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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Perdónanos, Nabila

Tu rostro desfigurado en la pantalla de mi televisor me hace llorar pero también prometerte, querida Nabila, que por ti, que por todas esas otras mujeres cuyos rojos desdibujados aparecen en el reflejo de mi ventana, no seguiré callando. Levantaré mi rostro, así como tú lo hiciste en el estrado, Nabila, y no callaré más. Responderé y me defenderé cuando alguien me piropee en la calle.

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Janet Noseda es Psicóloga. Magister en psicología clínica. Especialista en género y diversidad sexual.

Veo tu rostro desfigurado, sin tus ojos, la boca con secuelas de los golpes que te dieron con una piedra y no puedo evitar que una lágrima ruede por mi mejilla. Ese cuerpo, tu cuerpo mutilado ahí en el estrado, representa los cuerpos de todas aquellas mujeres que viven violencia por parte de sus parejas. No sólo viviste la más brutal golpiza, sino que con valentía, pediste que tu relato fuera televisado para que no hubiese más víctimas.

Hablaste con la frente en alto, ahí frente a tu agresor, el mismo que te agredió, el mismo al que le temías. Tu cuerpo mutilado, Nabila, representa la mutilación de Chile, esta sociedad tan machista, misógina y violenta con las mujeres. Todos y todas, al ser parte de esta sociedad, somos tanto víctimas como victimarios. Es la sociedad con su entramado de creencias y costumbres machistas, la culpable de tu agresión, de la pérdida de tu vista y si yo vivo en esta sociedad, también Nabila soy culpable.

Soy culpable mientras calle, mientras guarde silencio frente al acoso callejero, el embarazo forzado, por miedo a ser llamada feminazi. Soy culpable cuando me siento mal por haber subido de peso, por cómo me veo, por compararme con ese estúpido ideal de belleza que nos imponen desde pequeñas .Soy culpable Nabila y te pido perdón desde lo más profundo de mi alma.

Tu rostro desfigurado en la pantalla de mi televisor me hace llorar pero también prometerte, querida Nabila, que por ti, que por todas esas otras mujeres cuyos rojos desdibujados aparecen en el reflejo de mi ventana, no seguiré callando. Levantaré mi rostro, así como tú lo hiciste en el estrado, Nabila, y no callaré más. Responderé y me defenderé cuando alguien me piropee en la calle.

Opinaré y rechazaré el piropo cuando surja el tema en una conversación entre amigos. Gritaré fuerte y claro no más femicidios. Marcharé por el derecho a aborto terapéutico, para que no más mujeres ni niñas sean obligadas a parir, forzadas, vejadas e incluso violadas. Opinaré en las calurosas discusiones familiares que estoy a favor del aborto, porque embarazarse no es un mero trámite, porque tal como dijo la OMS, las mujeres deben elegir cuando quieren embarazarse y cuando no.

Por ti, Nabila, denunciaré a viva voz cuando vea a un hombre violentar a su pareja en la calle. Seguiré escribiendo, mi querida Nabila, sobre los derechos de las mujeres, sobre la violencia de género. Por ti, Nabila valiente y hermosa, enseñaré en mis clases la teoría de género y crearé conciencia en las mentes jóvenes de las desigualdades de género, las brechas salariales, los prejuicios, las injusticias.

No podemos mirar el televisor y sentirnos ajenos a esta tragedia. ¿Vives en Chile? Pues eres tanto víctima como victimario de esta horrenda historia. Nada te devolverá tus ojos, Nabila. Nada de lo que hagamos borrará las cicatrices de esa roca que golpearon contra tu cabeza pero te prometo, Nabila valiente y hermosa, que no olvidaré tu imagen, que seré fuerte y valiente, igual que tú. Ya no me incomodará ni avergonzará decir fuerte y claro: SOY FEMINISTA.

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