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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿Qué pasará con Cuba con la llegada de Donald Trump?

A partir del próximo 20 de enero, Raúl Castro y Donald Trump enfrentarán un escenario que puede ser tanto una oportunidad como una amenaza para las relaciones de ambos países. Aún no está claro cuál será el camino elegido, pero al menos no estará bajo la sombra de Fidel.

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Alberto Rojas es Director del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae.

Con la muerte de Fidel Castro se cierra un capítulo clave en la historia de Cuba y Latinoamérica durante el siglo XX. Asimismo, desaparece una de las últimas figuras emblemáticas de la Guerra Fría, período del cual fue un indesmentible protagonista y por ello, muchos se preguntan cuál será el impacto de su fallecimiento para la Cuba de hoy.

Alejado formalmente del poder desde 2008 por motivos de salud, Fidel se convirtió desde entonces en una figura más bien simbólica. Mientras que su hermano Raúl tomaba las riendas de la isla, manteniendo a flote el régimen que ambos habían comenzado a construir en 1959.

Precisamente fue Raúl quien protagonizó junto con el Presidente Barack Obama el histórico acercamiento entre Cuba y Estados Unidos. Primero, a través de conversaciones secretas auspiciadas por el Vaticano, que cristalizaron en diciembre de 2014, cuando ambos mandatarios anunciaron simultáneamente el inicio de un proceso destinado a restablecer las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington. Luego, en julio de 2015, cuando se anunció la reapertura de las respectivas embajadas y, finalmente en marzo de este año, cuando Obama visitó oficialmente Cuba ―el primer viaje a la isla de un Presidente estadounidense en 88 años―, que selló el deshielo entre ambos países.

Sin duda, un proceso de distensión esperado durante décadas, pero que el propio Fidel criticó públicamente. 

Ahora Raúl está solo y la sombra de su hermano acabará de desvanecerse  cuando terminen los últimos homenajes a su persona. Aunque su muerte marca el fin de una era, también es el inicio de otra completamente diferente.

Frente a ese escenario, no resulta aventurado decir que entre sus manos Raúl tiene el destino de Cuba; o al menos la mitad, porque la otra parte restante, estará en manos de Donald Trump.

Irónicamente, la noticia de la muerte de Fidel sorprendió al Presidente electo de EE.UU. en su residencia de Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida) y seguramente el tema Cuba tendrá prioridad al interior de su equipo político en los días venideros.

La partida de Fidel se produce en un momento particularmente delicado en la relación EE.UU.-Cuba, considerando que los lineamientos de Trump en términos de Política Exterior continúan siendo solo un puñado de declaraciones efectistas hechas en el contexto de su campaña presidencial.

Del acercamiento impulsado por la saliente administración, Trump dijo que “todas las concesiones que Barack Obama hizo al régimen de los Castro fueron hechas a través de órdenes ejecutivas, lo que significa que el siguiente Presidente puede revertirlas. Eso es lo que haré a menos que los Castro acepten nuestras demandas (…) y esas demandas incluyen libertad religiosa y política para los cubanos, y la libertad de los presos políticos”.

Efectivamente, Obama ha sido criticado por haber ofrecido tanto a Cuba, siendo que hasta ahora el régimen castrista no ha avanzado en temas importantes para Estados Unidos como el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión o la apertura de espacios políticos a agrupaciones no oficialistas.

En ese contexto, si Trump frena este proceso iniciado por Obama o incluso revierte lo ya concretado, no solo habrá vuelto a congelar las relaciones entre ambos países ―con un claro impacto negativo en lo político y lo económico―, sino que también podría acabar empujando a Raúl Castro hacia una posición de mayor dureza del régimen.

La mayor piedra de tope entre Washington y La Habana sigue siendo el embargo comercial impuesto por Estados Unidos a Cuba en 1960. Es sabido que la llave para su término la sigue teniendo el Congreso, por lo que no resulta factible pensar que eso pueda ocurrir durante los próximos años. Sin embargo, Trump podría avanzar con Cuba en temas de mutuo interés, generando una mayor confianza que, a futuro, pudiera traducirse en cambios concretos en la isla.

A partir del próximo 20 de enero, Raúl Castro y Donald Trump enfrentarán un escenario que puede ser tanto una oportunidad como una amenaza para las relaciones de ambos países. Aún no está claro cuál será el camino elegido, pero al menos no estará bajo la sombra de Fidel.

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