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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El exabrupto de Fernández

"Al favorecer a Lagos por sobre Guillier, inconscientemente instala la idea de que el expresidente es el candidato del gobierno. Pero esto no es ni debe ser así".

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Kenneth Bunker es Académico de la Universidad Central

El ministro del Interior Mario Fernández momentáneamente dejó de lado su trabajo como segundo en mando del gobierno para asumir un rol de analista electoral y activista político. Sostuvo que la próxima elección presidencial estaría entre Ricardo Lagos y Sebastián Piñera y que todo lo demás era fantasía, refiriéndose a Alejandro Guillier. El presidente del Partido Radical, Ernesto Velasco, rápidamente pidió la cabeza del ministro. Este nuevo choque en el oficialismo abre una nueva era de disputas intra-coalicionales.

Naturalmente, todos los ministros tienen un ojo puesto en las elecciones que vienen y, probablemente, ya tienen sus fichas en algún candidato. Pero hay razones por las cuales se les pide permanecer públicamente ajenos a este tipo de coyuntura. La primera es porque la gente podría asociar sus opiniones con la posición oficial del gobierno, lo que no siempre es el caso. La segunda es porque pueden involuntariamente cambiar el curso natural de la elección, especialmente cuando ocupan cargos políticos relevantes.

El exabrupto del ministro Fernández tropieza con ambos criterios. Por un lado, al favorecer a Lagos por sobre Guillier, inconscientemente instala la idea de que el expresidente es el candidato del gobierno. Pero esto no es ni debe ser así. El gobierno no tiene ni debe tener un candidato. El gobierno de todos los chilenos debe permanecer trabajando por todos los chilenos en el frente de políticas públicas y neutral frente a la carrera presidencial.

Por otro lado, al favorecer a Lagos por sobre Guillier, intencionalmente deja entrever que la posición de muchos políticos de carrera favorece al expresidente. En un momento en que la opción de Guillier se encuentra bajo el escrutinio público, esto es extremadamente relevante. El ministro no solo manifiesta su opinión, usa además su preferencia personal en público como instrumento de campaña. Muy por el contrario, debiese estar enfocado en su oficio y usando sus horas de oficina para hacer su trabajo.

Para la elite que aún no se decide entre los candidatos, la voz del ministro puede ser pivote para tomar una decisión. Sobre todo entre aquellos que buscan frenar el progresismo del gobierno. Asimismo, para votantes desinformados pero disciplinados, la opinión del ministro puede ser elemental para tomar un lado. Especialmente para aquellos que no siguen todos los detalles de la carrera presidencial pero que normalmente votan por un color político predeterminado.

Las palabras del ministro también inauguran una nueva era de disputas dentro de la Nueva Mayoría. Hasta ahora, la disputa ha sido principalmente entre progresistas-bacheletistas y gradualistas-laguistas, y ha estado circunscrita al escenario de las políticas públicas. Desde ahora, esta se amplía al escenario electoral. Las palabras de Fernández sirven para reforzar la noción de que la coalición está dividida y que él está al lado de los que cree que el gobierno ha sido excesivamente ambicioso.

Guillier puede haber sido el blanco de Fernández. Pero como candidato camaleón, fácilmente adaptable a la coyuntura por su falta de compromiso ideológico, puede ingeniosamente dar vuelta el escenario a su favor. El senador puede criticar la intromisión del ministro para anotarse un par de puntos. Basta asociar la actitud de Fernández con prácticas políticas de otrora para ganar unos cuantos adeptos entre los votantes desafectados.

La principal perjudicada es Bachelet. Vuelve a exponerse públicamente a una situación donde el segundo en la línea de sucesión aparece operando con una agenda personal. Si bien su gobierno ya pasó a un segundo plano con la explosión de la carrera presidencial, esta nueva era de disputas intra-coaliciones promete profundizar la crisis. La extensión de la disputa entre gradualistas y progresistas se puede transformar en algo incluso más frontal y público de lo que ha sido hasta ahora.

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