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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Amar a Maluma y tu falta de reflexión

Me gusta Maluma, lo amo a veces, ¿y qué? Ése no es el problema, no es el gran problema que tenemos en Chile. El problema no es Maluma y sus letras, ni Arjona, ni Sin Bandera, ni el reggeaton; no somos mejores personas o de otro nivel porque escuchamos Sigur Ros, Hot Chip, David Bowie o Bach y Wagner.

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Valeska Núñez S. es Ha trabajado en educación, como profesora, tutora, investigadora y profesional de programas gubernamentales.

No soy la típica reggeatonera, no podría serlo a mis casi 40 años. Conocí a Maluma en mi antiguo trabajo, porque los viernes por la tarde poníamos música para cantar a todo pulmón, en una especie de catarsis de la semana. Mis compañeras de trabajo, mucho más jóvenes que yo, lo seguían y me contagiaron ese gusto. He escuchado a Maluma incluso después de esos viernes. He buscado sus videos en ocasiones para seguir conociéndolo y, ahora, dada la contingencia, he cantado sus canciones incansablemente durante los últimos días.

Escribo esto porque he sido testigo de varios fenómenos que ha provocado este cantante guapo y simpático.

El primer fenómeno y más evidente (que se da con casi todos los temas; pero más aun con los que salen a la superficie con facilidad) es la tendencia a sobre comentar lo que sea. Todos tienen derecho a opinar sobre todo y siempre en tono de “soy experto o experta en este tema” o “yo ya tenía estas ideas muy desarrolladas en mi cabeza”.

Me llama la atención porque trabajo en educación hace 15 años y la capacidad de reflexión y argumentación no es el fuerte de los chilenos. Mi miedo es que, más que opinión, hay una banalización y superficialización de las ideas, dando argumentos que salen desde el estómago solamente, con todo lo legítimo que pueda ser ello en ciertas ocasiones. No hay reflexión, sino solo emocionalidad.

Porque ahora resulta que la misoginia y el machismo es mucho más intolerable si viene de un hombre guapo y simpático como Maluma. Se problematiza una canción de él porque da cuenta de una hipersexualización y de la objetivación de la mujer. Y, sin ser una fanática de este estilo, pero escuchando esta música por más de 10 años en todos lados, yo me pregunto, ¿acaso el reggeaton no se basa en ello desde inicios de sus tiempos? ¿Por qué ahora tenemos que censurar la cuestión y ser expertos en estilos musicales y críticas sociales?

No vi criticas tan elocuentes para Wisin y Yandel ni menos para Trébol Clan con su “Agárrala, pégala, azótala, pégala / Sácala a bailar que va a to’as“. ¿Por qué? ¿Porque ellos no son tan guapos o suficientemente famosos? ¿No importa el machismo de sus frases porque no son tan populares?

Este estilo de música es solo una de las miles de manifestaciones culturales y artísticas que están a disposición de las personas. Pero no, nos quedamos con lo trivial, con lo que vemos en la tele y el Facebook y Twitter y ahí nos detenemos. Solo emoción, sin investigación ni mirada crítica. Yo entiendo que el reggeaton, como todo, no es una verdad absoluta, es una manifestación que revela una postura y cada uno ve si adhiere o no o, si lo disfruta o no.

Yo lo paso tremendamente bien escuchando y bailando Maluma. Alguien me dirá “es un producto del mercado”, “lo que hace es venderse y ganar dinero”, “lo que hace no es música”. Bueno, yo respondo, como muchos que nos ganamos el dinero como producto del mercado, como muchos que creen que hacen arte y al final quién es una para juzgar lo que es o no de calidad. Es una cosa más bien de gustos.

De hecho, si es por machismo y misoginia existen años de historia musical. Solo por poner algunos ejemplos que tengo en la cabeza: Ricardo Cocciante con su “ahora desnúdate, sabes hacerlo bien”, Calle 13 con “atrévete, súbete la minifalda hasta la espalda”, El Otro Yo con “serás mía y estas bajo mi control” e incluso los Beatles con “prefiero verte muerta que con otro hombre”.

Segundo fenómeno, y más importante aún, es la categorización de seres humanos a partir de la música que escuchan. Y me doy el tiempo de desarrollar este texto, porque me molesta profundamente la desigualdad y la falta de oportunidades que cargamos como una cruz en nuestro país. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?, se preguntarán.

Primero, hay un supuesto de que se podría hacer un cruce entre los que escuchan reggeaton, rancheras, rock, pop, indie y demases, con los ingresos mensuales per cápita o los sectores en los que viven y que tendríamos un match perfecto. Así, los que escuchan reggeaton, suponemos, pertenecen a un grupo de sectores populares, de bajo capital cultural y sin expectativas, mezcla que se da más de lo que quisiéramos en Chile. Por lo tanto, escucho reggeaton y entonces soy “flaite”.

Escucho y me gusta Maluma y no entiendo que sus letras sean hipersexualizadas; no, no puedo entender esa cuestión, es una verdad. Porque ese es el supuesto, que escuchamos reggeaton y no entendemos nada; pero escuchamos rock británico o música clásica y somos seres superiores, sensibles y reflexivos.

Por otra parte, tenemos a las chiquillas o a los chiquillos más cercanos al ABC1 perreando hasta el sótano, pero eso nos parece más bien divertido, casi natural, porque quién podría cuestionar el grado de machismo o de entendimiento de esos jóvenes. A ellas y ellos les perdonamos que escuchen reggeatton, porque sabemos que tienen mucho más de un libro en casa y que van o fueron a colegios muy distintos de los otros reggeatoneros.

Me gusta Maluma, lo amo a veces, ¿y qué? Ése no es el problema, no es el gran problema que tenemos en Chile. El problema no es Maluma y sus letras, ni Arjona, ni Sin Bandera, ni el reggeaton; no somos mejores personas o de otro nivel porque escuchamos Sigur Ros, Hot Chip, David Bowie o Bach y Wagner. 

El problema es la incapacidad de hacer un análisis, de elegir con argumentos, con información, con conocimiento, la incapacidad de tomar distancia, de no quedarse en la emocionalidad. Incluso es más, el problema es que ni siquiera tenemos la oportunidad de simplemente elegir lo que escuchamos. No tenemos la oportunidad en este país de conocer todo lo que existe en términos culturales y, aun así, quedarnos con Maluma.

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