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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Presupuesto en I + D + i

Si nos comparamos con países que con décadas de anticipación han tomado en serio el desarrollo de la ciencia, la investigación y la innovación, entre ellos Finlandia e Islandia, la proporción de fondos equivalentes sería diez veces superior a la cifra que hoy día se destina para estos fines, y tendríamos casi cien veces el capital humano técnico, científico, creativo e innovador.

Por Antonio Horvath Kiss
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Antonio Horvath Kiss es Senador de la República por Aysén

Respecto a la discusión presupuestaria para el año 2017, un sector particularmente sensible y que no está a la altura de los potenciales que tenemos en las regiones de nuestro país, es el exiguo monto que se le otorga a la ciencia, tecnología e innovación. Según Hacienda, es apenas el 0,36% del PIB, sin embargo, éste se encuentra distribuido en distintos ministerios, como Agricultura, Minería, Medio Ambiente, Fuerzas Armadas y Deportes, si se revisan las cifras otorgadas en forma directa a Conicyt y a los programas de Ciencia e Innovación, la cifra resulta aún más pequeña.

Formar un científico, que tenga las capacidades de innovar, descubrir y generar valor a múltiples oportunidades que tenemos en nuestro país, requiere muchos años y esfuerzo. En alguna medida Chile lo ha logrado con casi seis mil personas, y no les ofrece la acogida para que se desarrollen en las distintas instituciones y centros académicos del país.

En diferentes oportunidades se ha planteado, incluso por algunos ministros de Hacienda, subir significativamente los fondos para este objetivo; sin embargo, por diversas e incomprensibles razones, en los hechos no ha sido así. Parlamentarios en forma transversal y en la comisión Desafíos del Futuro del Senado, hemos decidido rechazar esta desmedrada cifra con el fin de que las autoridades económicas del Gobierno puedan otorgar un aumento significativo en esta materia, lo que se tradujo en $2 mil 300 millones adicionales para el año 2017, a lo que se suman otros compromisos.

Si nos comparamos con países que con décadas de anticipación han tomado en serio el desarrollo de la ciencia, la investigación y la innovación, entre ellos Finlandia e Islandia, la proporción de fondos equivalentes sería diez veces superior a la cifra que hoy día se destina para estos fines, y tendríamos casi cien veces el capital humano técnico, científico, creativo e innovador.

Los potenciales que Chile tiene en Energías Renovables No Convencionales, los de nuestro múltiple y diverso borde costero de 83 mil 500 kilómetros y en las áreas que requieren de forestación y creación de ecosistemas naturales; y en el uso eficiente de recursos como el agua, cuya carencia ya se prolonga por nueve años de sequía, agravado por el fenómeno del cambio climático, hacen que este esfuerzo país necesariamente tenga que ser compartido por las regiones y su gente, porque como bien ha planteado en su libro el periodista y analista Andrés Oppenheimer, estamos enfrentados a dos alternativas: innovar o morir.

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