¿Cuán lejos de Trump estamos?
Podemos escudarnos en que en Chile aún la situación no es como la del país norteamericano; aquí la victoria del candidato republicano no nos agrada, nos parece una locura. Aquí si apareciera un francotirador en la calle nos sentiríamos profundamente abrumados, aquí no pasan esas cosas. Pero lo que sí pasa es que al migrante de color se le cierra la puerta y se le ataca, a las mujeres se las mata porque somos más débiles, a los jóvenes homosexuales se les dan golpizas y a las familias que viven en pobreza las dejamos al margen de nuestras ciudades para no tener que verlas.
Valentina Latorre es Directora Social de TECHO-Chile
El miércoles el New Yorker titula su portada como “Tragedia Americana”. Precisa, directa y clara. Quizás, desde una óptica global, podríamos titular como tragedia mundial este triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses.
Y es que las consecuencias que tiene esta victoria nos impactan a todos a lo largo del globo.
Durante las últimas horas la economía ya se manifestó, las bolsas cayeron, los distintos países en el mundo expresaron su opinión (Putin, la derecha ultraconservadora francesa y Alberto Plaza celebran) y otros – diría la gran mayoría – ya temen por las consecuencias de los actos anunciados por el ahora electo Presidente de los Estados Unidos.
Una muralla que separe México de EEUU (y que la paguen ellos, já!), control absoluto sobre el Estado Islámico y ah! Atacar a todos aquellos que parezcan una amenaza para ese ya tan desgastado sueño americano.
Ahora bien, bajo de mi punto de vista, lo más violento de la victoria de Trump no es él en sí mismo, no es que un loco maniático haya sido electo, sino que miles de personas hayan decidido que él debía ser presidente.
No soy cientista política, por lo que habrá que esperar a los más versados para que hoy durante el día nos den el veredicto final de por qué, pero al menos me atrevo a decir que, aunque nos escudemos en que la elección fue por el mal menor, lo que esta madrugada ocurrió fue la expresión de un país que por a, b o c eligió la desconfianza, el miedo al otro, la represión.
Hoy en Estados Unidos han ganado el narcisismo, la misoginia, la xenofobia, el machismo y la discriminación. Hoy en Estados Unidos ha ganado el odio: el odio contra el que tiene una fe distinta, contra los colores distintos, contra la riqueza de la diversidad.
Y lo más grave es que esto nos pega con fuerza en un país donde la polarización es alta, la abstención aún es reina y en donde muchos ciudadanos han sabido sacar el Trump que llevan dentro discriminando a pobres, torturando a delincuentes y apuntando migrantes.
Podemos escudarnos en que en Chile aún la situación no es como la del país norteamericano; aquí la victoria del candidato republicano no nos agrada, nos parece una locura. Aquí si apareciera un francotirador en la calle nos sentiríamos profundamente abrumados, aquí no pasan esas cosas. Pero lo que sí pasa es que al migrante de color se le cierra la puerta y se le ataca, a las mujeres se las mata porque somos más débiles, a los jóvenes homosexuales se les dan golpizas y a las familias que viven en pobreza las dejamos al margen de nuestras ciudades para no tener que verlas.
El panorama en Estados Unidos es una muestra de los valores hoy imperantes en nuestro mundo. Que el universo nos ampare de ver crecer a nuestros hijos en este escenario. Como TECHO seguiremos peleándola porque el ordenamiento y el modelo de desarrollo actual cambien y, con esto, la forma de entendernos y relacionarnos.