15% gana más de $800 mil? ¿Que la brecha en Chile entre el que menos y más gana en una organización es grosera y éticamente cuestionable en cualquier nación desarrollada del mundo (Ten Time Rules)? ¿Que los gerentes de las grandes empresas de nuestro país ganan 178 veces el sueldo mínimo? ¿Que en los países OECD, la distancia promedio entre el salario mínimo y máximo es de 32 veces pero en Chile, supera las 90? ¿O que cuando los países OECD tienen el mismo nivel de PIB per cápita que hoy tiene Chile, su salario mínimo por hora – en promedio – duplica el salario mínimo chileno? (*)
La segregación en nuestro país es cada vez más feroz y la resistencia a las políticas públicas que intenten aminorarla, un atentado a la moral. Entonces quisiera pedirle al próximo político que se encuentre con un gran empresario que le diga que van a eliminar empleos o reducir los sueldos ante una propuesta que signifique mejorar, un poco, la calidad de vida de la mayoría de los chilenos, que no se de media vuelta para transmitirnos el mensaje con total liviandad. Sino que lo pare en seco y le pregunte: ¿No te da vergüenza hacer esa amenaza a un país donde el ingreso mediano mensual de los ocupados es de 340 mil pesos? (**) Me encantaría que ese político dijera que jamás se prestaría para hacer ese chantaje. Que por el contrario, hará todos los esfuerzos que estén a su alcance para que se regule el abuso que se comete con la clase trabajadora. Y que hará lo posible para aumentar los impuestos a la riqueza, a la herencia, para que estén al menos, cerca, de lo que se debe contribuir en países desarrollados.
Quiero que ese político le pregunte a la elite económica ¿Qué pequeño porcentaje de sus utilidades están dispuestos a devolverle a la comunidad a la que pertenecen para avanzar hacia el país que anhelamos? ¿Qué están dispuestos a hacer por su país?