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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Los Acomodados

Esa actitud comprometida, consciente y responsable con la comunidad es pocas veces vista entre los “rostros” de televisión o periodistas que en nuestro país, aún se escudan en la añeja idea del “artista es para todos” o bajo una supuesta objetividad que lo único que hace es ocultar los verdaderos intereses que hay tras las pautas en medios o miradas personales.

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Lucía López es Feminista, Periodista.Conductora de radio y televisión.

El pasado 30 de octubre se estrenó el documental Antes que sea tarde (Before the flood), producido por Martin Scorsese, dirigido por otro ganador de la Academia, Fisher Stevens, y conducido por Leonardo Dicaprio, un activista medioambiental y quien aquí, da cuenta de las complejidades asociadas al cambio climático, y la urgente necesidad de activar nuevas políticas públicas y adoptar conductas individuales que ayuden a revertir el proceso de calentamiento de la atmósfera.

El trabajo está muy bien realizado y es elocuente en la entrega de información. Pero no lo menciono por la alerta sobre un problema mucho más real que un invento chino (como ha dicho el candidato a la presidencia norteamericana, Donald Trump). Lo traigo a colación porque quiero destacar lo que me genera profunda admiración y es de escasa presencia en la escena local.

En este documental, el actor es claro en mencionar, con nombre y apellido, a congresistas norteamericanos con campañas financiadas por la industria de combustibles fósiles como Exxon Mobil y Shell. No porque estén cometiendo un delito, sino por la importancia de transparentar a la comunidad, los intereses tras esas figuras políticas y, entonces, las razones que podría haber tras la negativa a apoyar una legislación que regule mejor la industria.
Lo mismo hace con empresas como Pepsico que estarían tras el millonario negocio que induce a la destrucción de la selva tropical para la plantación de palmas cuyo aceite es utilizado para la producción de las marcas Doritos y Quaker, entre otras.

Es una figura pública que no tiene dudas en comprometerse con una causa de interés mundial y supera los miedos de enfrentarse a poderes tan grandes como su propia fama. No es el único. En otro ámbito, muchas figuras del espectáculo y el periodismo norteamericano han sido claros en manifestar sus preferencias para las elecciones presidenciales. Incluso, hemos podido ver a figuras como la estrella juvenil, Demi Lovato, hablando en la Convención Demócrata.

Esa actitud comprometida, consciente y responsable con la comunidad es pocas veces vista entre los “rostros” de televisión o periodistas que en nuestro país, aún se escudan en la añeja idea del “artista es para todos” o bajo una supuesta objetividad que lo único que hace es ocultar los verdaderos intereses que hay tras las pautas en medios o miradas personales.

La asociación de las estrellas, las marcas y los medios es un win win, y la pertenencia a ese círculo, una aspiración. ¿Qué es lo único que se pide a cambio? No arriesgar el status quo, no participar de las discusiones que tiene el país. Por supuesto, no abanderizarte con cruzadas críticas para la moral de la elite. No tener postura es la mejor forma de no incomodar a los dueños de un sistema que te invita a ganar si no los cuestionas.

¿Para DiCaprio, era conveniente enemistarse con estas grandes industrias?, ¿Para Lovato, era bueno enfrentarse a quien podría llegar a ser el hombre más poderoso del planeta? En el otro lado del continente, ¿Nuestras estrellas, necesitan seguir pensando sólo en cómo acrecentar la billetera? ¿No tienen suficiente dinero, ya? Es posible que crean que no. Más que mal, nuestro sistema es cruel y nos recuerda a diario que a viejo, solo y pobre puedes llegar. Que una medianamente buena salud, regular educación y vida digna no serán un derecho y tendrás que pagar y harto.

Es mejor seguir enrielados, sonriéndole a los gerentes, no expresando lo pensado, para no boicotear el futuro. Porque las ideologías personales podrían molestar a alguna marca o a un director de empresa suficientemente pechoño, como suele ser; porque en Chile tenemos ese problema adicional: que el dinero y la moral religiosa están estrechamente vinculados. Si te desmarcas, arriesgas quedar fuera de los beneficios del círculo.

