La arrasadora magia de Richard Ashcroft en su debut en Chile
El de anoche fue uno de los mejores conciertos del 2016, por la química y nostalgia que se generó, el setlist con el que fuimos regaloneados y por sobre todo, la calidad del sonido y de la voz de Richard Ashcroft.
Bárbara Alcántara es Periodista especializada en música. Instagram: chicarollinga
Ya está, podemos morir tranquilos. Después del espléndido concierto de Richard Ashcroft que presenciamos anoche, todo hace sentido. Los constantes elogios de Noel Gallagher, las actitudes soberbias que caracterizaron al ex líder de The Verve y el éxito que ha tenido su nueva gira “These people” que lo ha llevado viajar por el mundo—viene de Japón— y llenar cada teatro en que se ha presentado. Porque su talento es realmente sorprendente y el sonido de su espectáculo es tan potente que llega a ser mejor que en sus discos.
Fueron diecisiete canciones cuyo orden cumplieron un hilo dramático perfecto. Dos horas de magia y mística que empezaron a las 9:07 de la noche con “Out of my body”, single de su nuevo disco “These people” lanzado en mayo de este año. Posteriormente entramos en tierra firme con “Space and time” de The Verve y con “Break the night with color” el carismático inglés nos tenía a sus pies. Literalmente, porque fue en esa canción cuando en una especie de ritual quedó descalzo y se apropió del escenario que lo tuvo de rodillas en variadas ocasiones.
Y de rodillas también nos tenía a nosotros cuando llegó el momento de “Sonnet” cuya interpretación fue estremecedora frente a 4.500 personas que bordeaban los cuarenta años. Después llegaron joyas como “Science of silence” de su disco Human Conditions pasando por la sicodélica “New York” para finalizar la primera parte del show con “Lucky man”.
Luego de un breve receso, el intrépido artista volvió con su guitarra acústica: ¿qué quieren escuchar? preguntó; y dio inicio a un setlist acústico compuesto por la dramática “A song for the lovers”, la coreada “C’mon people (we’re making it now)”, “Check the meaning” y una conmovedora “The drugs don’t work” cuyo emocionante final fue a banda completa.
El clímax llegó con “la mejor canción de todos los tiempos”, como la presentó y dio inicio a una vibrante “Bitter sweet symphony” que puso de cabeza al público del Caupolicán, quienes respondimos con una gran ovación. “Si hubiera sabido habría venido antes” dijo. Seguramente porque nunca imaginó el fervor que provocó su música por estos lados, especialmente en 1997, cuando The Verve editó el célebre “Urban Hyms”.
La puesta en escena se caracterizó por ser sobria, una sólida banda compuesta por batería, donde colgaba una bandera chilena que decía “Music is power”, dos guitarras y un bajo, además de una pantalla gigante en el fondo que se mantuvo estática con las iniciales R.A. Él, delgado como siempre, usó unos jeans cafés, una camiseta azul muy sencilla y una chaqueta roja que se ponía y sacaba a ratos; se mantuvo descalzo casi la totalidad del concierto y usó el escenario a su antojo, se subió a una caja ubicada detrás de la batería, bajó a saludar al público y les cedió el micrófono; muy relajado, como si hubiera nacido sobre aquellas tablas.
Sí, es verdad; se demoró casi veinte años en venir, pero definitivamente valió la pena la espera y sorprendió con creces. El de anoche fue uno de los mejores conciertos del 2016, por la química y nostalgia que se generó, el setlist con el que fuimos regaloneados y por sobre todo, la calidad del sonido y de su voz. Sin duda alguna, Richard Ashcroft es uno de los mejores vocalistas que han pasado por nuestro país y vaya que canta ese hombre. ¡Aplausos!
Crédito de fotos: Erick Bustamante (thecircusphoto.cl)