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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Cuando un “trastorno” te salva la vida

Cuanta ignorancia aniquilante en el ver para creer donde yacemos holgados mientras otros, sin vernos, nos ahogamos por el peso de tus carencias pensantes. Y de eso no se olvida ninguno de nosotros, aunque no escribamos notas ni tomemos fotos.

Por Marcela Del Sol
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Marcela Del Sol es Marcela del Sol es escritora y activista socio-humana, nacida en Chile y radicada en Australia hace 22 años, tiene experiencia como ghost writer, columnista, poeta social y mujer "irreverente", gitana moderna.Marcela co-existe con Trastorno de Personalidad Disociativa, lo que la impulsó a publicar su novela Caleidoscopio, best seller en Amazon, la cual fue lanzada hace dos meses en Chile. Marcela defiende la diversidad, la seguridad de los niños, el derecho de libertad, el empoderamiento femenino y el acceso igualitario. Su lucha no es confrontacional, sino donde el hombre necesita ser educado para sumarse como aliado de la mujer. Marcela es madre, ama viajar, dice malas palabras y toma demasiado café.

No estoy enferma, vivo bajo el letrero luminoso de “trastorno” debido a traumas profundos. Necesito explicarte esto porque la ignorancia que exude el mundo sobre condiciones “invisibles” solo me re-traumatiza, me re-estigmatiza… me empuja un poco mas profundo dentro de la auto reclusión en que me he sumergido, sobre todo al otro lado del mundo donde resido gran parte de nuestro tiempo.

Vivo con Trastorno de Identidad Disociativo (T.I.D.). Tal vez lo conoces como “Trastorno de Personalidad Múltiple”, quizá como “esta mina esta más loca que la chucha”. Depende de cuanto se extienden, o no, tus conocimientos.

En términos mundanos T.I.D. es un mecanismo de defensa del que tu psique decide proveerte cuando tu consciente ya no “da pa mas” con lo engorroso, doloroso, traumático y adverso. Es, de cierta manera, dormirse en tiempos de guerra, dormirse sin miedos porque sabes que tus soldados despliegan todas sus fuerzas en el campo de batalla y aunque estás dormida, el mundo sigue viéndote despierta porque hay un solo cuerpo visible, aunque habitado por más de uno. Todos con sus propios gustos, géneros, convicciones, humor, apariencia física, etc.

No, no estoy poseída. Solo desperdiciaras tu tiempo tratando de invitarme a tu iglesia para ser sanada. Desde temprano en mi vida fui violada, agredida, descuidada, casi secuestrada, viví en ambientes llenos de cosas, pero carente de bases sólidas y calma, entre muchas otras cosas que un día te contaré. Pero el desfile de muchos colores de pelo, ropas y amigos no empezó hasta el día en que un auto embistió a alta velocidad al mío, que estaba parado, y mis tripulantes despertaron raudos y fuertes.

No les llamo “alters”, ni personalidades. Son personas, con nombres, gustos y talentos distintos. Son la fuerza interior que me ha sostenido viva porque absorben todo el impacto nocivo de un mundo misógino, parejo, prejuiciosamente mal informado, arbitrario, obtuso, discorde con los derechos que proclama reconocer.

Y estoy hasta el cogote con las iniciativas de levantar consciencia que no vienen acompañadas con estrategias de inclusión real y de que sea miedo la primera reacción que sientas cuando abro el alma y te cuento mi verdad: no soy neurotípica, tengo mil colores dentro y ninguno es oscuro.

T.I.D. me ha salvado la vida. Ha sido pausa cuando alguna memoria tortuosa trata de deslizarse a mi consciente, cuando me agreden, cuando se asoma la amenaza de alguien o algo que pueda dañarme. Siempre sueñan los sueños que a mi me destruyen por una semana entera, a veces fuman a pesar de mi orgullo de haber dejado el cigarro hace años, a veces opinan de manera inoportuna, pero honesta aunque directamente opuesta a mi parecer. Ellos existen como tu: como cualquier otra persona completa.
Pero los platos rotos los pago yo…y ahí te doy de muestra un ciclo porque entonces ellos resurgen para que no me duela el encontrar menos amigos y familia en mi ya bastante reducida lista.

Soy un caleidoscopio. Un tubo y un lente con una sola imagen, pero que varia según la luz hacia donde lo dirijas.

No tengo recuerdos latentes de los momentos en que desaparezco. Hilvano mi historia entera con fotos, videos y notas que me deja el resto de la tripulación cuando han sido ellos quienes han maniobrado el barco mientras yo “duermo” para que reposen mi mente y mis dolores inconclusos porque tal vez perdería el horizonte de vista y nos hundiríamos todos.

Olvídate de la baba caída, del serrucho en busca de cabezas y del sensacionalismo atribuido a la controversia de mi diagnostico. Es más, a veces mis otras personas son imperceptibles si no me conoces detalladamente. A veces es notorio porque en vez de los escotes incitantes, llevo botas de trabajo y me siento con las piernas abiertas: somos un equipo de muchas mujeres y de un par de hombres, todos confiables, todos intelectualmente evolucionados por sobre el promedio de la población mundial. Simplemente tenemos un solo vehículo, por eso nos turnamos en existir y porque algunos manejan con maestría en la selva y otros en la ciudad. Sí, mi trastorno me ha mantenido existiendo, pero también me ha dejado al margen de participar en la población general porque me da vergüenza y me desestabiliza encontrar maneras triviales de explicar porque mi nombre no es el que conoces o porque no recuerdo lo que me contaste el otro día.

Y no estoy loca, no soy deficiente. El yo, ser original, la nave, la anfitriona se da cuenta de todo, es racional, tremendamente consciente del dolor del mundo y proactiva en la búsqueda e implementación de soluciones. Siento fascinación y desesperanza con respecto al mosaico en que se me ha permitido habitar. Quiero conocer las grietas de mi vida en donde las huellas que he dejado no han sido mías, pero no puedo…aún.

No he encontrado compasión mas insondable que aquella de quienes han sufrido extensamente. Eso es loco. En un mundo donde adquirimos tanto, con tantos recursos y tantas voces trabajando en pro de un mundo para todos, no es sino por lo visible que tendemos a apiadarnos.

Cuanta ignorancia aniquilante en el ver para creer donde yacemos holgados mientras otros, sin vernos, nos ahogamos por el peso de tus carencias pensantes. Y de eso no se olvida ninguno de nosotros, aunque no escribamos notas ni tomemos fotos.

Detrás de cada “demente” como nos llaman muchos, hay historia extensas de dolores irresolutos acerca de los cuales nada es irrisorio, sino tu analfabetismo emocional. Historias lacerantes, incómodas para llevarlas al living o al asado dominguero. Detrás de esta desolación también se encuentran sobrevivientes casi ahogados en agitados mares de historias que deben ser expulsadas, que necesitas saber. Historias listas a ser liberadas de las entrañas de desmerecidas vergüenzas.

Escucha, aprende. No nos ahogues más.

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