En países como Estados Unidos, no sólo vemos hoy a artistas, periodistas y medios tomando postura frente a las elecciones. Es habitual verlos. No es porque esté de moda apoyar a Clinton entre los progresistas. Por cada Robert de Niro queriendo “pegarle un combo”, hay un Clint Eastwood apoyando a Trump, pese al enojo público de su amiga Meryl Streep. También hay una audiencia que premia y marcas que apoyan a figuras con discurso porque son conscientes del valor de la responsabilidad social.

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Creo firmemente en que informarse y participar es bueno para todos y que la discusión nos hace crecer. Lo más importante, el debate empuja los cambios que aún son necesarios hacer; cambios que muchas “figuras” consideran relevantes pero no se atreven a manifestar para no incomodar. O cambios que Chile necesita pero que a ese rostro que parece cercano pero vive alejado no le interesa pelear porque se las arregla sólo.

En más de una oportunidad me han dicho “si tu no opinaras tanto” o me prohibieron participar de un debate. Muchas veces, ni siquiera por una postura política, sino que por no arruinar el show o por la supuesta forma de ser mujer en el mundo de la entretención: dulce, dócil, juguetona y ojalá, compradora. Me lo cuestioné. Hasta el día de hoy dudo de los beneficios de ser una voz con tribuna y no sólo un buen catalizador de consumo. Pero soy moralmente incapaz de distanciarme de la comunidad a la que pertenezco y los problemas o debates que ésta enfrenta. Antes de ser “rostro” o periodista, soy ciudadana. Como tal, no puedo obviar ni dejar de involucrarme en temas que me parecen relevantes para el hoy y el mañana.

Por eso aplaudo cuando aparece un “rostro” denunciando. Me alegro cuando veo a un periodista transparentando sus posturas. Agradezco que existan las Andrea Aristegui, las Mónica Rincón, las Bea Sanchez; cuando oigo a una Nataly Chilet preguntando si no es violencia obligar a una mujer a continuar un embarazo inviable; cuando escucho a un Daniel Stingo y una Catalina Edwards teniendo una discusión apasionada; cuando veo a Paulina Rojas o a Alejandra Valle defendiendo un proyecto de Ley polémico pero gravitante para la realidad de las mujeres en Chile.

Admiro el atrevimiento, la valentía y el coraje de quien entrega su postura, aunque incomode a la elite o arriesgue la crítica del público. Porque el debate informado hace bien. Y tras una opinión en una conversación álgida y no cerrada, hay un profesional interesado por el país en el que vive. Sino, callaría que es lo más fácil.

Con la misma pasión, condeno al comunicador impoluto y también, al populista. A ese que por dos puntos de rating o el aplauso fácil es capaz de emitir comentarios que llegan a ser peligrosos, de lo ignorante, y ruines, de lo conveniente.

Crecí con la convicción de que uno no viene a este mundo sólo a ganar; también, a aportar. Y por muy cruel que sea este microsistema oligárquico y amante del status quo que impera en Chile, no puedo avanzar pensando que solo importa mi futuro, porque creo que el colectivo somos todos, y que lo que pasa en un extremo de nuestra verticalidad, también es responsabilidad y repercute en el otro.

Quiero que nuestros rostros se renueven, se pongan al día con los roles de un líder de opinión y sean responsables de la tribuna que tienen. Que pierdan el miedo y se hagan partícipes de las problemáticas de nuestra sociedad. Que sean conscientes y dejen de actuar bajo la conveniencia personal. Pero ojo, que se interesen e informen. Porque no es llegar y tratar de imitar a grito pelado al Camiroaga de los últimos años, conectado, al menos en ideas, con las necesidades de su país.

Al público, le pido que valore y premie a ese escaso comunicador que se atreve a decir lo que ha reflexionado sobre los temas que están en discusión, aunque incluso, no compartamos su pensamiento. Eso es un debate honesto. Pero también le pido que sepa identificar el discurso populista, que no regale los aplausos y critique a aquel que está siempre dispuesto a vender un producto y nunca, a transparentar sus ideologías.

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