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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Don Francisco, el gran vocero de la ideología imperante

Quiero dejarlo en claro: esta no es una crítica al objetivo, sino a cómo algunos se han servido de este para defender ideas que dicen no estar defendiendo.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

El mensaje de este año era que, una vez terminadas las llamadas “27 horas de amor”, debíamos darnos el “gran abrazo de Chile”. Eso al menos era lo que decía Don Francisco en todo momento y lugar en el que lo entrevistaban complacientes periodistas que temían hacerle preguntas complicadas sobre las empresas que auspician la cruzada. Total él no es un político, y por eso no debía hablar de contingencia, repetía de manera calma pero furiosa, aunque el show televisivo que encabeza es tal vez la gran propaganda del sistema político y económico que está en cuestión.

Pero a eso Mario prefiere no referirse. Al contrario, cuando hay críticas a las formas de financiamiento, como también a la manera descarada en que se hace una apología a la bondad de un empresariado que cada día está siendo puesto en duda por sus malas prácticas, el animador se escuda en la emocionalidad y muestra rostro de ofendido. Por eso, después de una historia de sufrimiento de una familia, por lo general mira a la cámara y encara a quienes osamos cuestionar ciertos procedimientos de marketing como si estuviéramos en contra de los niños y sus problemas, erigiéndose como el representante de un cierto valor patrio y moral, cuando solamente es el vocero de una ideología.

Así es, porque por años Kreutzberger, al igual que las elites que se oponen a las reformas en todo ámbito, nos dice que no hay otra manera de hacer las cosas. La única forma de conseguir un objetivo es por medio de un discurso y de una concepción de cuál es la misión del empresariado y el Estado en Chile. Y si es que uno intenta hacer preguntas muy difíciles, o que vayan en relación a lograr el noble objetivo desde otra perspectiva, entonces es tratado como paria.

Lamentablemente ese mecanismo es lo suficientemente eficiente para mantener vivo un relato cultural. Ya que en la larga transmisión se juega con conceptos como solidaridad, unidad y el “ser chileno”, con tal de provocar sentimientos de la manera más rápida posible a quienes miran la televisión.

La idea de “unidad” es tal vez la evidencia más clara de lo que digo, porque pedir un Chile unido es una manera bastante inteligente de exigir un Chile despolitizado y sin preguntas, por la simple razón de que hay muchos que no están dispuestos a dar respuestas.

Quiero dejarlo en claro: esta no es una crítica al objetivo, sino a cómo algunos se han servido de este para defender ideas que dicen no estar defendiendo. Es decir: a cómo Mario Kreutzberger y los suyos, por medio de esta causa justa y necesaria, han hecho todo un trabajo político e ideológico para decirnos que no hay otra realidad ni otro concepto de la “colectividad” que el que ellos enarbolan.

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