El abrazo de Chile
"Por 27 horas las chilenas y chilenos nos unimos en torno a una causa donde convergen los afectos, la empatía, los consensos y la unidad. Porque a Chile más que “realismo sin renuncia” le está haciendo falta humildad, nobleza, cariño, transparencia y verdad".
Rodrigo Durán Guzmán es Académico y periodista.
Recientemente me tocó presenciar un hecho que no dejó de llamar mi atención relacionado con la campaña Teletón 2016 denominada “El Abrazo de Chile”. Un hombre, de 37 años, profesional y con un hijo de cuatro años que se atiende en el instituto Teletón es uno de tantos voluntarios, de todas las edades, que son claves para comenzar a movilizar y concientizar a la población para apoyar activamente esta gran obra solidaria. Esta persona se encontraba realizando el llamado “afichaje” cuando un grupo de tres varones y una mujer le enrostraron, sin mayor motivación y con total alevosía, estar “muy viejo y pailón para ser voluntario de Teletón. Nadie te va a creer”. Lo que me sorprendió fue la reacción de este hombre quien sólo atinó a esbozar una leve sonrisa e invitar, de la forma más cordial y criolla, a menos chaqueteo y más colaboración continuando, de paso, en su labor.
Por lo mismo no pude evitar acercarme a felicitarlo no sólo por su reacción sino también por su labor. Al respecto la persona me dijo “ese es el problema joven. Que este tipo de acciones no debieran ser para felicitar, sino que debieran ser parte de nuestra identidad, de comprometernos en causas que contribuyan a mejorar las vidas de otras personas. El gran problema es que hoy la gente no cree en nada, andan todos desconfiados y egoístas, pero nadie hace nada por mejorar esta situación”. Sus palabras ciertamente no me dejaron indiferente y creo que nadie podría estarlo. Efectivamente nuestro país se ha imbuido en un espiral de desconfianza y descrédito a todo, pero la gran pregunta es, diagnóstico mediante, ¿Qué estamos haciendo para mejorar esta situación? ¿Dónde está nuestro aporte a la construcción de una sociedad más solidaria, más justa y donde recuperemos la capacidad de mirarnos a los ojos, de hablar con la verdad, de ser generosos?
Hecho indiscutido de lo anterior fue el 34% de participación en las recientes elecciones municipales. Cierto, efectivamente mientras algunos descorchaban champagne otros subían las acciones de empresas productoras de pañuelos desechables. Pero, ¿realmente podemos hablar de triunfos o derrotas teniendo un amplio espectro de chilenas y chilenos que sienten un alto grado de desconfianza en cuanto a participar en algo tan relevante como nuestra democracia? Quizás la justificación para ello radica, precisamente, en que transversalmente han sido los actores del mundo político (entre otros) quienes se han encargado de mermar los delicados cimientos de la confianza ciudadana socavando un capital preciado y cuya restitución no resulta en absoluto sencilla en un fenómeno que no es nuevo en Chile encontrando datos como que sólo un 13% de los chilenos dice confiar en el resto de sus compatriotas (OCDE, 2011).
Conversando con diversas amistades el denominador común para todos es que a Chile le está faltando cariño y es quizás lógico que falte: ¿o es que acaso alguien podría pensar siquiera en prodigar afectos en un contexto marcado por fuertes inequidades sociales, injusticias o sentimientos de abusos varios, malas prácticas en todos los ámbitos, negligencia en el desempeño de las funciones laborales, vulneración de derechos, postergación o dilación del cumplimiento de las promesas o compromisos asumidos, indiferencia hacia las problemáticas ciudadanas y otros tantos que realzan la sensación de molestia, de rabia?
El análisis social en detalle se lo dejaremos a los sociólogos, psicólogos, antropólogos y tantos otros. Pero como un ciudadano más de esta larga y angosta faja de tierra agradezco que exista una instancia como Teletón que, a estas alturas, representa más bien un oasis en medio del desierto. Usted podrá estar o no de acuerdo con el tenor de la campaña, las formas de sensibilización, el show, la recaudación de donaciones y otros tantos. Pero si hay una cuestión indesmentible es que por 27 horas las chilenas y chilenos nos unimos en torno a una causa donde convergen los afectos, la empatía, los consensos y la unidad. Porque a Chile más que “realismo sin renuncia” le está haciendo falta humildad, nobleza, cariño, transparencia y verdad. Soy un convencido que para generar cambios debemos comenzar por nosotros mismos y motivar a otros a trabajar por una sociedad más justa, cálida y donde seamos capaces de recuperar la capacidad de reencontrarnos, de recuperar los abrazos.