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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Masculinidades y la poesía

"Afrontar el modo que somos socializados y abrir la posibilidad de que la violencia entre hombres, y hacia sí mismo, podría ser pensada como una violencia de género".

Por Devanir da Silva Concha
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Devanir da Silva Concha es Antropólogo de la Universidad de Chile. Diplomado en Género y Sociedad de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y con Masters Degree de Gothemburg University.

Una de las dimensiones que supone el patriarcado que no le pertenece al sujeto masculino es la dimensión poética. Aquella relacionada con el sentir y el vivir como práctica de la vida.

Poetas hombres hay muchos. Incluso eso es argumento para decir que hay patriarcado dado que se invisibiliza a las mujeres poetas. Ahora bien, ser poeta no garantiza ser distinto, o ser un masculino disidente del patriarcado, ni ser una mujer combativa de la estructura hetero-patriarcal.

Pero me llegó este poema de Derek Wallcott (de las Antillas) por las redes sociales, y me conmovió y llamó la atención. ¿Por qué? Porque podría ser leído en función del auto cuidado emocional de los varones.

Esto podemos verlo en relación a un reportaje de la televisión donde se veía a choferes hombres agrediéndose en la calle, un espacio en donde el dominio masculino se disputa día a día. Los psicólogos hombres entrevistados, decían que esa actitud se debe a la ausencia y poco cuidado de la salud mental de los varones, rasgo propio de una masculinidad tóxica.

Frente a esto el acto escritural, incluso este, es considerado como un acto de redención y de auto-tratamiento, dado las posibilidades de revisarse en la dimensión emocional e intelectual.

Es también cierto que podemos escribir mucho pero no ir a ninguna parte. Por eso los poemas son interesantes porque hacen justamente lo contrario. Un segmento corto, como el escrito por Wallcott, puede llevar lejos.

El patriarcado entonces nos afecta de manera contradictoria. A veces nos favorece y otras nos daña. Esto porque nos dice que podemos y muchas veces debemos actuar y defender a “los débiles” y así obtener beneficios simbólicos haciéndolo. Mientras que -por otro lado- también nos dice que debemos aguantarnos y no ser ni mostrarnos débiles.

El resultado, a veces, de esta situación es el femi(ni)cidio. ¿Cuántos de los hombres asesinos vivieron bajo los preceptos del patriarcado, omitidos por la sociedad de ser vistos como sujeto, cuando niños, adolescentes y adultos? Los casos de los tiroteos de EE. UU. y la presencia exclusiva de hombres asesinos es parte del fenómeno al cual me estoy refiriendo.

El hombre violento, producto tan abominable y detestable del patriarcado, no es visto en cuanto a su proceso de construcción sino como un producto del mismo. No es esta afirmación un intento de exculpación sino de comprensión de la producción de varones violentos, fruto de un proceso de violencia invisibilizado hacia ellos mismos.

Hay un proceso endógeno de violencia hacia si mismo que pocas veces se puede visibilizar pero que constituye en una instancia fundamental para aportar en el desarme del patriarcado.

La subjetividad y la violencia en sujetos masculinos es una relación entre la dimensión micro y macro, y en la cual la dimensión de la vida emocional sí tiene directa relación con el modo en que estructuralmente se nos moldea, casi independientemente de nuestra clase, generación y etnia. Se evidencia una dimensión transcultural masculina hegemónica que ha comenzado a visibilizarse en sus fisuras y es tiempo de situarse en ellas para hacerlas implosionar.

La contracara de la violencia podría ser la poesía. A pesar de esto sería necesario tener consciencia, primero, que la violencia no va a desaparecer y, segundo, que la poesía es una buena herramienta para reconfigurar la memoria y socialización masculina tóxica, hacia sí mismo y Otrxs.

Afrontar el modo que somos socializados y abrir la posibilidad de que la violencia entre hombres, y hacia nosotros mismos, podría ser pensada como una violencia de género. Las relaciones violentas entre varones, independientemente de la orientación sexual, es un elemento estructural y que plantea, lamentablemente, la violencia como modo de diálogo socialmente validado para los varones, y repudiado socialmente en las mujeres.

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