Alejandra Bravo y la mentira de la “nueva derecha”

Buena noticia: la derecha sigue siendo la misma, aunque nos diga lo contrario ocultándose tras nuevos rostros que la hacen lucir joven y hasta moderna. ¿Por qué digo que es una buena noticia? Pues porque hoy es más fácil identificarlos con vocerías como la de Alejandra Bravo, quien en una entrevista con este mismo medio, de manera torpe y descuidada, sacó del maletín de los recuerdos todas esas confusiones y horrores conceptuales que han bañado por años su orgullosa ignorancia.

Esa derecha que se atrevió a hablar de derechos humanos, sin nunca haberlos respetado, a muchos nos parecía falsa, incoherente con su historia, poco sincera y hasta peligrosa. Era el lobo vestido de oveja, el motor de un relato que quería decirnos que ya no eran ellos, sino que ahora eran más modernos, se vestían con camisas desabotonadas y hasta tenían amigos homosexuales, como si eso rompiera con su pasado.

La ambigüedad con respecto a ciertos temas, junto al difuso discurso de que hoy piensan de acuerdo a los tiempos, ha sido una constante en este sector que se avergüenza de ser lo que es, y que intenta darle ciertos aspectos progresistas a su nueva conformación como conglomerado, cuando lo cierto es que siguen votando exactamente igual en el Congreso, y continúan defendiendo las mismas atrocidades de antaño. Pero eso prefieren no decirlo, al contrario, prefieren, a excepción de Jacqueline Van Rysselberghe, no contar muy fuerte que son lo que son, aunque sus actos nos demuestren que siguen siendo el misma fuerza política, sin ninguna revisión de sus ideas, y menos con una autocrítica de lo que hicieron en el pasado.

Eso Bravo lo demostró, ya que su subconsciente nos evidenció que por mucho que digan abrazar causas de igualdad, no es más que porque tal vez les salió un hijo gay, o simplemente porque no quieren perderse aparecer en los medios sin antes parecer sofisticados y “liberales”, cuando, en realidad, en el momento en que se les pregunta sobre el tema de manera concreta, y pidiéndoles que definan una postura, no hacen más que repetir una idea dogmática y caricaturesca sobre la sexualidad y la sociedad en general. Ya que, insisto, la derecha sigue siendo la misma y eso, a muchos de quienes queremos entrar en un debate ideológico prontamente, es una buena noticia.

Es cosa de hacer historia: se han rehusado a debatir ideas durante mucho tiempo disfrazando sus pensamientos de la “realidad”, como también escabulléndose para no revelarse ante nuestros ojos como lo que siempre han sido. En cambio, miran a todo el que está al frente como “ideologizado”, y cualquier postura que se aleje de esos postulados, los que tienen tatuados en su cabeza, les parece algo extremo, poco racionalizado y fanático. Sin embargo, hoy, gracias a las destempladas y poco procesadas declaraciones de Bravo, es que podemos ver que quienes se encuentran atrapados en la ignorancia del fanatismo siguen siendo ellos, por lo que nada ha cambiado del todo.

Hoy está el terreno para que comiencen las discusiones y las tomas de posiciones. La izquierda tiene una gran oportunidad para entender cuáles son las posiciones que debe tomar sin perderse ante las evasivas de una derecha que está mostrando su rostro y, junto con ello, nos está contando fuertemente qué es lo que siguen pensando aunque algunas veces intenten endulzarlo tras la mentira de la renovación.