La muerte cerebral del Partido Socialista
El Partido Socialista ya no solamente no es la casa grande que aglutinó a la izquierda en las décadas anteriores a la dictadura, sino que hoy pareciera ser solamente una carcasa gigante o más bien una máscara que esconde la muerte cerebral de un partido tan fundamental para nuestra historia.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
El PS eligió finalmente a un candidato. Su nombre es Alejandro Guillier y pareciera ser la carta con la que algunos socialistas quieren mantenerse en el gobierno debido a sus números en las encuestas. Atrás quedó Ricardo lagos y toda su solemne estampa de salvador de las instituciones y el orden democrático, ya que, al parecer, muy pocos dentro del partido de Allende creen que el ex Presidente sea sinónimo de futuro
Pero seamos sinceros. El PS hace mucho tiempo que no piensa en el futuro. Al contrario, sólo piensa en ganar, en poder seguir llevando el nombre “socialista” sin que ello requiera mucho esfuerzo, ya que el replantearse o hacerse preguntas es algo que creen que ya se hizo en demasía en el pasado. Hoy sólo queda arrimarse a una buena opción que diga palabras bonitas y use términos que no resulten desagradables.
Por eso es que Guillier es la oportunidad perfecta para fingir como si hicieran algo sin hacerlo realmente. Su rostro, su sonrisa y sus palabras fáciles y con tufillo republicano son para ciertos socialistas parte de una gran excusa que les sirve para esconder el retraso de la discusión ideológica que tantos esperan. Discusión que también intentan aplastar pronunciando frases que hacen alusión a figuras emotivas, y que suenan algo patéticas a esta altura, como el “espíritu socialista”, sin que este se perciba realmente en ningún rincón de los pasillos de la colectividad.
¿Por qué no detenerse y discutir como lo hicieron tantas veces anteriormente? ¿Acaso creen que su historia los disculpa para evitar cualquier debate hacia el futuro? Es extraño. Pero pareciera como si descansaran sobre los hombros de Salvador Allende para así no tomar ninguna decisión real acerca de lo que viene. Es como si los próceres del pasado-incluso el Lagos de 1988 a quien mencionan como si estuviera muerto- fueran la credencial para así no preguntarse si es que realmente pueden seguir preguntarse si son o no de izquierda.
Hoy el Partido Socialista le tiene miedo a las discusiones que tanto alentó en el pasado. Por eso es que prefieren ignorar propuestas como las de Fernando Atria y hacer como si no lo escucharan, como si sus propuestas fueran ilusas y no formaran parte de lo necesario para hacerse preguntas, construir fundamentos sólidos e intercambiar posturas con la fuerza con que lo hicieron alguna vez.
Parece que ya no hay tiempo para mostrar esa fuerza. No hay voluntad para levantar la voz y enarbolar principios concretos. La rapidez electoral ha consumido todo resto de cordura o sensatez, ya que los resultados de encuestas, hechas por los mejores amigos del principal contendor, son un motivo de acción más importante que justificar correctamente el nombre que llevan para estamparlo con más fuerza hacia el futuro.
El Partido Socialista ya no solamente no es la casa grande que aglutinó a la izquierda en las décadas anteriores a la dictadura, sino que hoy pareciera ser solamente una carcasa gigante o más bien una máscara que esconde la muerte cerebral de un partido tan fundamental para nuestra historia.