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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Parisi y el voto evangélico

La lógica indica que los candidatos con mayores posibilidades de ganar tienen discursos más difusos programáticamente, mientras que aquellos con menor intención de voto buscan definiciones concretas.

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Mario Herrera es Magíster en Política y Gobierno, Cientista Político UDP. Actualmente académico de la U. Talca y coordinador del Centro de Análisis Político (CAP-UTALCA). Ha realizado asesorías tanto para el sector público y privado como para fundaciones y ONG. En el plano académico, ha desarrollado publicaciones sobre reformas políticas, trayectorias políticas y vínculos entre representantes y electores

La semana ante-pasada Franco Parisi lanzó su candidatura presidencial. El candidato intentará nuevamente llegar a La Moneda tras obtener un 10,1% de las preferencias en 2013. Parisi, sin partido ni plataforma política, logró el cuarto lugar, a solo 57mil votos de ME-O. Lo esperable sería que intente reeditar la estrategia de 2013: un mensaje directo a la gente, soluciones simples desde la economía y una crítica al tradicional eje izquierda-derecha, apareciendo como el candidato “de la gente”. No obstante, Parisi presenta su candidatura acompañado de organizaciones vinculadas al mundo evangélico. La estrategia, en principio, puede no ser mala. Los grupos evangélicos tienden a ser disciplinados, verticales y relativamente homogéneos en sus preferencias. Por lo tanto, es más fácil ser congruente con un electorado con percepciones similares. Los evangélicos representan a cerca del 17% de la población chilena.

La lógica indica que los candidatos con mayores posibilidades de ganar tienen discursos más difusos programáticamente, mientras que aquellos con menor intención de voto buscan definiciones concretas. Por lo tanto, no parece extraño que Parisi haya adoptado las posturas valóricas de los evangélicos. El problema es el cambio radical en sus posiciones respecto a 2013. Cambiar de opinión es legítimo, pero un vuelco programático tan radical puede generarle problemas. Esto, teniendo en cuenta de que Parisi estuvo a favor del matrimonio igualitario y aborto en 2013, tal como lo consignó su programa de gobierno y en sus declaraciones en diferentes medios durante la campaña, mientras que en esta oportunidad defiende el matrimonio como sacramento religioso y está en contra del aborto.

En esta columna me propongo analizar las bases de apoyo de Parisi en 2013. Primero, ver si su intención de voto en 2013 fue transversal según religión. Segundo, evaluar el perfil de su electorado en temas valóricos.
En primer lugar, Parisi no contó con la intención de voto de los evangélicos. Solo el 8,1% de ellos manifestaba que votaría por el candidato. En contraste, los evangélicos mayoritariamente tenían intención de votar por la candidata de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, quien tuvo el 50,3% de las preferencias. La intención de voto de Parisi era mayoritaria entre quienes no se identificaban con ninguna religión. Otro punto a destacar es que los evangélicos tuvieron una intención de voto por candidatos que estaban a favor del matrimonio igualitario y el aborto. Un 57,2% de las preferencias de los evangélicos se dividían entre ME-O y Bachelet. Por lo tanto, el voto evangélico no necesariamente es programático.

En temas valóricos, como muestra el siguiente gráfico, también se observan diferencias. Si bien el electorado de Parisi estuvo mayoritariamente contra el matrimonio igualitario y la adopción por parejas homosexuales, su porcentaje no es muy diferente del resto de los candidatos. Por otro lado, en el aborto hay diferencias considerables entre las preferencias de sus electores de 2013 y sus propuestas para esta elección. En específico, un 77,5 y 74,5% están a favor de legislar el aborto cuando corre peligro la madre o si el feto es inviable. Incluso en el caso de violación, donde hay menores apoyos en todos los candidatos, el electorado de Parisi está más de acuerdo que en contra.

Por lo tanto, Parisi parece estar en la dirección equivocada. Por salir en búsqueda del 17% de la población, puede terminar dinamitando lo cerca en 2013. Es decir, el tercer lugar. Si el discurso programático le genera problemas y no cuenta con una estructura partidaria para generar vínculos clientelares, la única opción que tendrá el candidato será apelar al carisma para pasar a segunda vuelta. Esta fórmula fue exitosa en 2013. Parisi logró apelar a electores jóvenes y desafectos, logrando posicionarse, sin un partido político detrás, con un 10,1% de las preferencias. Su éxito está determinado por la cercanía con los electores y no necesariamente por sus propuestas programáticas.

Finalmente, es esperable que los candidatos tomen riesgos, sobre todo si se no encabezan las encuestas. Esto es aún más crítico en un escenario de alta fragmentación donde se advierten fracturas en las coaliciones más grandes y la emergencia de candidatos exógenos de derecha e izquierda.

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