¿De qué renovación nos hablan los partidos tradicionales?
La política de los conglomerados tradicionales ha evidenciado el predominio de intereses particulares, la reproducción de prácticas ilícitas, una lógica elitista, y vínculos incestuosos con el poder económico, lo que no cambiará por el hecho de impulsar candidatos presumiblemente nuevos o jóvenes.
Guillermo Moreno Barrios es Vicepresidente Partido Liberal de Chile.
La baja participación electoral marcó las elecciones municipales del pasado 23 de Octubre. Durante dicha jornada eleccionaria la protagonista fue la alta y alarmante cifra de abstención: un 65% de los ciudadanos chilenos ha decidido no acudir a las urnas. Dicho escenario se ha producido como un resultado natural y previsible de una crisis política que gravita en una profunda desconfianza en torno a las diversas élites –política, económica, religiosa y militar- y en la indignación generalizada a raíz de los múltiples escándalos de corrupción.
Así dadas las cosas, resulta evidente que la política atraviesa una compleja situación. El discurso recurrente contra los políticos y los partidos, así como la apatía en torno a los procesos de elección popular, suponen siempre un daño contra la institucionalidad de un sistema democrático. Debido a esto se hace necesario dar inicio a un nuevo ciclo político en el que converjan diversos esfuerzos por recomponer la confianza –valor esencial para cualquier democracia moderna- y promover un concepto de ciudadanía más activa, superando la indiferencia reinante.
El desafío inmediato no es otro que renovar la política, lo cual ha sido bien interpretado y canalizado por las fuerzas emergentes que buscan hacer las cosas de un modo distinto, rompiendo con los vicios de aquellos que han capturado la política durante décadas y persisten en mantenerse en el poder. Sin embargo resulta necesario plantear una idea coherente de lo que significa renovar la política y de lo que esto implica, más ahora que el duopolio pretende “renovarse” mediante el simple posicionamiento de nuevas caras visibles.
Renovar la política supone una nueva forma de practicarla, un esfuerzo colectivo de plataformas, movimientos, y partidos que propugnen una práctica de servicio público y una vocación representativa de cara a los ciudadanos. Esto requiere una manera distinta de hacer política, orientada al reencuentro con la ética, dándole un nuevo sentido que deje atrás la plutocracia y el nepotismo de una élite tradicional profundamente endogámica. Impulsar la regeneración de la política conlleva a replantear su ejercicio en función de principios como la transparencia y la probidad, tan vulnerados en los innumerables casos de corrupción protagonizados por los partidos tradicionales.
Sin embargo, y dado el reciente levantamiento de candidaturas que presumen renovación, es preciso advertir que ésta no puede ser una cuestión meramente superficial. Hacer gala de una renovación política cuando simplemente se está proclamando la candidatura de un liderazgo relativamente novedoso, da cuenta de una comprensión reduccionista y de una mirada interesada en torno a los conceptos que se han instalado con fuerza en el debate público.
La política de los conglomerados tradicionales ha evidenciado el predominio de intereses particulares, la reproducción de prácticas ilícitas, una lógica elitista, y vínculos incestuosos con el poder económico, lo que no cambiará por el hecho de impulsar candidatos presumiblemente nuevos o jóvenes.
En consecuencia, no se trata de iniciativas simbólicas. No basta con discursos grandilocuentes sobre escuchar a los ciudadanos, cuando aquella candidatura viene patrocinada por todo el aparataje partidario de los mismos que llevan décadas gobernando y legislando.
La presunta renovación que nos trae el Senador Alejandro Guillier o potenciales presidenciables como Felipe Kast, además de parcial –al reducirla a una cuestión generacional o de nuevos rostros- es contradictoria, pues una vez instaladas sus candidaturas, serán respaldados y acompañados por los mismos sectores que han abusado de la política desde el retorno de la democracia.
¿De qué renovación nos hablan?