Juicio público Israel – Garay: ¿Y cuándo cuestionaremos al poder real?
"¿Por qué no mirar más hacia arriba? Porque resulta más peligroso. Porque es más conveniente calentar la pantalla con historias que no son de importancia nacional, sino que más bien son una rasca versión de lo que hacen quienes realmente tienen todos los medios de producción a su haber sin que nadie les haga una crítica lo suficientemente consistente".
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Siguen apareciendo informaciones sobre Rafael Garay en la televisión. Mucha gente continúa preocupada de lo que hizo o no hizo, como también por las mentiras que dijo ante las cámaras y la manera en que las expresó ante conductores de programas de televisión que lo observaban con los ojos llorosos. Todos se sienten engañados y timados por un rostro al que quisieron creerle porque era más fácil hacerlo en estos días en que nadie cree en nadie.
Era uno de los nuestros, dicen muchos. No era poderoso ni tampoco un político que llevara muchos años en el ejercicio público, por lo mismo resultaba menos costoso tragarse sus mentiras y luego apuntarlo con el dedo acerca de todos los males de la sociedad. Ya que no era alguien a quien uno pudiera mirar hacia arriba, sino con quien podíamos hablar de tú a tú mientras él nos contaba cómo poder defenderse de los de arriba siguiendo sus propios juegos y así “salvarse” de los efectos de este sistema.
Algo parecido sucede con Mauricio Israel. Su manera de mentirle a sus amigos y a quienes seguían sus comentarios futbolísticos, evidenciando a leguas su ignorancia sobre el deporte, fue un golpe bajo para quienes lo consideraban alguien cercano hasta que descubrieron quién era realmente. Era uno de ellos el que le faltó a la verdad a quienes consideran que todo lo que sale en la televisión es real y más concreto que lo que se encuentra en los pasillos del poder invisible, ese que regula muchas veces nuestra concepción de la realidad sin que nos demos por enterados.
Por esto es que los medios aprovecharon esta situación y le sacaron provecho a esta desilusión ciudadana. Ellos sabían que era más fácil poner en estos personajes el motivo de todos nuestros males. Garay y Israel eran personas con las que se podría explicar más fácilmente un tema que es mucho más complicado y que pasa por decisiones políticas culturales y económicas que fueron construidas con años por la implementación de una hegemonía de la que ellos solamente fueron consumidores.
¿Por qué no mirar más hacia arriba? Porque resulta más peligroso. Porque es más conveniente calentar la pantalla con historias que no son de importancia nacional, sino que más bien son una rasca versión de lo que hacen quienes realmente tienen todos los medios de producción a su haber sin que nadie les haga una crítica lo suficientemente consistente.
Preferimos quedarnos pendientes de los pinganillas, los empleaditos de este modelo sociocultural, antes poner atención en quienes lo siguen construyendo día a día desde sus oficinas. Es menos riesgoso y nos hace quedar como buenas personas ante el resto. Porque ni Garay ni Israel son quienes les pagan a los editorialistas de este país, ni menos son quienes deciden cuáles son los temas realmente importantes a tratar en la agenda nacional. Son sólo los mentirosos y ladronzuelos de poca monta que vieron en esta concepción de sociedad una manera de no ser ellos, de esconderse tras las mentiras y las estafitas porque así les enseñaron que esa era la única manera de sobrevivir.
Pero sobre todo porque aprendieron que vivimos en un país de ciegos y esa ceguera es el gran alimento para quienes son su modelo a seguir, esos que realmente andan por la vida haciendo negocios sin asumir responsabilidades y hasta son consultados por los diarios sobre actualidad nacional por el sólo hecho de ser dueños de casi todo lo que consumimos.