La victimización del nuevo feminismo y el triunfo del “buenismo”
"Tanto algunas feministas como los movimientos homosexuales de barrio alto, están apostando por un acomodamiento en la democracia liberal por sobre una propuesta más subversiva y transformadora".
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
No sé qué habrá pasado, pero de pronto los movimientos más interesantes y rebeldes de antaño, hoy son parte de un discurso bastante parejo y un poco aburrido. Es como si de repente se hayan entregado al sistema y no se hayan dado cuenta, convirtiendo en una retórica correcta y poco convocante a lo que alguna vez fue su forma de lucha.
Entre las feministas y los movimientos por la diversidad sexual, muchos dejaron de provocar para sentirse ellos constantemente provocados; se olvidaron de la importancia de la marginalidad en un Chile uniforme y gris, para así formar parte de un paisaje endulzado que opaca la lucidez del pensamiento libre e independiente. Ya que se convirtieron en la expresión misma de la lucha en contra del cuestionamiento, para así erigirse como censores de lo que suena bien o mal.
En el caso de ciertas feministas lo hemos visto de manera clara en los últimos días. Algunas mujeres que enarbolan la reivindicación del mal llamado sexo débil, parece que han preferido quedarse en la situación de víctimas que el famoso patriarcado les entregó. Por ello es que hoy las encontramos constantemente ofendidas y aterrorizadas, en vez de combativas y organizadas. Y no hay nada más peligroso que la inmovilidad que da el terror, porque es el alimento de las ideas reaccionarias que impiden los cambios culturales reales.
Por esto, me pregunto: ¿habrá realmente un cambio concreto si es que quienes lucharon desde las periferias hoy usan el lenguaje de los que los atacaron en el pasado? ¿Se podrá realizar una revolución cultural si es que los movimientos emancipadores prefieren discutirle el monopolio moral a la elite a costa de perder la rebeldía y la agudeza de antaño? A mí me parece que no, y las reacciones ante las brutalidades de grupos de poder lo demuestran, ya que en estas no se percibió ninguna lucha ni menos una ácida crítica a la poca sofisticación empresarial, sino que escuchamos un llanto y una búsqueda fácil de aplauso. Pero sobre todo vimos la persistente intención de mostrar a la mujer como un objeto de cristal, y no como un sujeto de derechos vivo y que merece respeto como todo ser humano.
Hoy las ganas de apropiarse del relato están haciendo que quienes fueron víctimas de este por años, en la actualidad sean sus principales aliados. Tanto algunas feministas como los movimientos homosexuales de barrio alto, están apostando por un acomodamiento en la democracia liberal por sobre una propuesta más subversiva y transformadora. Pareciera que dejaron de ser los alumnos del fondo de la sala que pretendían alterar el orden establecido, para así convertirse en los estudiantes correctos y garantes del discurso imperante.
¿Cuándo se olvidaron de que toda expresión de progresismo es lo contrario al integrismo conservador? No se sabe, pero se lamenta profundamente, porque esto ha logrado que un grupo se olvide de sus propósitos fundacionales, para así ser seducidos por un olimpo liberal en el que descansan los profetas del “buenismo”, quienes no son precisamente los mismos que han logrado los triunfos en las batallas sociales en busca de mayor justicia e igualdad, a lo largo de la historia.