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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Soy francés y digo: ¡Bienvenidos, inmigrantes!

Somos parte del mismo planeta. Nunca los seres humanos han tenido tantas cosas en común, tantos conocimientos comunes, tantas referencias comunes, tantas imágenes y palabras, nunca han compartido tantos instrumentos, pero ello mueve a unos y otros a afirmar con más fuerza su diferencia.

Por Pierre Lebret
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Pierre Lebret es Cientista Politico UDP – La Sorbonne Nouvelle París III. Especialista en Cooperación Internacional

No, no hay inmigrantes buenos y malos cualquier sea su origen.

Las propuestas presentadas por un sector de la derecha chilena y lo expresado por Sebastián Piñera en las últimas horas habla de un desconocimiento de la realidad de los inmigrantes en Chile. Estigmatizar al “otro” es mediocre y solo refleja la simpleza de la reflexión que han llevado a cabo los conservadores de nuestro país. 

Cuando el ex mandatario expresa: “no queremos importar males como la delincuencia, el narcotráfico, el crimen organizado“, esta cometiendo un prejuicio y por ende, discrimina a seres humanos que están en búsqueda de un mejor horizonte. Y es importante precisar que la delincuencia es un fenómeno global, y se esconde en todos los segmentos de una sociedad.

Como francés residente en Chile desde el año 2003, fuimos muy bien recibidos mi familia y yo al llegar a Temuco. ¿Por qué no puede ser lo mismo para las familias peruanas, dominicanas, colombianas o haitianas? Siempre he podido observar esa forma decepcionante de categorizar los inmigrantes por su condición u origen. ¡Basta ya! Todos somos seres humanos, y como cualquier ser humano tenemos derechos y deberes, que merecen el debido respeto.

Muchas veces se escuchan frases de tipo: “Si no se integran, que vuelvan a sus países”, fomentando la tensión entre múltiples identidades. El fenómeno de la inmigración en un mundo globalizado es irreversible. Y se espera de nuestros representantes políticos que promuevan políticas de Estado en pro de la integración, para tender la mano a personas que se están incorporando a una sociedad que no conocen. Emigrar es para muchos una decisión difícil. Algunos definen esa decisión como una “triste alegría”.

Somos parte del mismo planeta. Nunca los seres humanos han tenido tantas cosas en común, tantos conocimientos comunes, tantas referencias comunes, tantas imágenes y palabras, nunca han compartido tantos instrumentos, pero ello mueve a unos y otros a afirmar con más fuerza su diferencia.

Algunos preferirán consolidar las posibilidades de vivir de espaldas a otros. Pero por el contrario, debemos tratar de que las diversas experiencias e identidades tengan el espacio necesario para influirse, para dar origen a identidades múltiples.

El “otro” nos entrega algo fundamental, la oportunidad de conocerlo, la oportunidad de enterarnos cómo piensa, la posibilidad de  enterarnos que en un mundo global lo que circula no solo son mercancías, productos o elementos materiales. Nos enteramos de la existencia de otros modos de vida, de otras estéticas, de otras formas de valorar y esto no es poco, en un mundo cada vez más interconectado, nosotros salimos al mundo y el mundo viene a nosotros.

Institucionalizar el tema migratorio desde lo público con enfoque de derechos, social y de género, es vital para iniciar planes y políticas públicas para enfrentar de buena manera los flujos migratorios. Debemos proporcionarnos las claves para vivir con los otros, y proporcionarles a ellos las claves para una integración digna.

Como expresaba el escritor y diplomático francés Stéphane Hessel « nos pertenece cuidar de manera conjunta una sociedad de la que podamos sentirnos orgullosos, no una sociedad de estigma de los sin papeles, de expulsiones, de sospechas vis-à-vis de los inmigrantes ».

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