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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La izquierda después de Fidel

Fidel creo la revolución a partir de un discurso de ideas, de miedos y de pocos hechos. Tal vez el hecho más relevante fue poner el cuerpo en el combate, asumir el poder, igualar, dar educación y salud, y sostener un poder ilimitado con el pretexto que el mundo no nos entiende y que estamos solos frente al enemigo voraz. Ese discurso superó largamente los hechos.

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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

A pesar de ser anunciada y no sorpresiva, no es una muerte cualquiera. Más allá de los enamorados y detractores que un personaje como Fidel Castro puede generar, no hay duda que este hecho no pasa ni puede pasar desapercibido por el pasado, por el presente y lo que puede llegar a venir en Latinoamérica.

Hemos leído infinidad de tweets, columnas, expresiones burdas e incomprensibles de un lado y del otro, desde Piñera hasta Boric, la mayoría de las cuales no han podido interpretar la dimensión tiempo y espacio de la vida del líder revolucionario más destacado del siglo XX, sin que esto signifique un concepto adulador ni despreciativo. La única verdad es la realidad y así fue.

Nótese que hablamos de un líder revolucionario que no necesariamente ha representado a todos los sectores del socialismo. Tal vez el hecho de perpetuarse en el poder le ha creado la imagen menos democrática de lo que el socialismo exige y pregona.

Fidel inventó la revolución adolescente y a eso llamó izquierda, progresismo y socialismo, cuándo en realidad es una revolución contra un orden determinado en aquel momento, estableciendo un nuevo orden que finalmente dejó de ser ese socialismo democrático puro que conocemos. Fidel quiso recrear el paraíso, aunque para ello haya sido necesaria tanta violencia como decisiones firmes que pusieron a una isla pequeña en el centro de una disputa ideológica global.

La rebeldía, la transgresión y la calidad comunicacional de la revolución, la llevó a una dimensión tan “cool”, que fue uno de los íconos esenciales del mundo sesentista. Sin tener la imagen sexy de Ernesto Guevara, Fidel supo darle a la revolución el espíritu de amor de primavera que seducía a todo post adolescente que buscaba un elemento diferenciador en su vida.

Fue una revolución para los pobres en Cuba, pero fue la revolución para una clase media burguesa latinoamericana que ejercía la rebeldía desde un cómodo living.

Fidel agitó desde su discurso tan sagaz como hipnótico, la búsqueda de una revolución aún sin saber que quería decir esa revolución.

Fidel creo la revolución a partir de un discurso de ideas, de miedos y de pocos hechos. Tal vez el hecho más relevante fue poner el cuerpo en el combate, asumir el poder, igualar, dar educación y salud, y sostener un poder ilimitado con el pretexto que el mundo no nos entiende y que estamos solos frente al enemigo voraz. Ese discurso superó largamente los hechos.

Fidel inventó fantasmas y le creyeron, Fidel fue amo de su pueblo y esclavo soviético, aunque también hacía ver su guerra liberadora frente al opresor americano que lo esclavizaba. Hegel en su punto máximo. Claro, no todos entendían este mensaje, que fue el “hit” de todos los gobiernos pseudo progresistas de este milenio.

Algo así como “no discutamos el modelo, es perfecto, sólo que los enemigos quieren destruirlo…”

Fidel diseñó la revolución latinoamericana progresista y de supuesta izquierda, aunque muchos de sus seguidores ni siquiera entienden que es la izquierda.

El socialismo democrático plural, que defiende el bienestar general por sobre el exceso individual, el que pregona por las libertades, por los derechos humanos y por la justicia social, no es el modelo de Fidel.

Ese socialismo democrático aborrece la dictadura y la autocracia, busca el equilibrio y no el enfrentamiento.
Así crecieron y evolucionaron los países europeos de mayor desarrollo social. Nunca con la autocracia. Nunca con héroes soberbios que se enriquecen a costa de un discurso primaveral.

Murió Fidel Castro, un tipo muy importante. Un personaje irreverente que no aceptaba la irreverencia. Pero que dejó la enseñanza que hacer una revolución exige ser un permanente revolucionario teniendo claro para qué hacer lo que hay que hacer. Fidel, no pudo reinventarse, tal vez porque nunca estuvo al lado del camino.

La muerte de Fidel no es la muerte del socialismo. Creo firmemente en el posible renacer del verdadero socialismo democrático. El que sirve para que la gente viva mejor.

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