La conveniente poca memoria de Guillier
Busca escapar de esos comerciales en los que, con una sonrisa en la cara, habló de aspectos del sistema construido por el pinochetismo, como son las isapres. Ahora, cuando se le pregunta sobre ello, da otras explicaciones, dice que lo que quería hacer era algo diferente a lo que hizo, sin ni siquiera realizar una pequeña autocrítica al respecto, lo que claramente sería menos popular, pero al menos más consciente y entendible.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
En una entrevista en Radio Agricultura, el senador Alejandro Guillier habló de manera distendida sobre su relación con La Moneda y particularmente con el ministro Mario Fernández. En la conversación, comandada por Cecilia Pérez y Alejandro de La Carrera, Guillier dijo que parecía que el ministro sufría de “Alzheimer”, ya que cuando hablaba, por lo general, desvariaba y recordaba anécdotas que ya había repetido en un sinfín de ocasiones en vez de tratar los temas que a él, como parlamentario pro regiones, le interesaban.
Si somos menos cínicos, claramente es bastante fácil reírse del segundo a bordo de la administración Bachelet. Su cargo parece más bien un gran favor de amiguismo o un cariñito ad portas de su jubilación que un nombramiento estratégico en el que se esperara que hiciera algo. Al contrario; pareciera que lo que se espera es precisamente que no demuestre iniciativa propia ni intente mover el tablero de un ajedrez que, convengamos, tiene las piezas bastante desparramadas.
Por lo tanto, si es que miramos el escenario con un poco de realidad, claramente Guillier tiene un punto al señalar esas evidentes falencias en quien debería encabezar el comité político (aunque lo haga ironizando con una enfermedad que muchos padecen en un contexto en el que lo políticamente correcto carcomió nuestros cerebros, al punto de que hasta los sarcasmos nos parecen graves). Sin embargo, lo que ya parece cansador-pero bastante conveniente para la candidatura del ex rostro de televisión- es la victimización permanente en la que ha convertido su discurso en el último tiempo. Pero más aún, sus ansias de decirnos que él no pertenece a una elite que, según manifiesta, lo ha marginado.
Digámoslo: suena bonito. Sobre todo en días en los que todos quienes en un pasado patalearon para entrar en un círculo exclusivo-y en vista de los pocos réditos que pertenecer a este da en la actualidad-, hoy quieren salir corriendo y mezclarse con lo “popular”; lo que “la gente está pidiendo”, pero sobre todo con la llamada “sensación ambiente”. Esa que muchos dicen interpretar, pero pocos saben cómo politizar.
Eso lo sabe el ex rostro de uno de los noticiarios que sostuvo el megáfono de un relato de la elite acerca de la delincuencia. Por ello es que se busca sacudirse de ese pasado en el que era el gran periodista del “progresismo” concertacionista-aliancista. Busca escapar de esos comerciales en los que, con una sonrisa en la cara, habló de aspectos del sistema construido por el pinochetismo, como son las isapres. Ahora, cuando se le pregunta sobre ello, da otras explicaciones, dice que lo que quería hacer era algo diferente a lo que hizo, sin ni siquiera realizar una pequeña autocrítica al respecto, lo que claramente sería menos popular, pero al menos más consciente y entendible.
Entonces, y si entendemos que no nos referimos particularmente a la enfermedad, podríamos decir que Alejandro sufre de “Alzheimer político”, lo que tal vez no es tan dañino como ese mal que ataca al cerebro, pero sí no es tan beneficioso para el futuro del ejercicio público y el progresismo.