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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Beatriz Sánchez y la supuesta “pureza” moral del periodista

"Es la idea de que la política necesita gente que esté lo suficientemente lejana a sus lógicas y sus defectos y virtudes, convirtiéndose así en peligrosos líderes morales en vez de sujetos de carne y hueso que entiendan y, por lo mismo, superen las supuestas “perversiones” a las que se ven expuestos quienes ejercen cargos públicos".

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Con la aparición de la periodista Beatriz Sánchez como posible carta presidencial para el Frente Amplio, algunos llegamos a una conclusión que se respiraba en el ambiente: hay tanto desprecio por todo lo que suene a “política”, que buscamos ponernos del lado de “los buenos” para no sólo fortalecer la democracia, sino también nuestras muchas veces petulantes ansias de despolitizar el ejercicio político y convertirlo en un lugar de santos, monjes o, en este caso, periodistas fiscalizadores.

Así es, porque esta nueva izquierda, que aparece en tiempos en que es tan necesaria, prefirió hacer caso al insistente y a veces hasta cansador grito del “buenismo progre”. Prefirió entrar al ruedo con un rostro puro, impoluto y con sonrisa casi brillante, la que transforma todas las justas causas y las esperanzas de cambio en simples lugares comunes. Como si hubiera cercanía entre opinar de política por radio y ser Presidente de la República.

¿Por qué se decidió seguir los errados pasos del Partido Radical? ¿Por qué optaron también por priorizar la cercanía mediática antes que las ideas y la construcción de algo concreto? ¿Creerán también que la experiencia en el periodismo da armas para hacer política? Sí es así, claramente están equivocados y confundieron los roles que deben ejercerse en una democracia.

Es preocupante que, de un día para otro, los periodistas hayan creído que el ejercicio público necesita de su agudeza y su visión sobre lo que las autoridades deben o no hacer. Porque, desde el momento en que se quiere ser noticia y no ser el intérprete de esta, entonces es cuando no sólo se cree que con los puros valores de este “nuevo periodismo” se puede conducir un país, sino que también se ahonda en la idea de que la política es una suciedad que debe ser limpiada por la pureza de quien estuvo en el otro lado por años.

Lo que pasa con Beatriz Sánchez y Alejandro Guillier es algo bastante parecido a lo que pasa con Farkas o ahora con el “nuevo Luksic”. Es la idea de que la política necesita gente que esté lo suficientemente lejana a sus lógicas y sus defectos y virtudes, convirtiéndose así en peligrosos líderes morales en vez de sujetos de carne y hueso que entiendan y, por lo mismo, superen las supuestas “perversiones” a las que se ven expuestos quienes ejercen cargos públicos. Porque esta lógica es la que nos va a llevar a que nuevamente salga electo un ex Presidente que lo hizo mal y confundió sus negocios con su cargo.

Según creo, resulta bastante peligroso querer transformar a la política en otra cosa. Llenarla de efectos y querer que quienes nos gobiernen sean los mismos que escuchamos en la radio, o leemos en los medios, es no entender que la forma de en que se puede solucionar la crisis de credibilidad es politizando a nuestros representantes en vez de mediatizarlos. Ya que no se puede superar este problema de confianza llevando a personas “confiables”, sino trabajando para lograrlo sin nunca caer en la obsesión por poner a la transparencia como si fuera el único valor de quienes ejercen representación pública.

Hacer periodismo político no es lo mismo que ser político, y está bien que así sea, porque son actividades que ejercen distintos roles y se complementan. Querer, en cambio, transformar a los profesionales de los medios en desinfectantes de los pasillos del poder, es matar la principal actividad de nuestra democracia y, de pasada, el periodismo mismo.

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