Emmanuel Macron…¿filósofo?
"Pero lo fundamental es que su pensamiento crítico -sea elaborado o mayormente intuitivo- lo llevó a entender el fenómeno político y cotidiano mejor que sus rivales, y cimentar un discurso de cambio hacia la institucionalidad y sociedad".
Ernesto Evans es El Dínamo.
Interesante es el triunfo de Emmanuel Macron en Francia. No sólo por su vertiginosa carrera, desde un ministerio de Francoise Hollande, a Presidente de la República; no sólo por su posicionamiento político de apoyo a Europa y de centro -aunque en lo personal creo que “centro” es una categoría poco sustantiva-, o por su corta edad para ser elegido en el cargo más importante de una nación. Macron, además, estudió filosofía y administración de empresas, y estoy convencido que su base dialéctica, al escuchar algunos de sus planteamientos, viene de sus estudios filosóficos.
Los filósofos en Francia gozan de prestigio y exposición mediática. Es el caso de Michel Onfray, que exhibe un pensamiento que pretende dar respuestas a temas actuales como, por ejemplo, las religiones, particularmente el cristianismo e islamismo: “pues el islam niega, por definición, la igualdad metafísica, ontológica, religiosa y, por ende, política” (tratado de ateología). Además, se lo puede ver en muchos videos, noticias y exposiciones, promocionando abiertamente su pensamiento.
Una columna escrita sobre el nuevo presidente galo, lo instaló casi como el “filósofo rey” de la República de Platón. El viejo ateniense se inclinaba abiertamente por un gobierno de los sabios, una aristocracia del conocimiento donde los más capaces puedan conducir al rebaño ignorante del pueblo por la senda de la virtud. Otros medios han sido más prudentes, y lo han calificado de técnico y romántico, banquero y poeta, que se ha vendido a sí mismo como una especie de Steve Jobs de la política francesa”. El mismo Onfray ha puesto en duda si hay profundidad en su pensamiento: “se ha exagerado mucho la relación del presidente electo con Ricoeur: no fue su asistente”.
Resulta evidente que no estamos en presencia de un Bertrand Russell en materia de profundidad, extensión y reflexión filosófica, quien, además, fue un notable activista político. Pero no debería despreciarse la influencia de la filosofía en el nuevo presidente galo. Para haber sido electo, deberíamos poder afirmar que ha logrado, con éxito, desentrañar e interpretar el fenómeno político de manera metódica y distinta: “Todo el mundo nos dijo que era imposible, pero no conocen a Francia”, afirmó en su discurso de la victoria.
Y como señaló un académico francés, Macron está buscando “desarrollar una política económica de apertura en términos liberales, pero también perseguir una mayor igualdad”. Dos variables que, vistas sin mayor análisis, podrían estar posicionadas en las antípodas, y de forma irreconciliable. Pero al acercarse los extremos, -como la curvatura de una lira- en su tensión podría producir una armonía políticamente exitosa, impulsando un liberalismo moderno, pero con contenido social: algo que le haga sentido a los ciudadanos.
Pero lo fundamental es que su pensamiento crítico -sea elaborado o mayormente intuitivo- lo llevó a entender el fenómeno político y cotidiano mejor que sus rivales, y cimentar un discurso de cambio hacia la institucionalidad y sociedad. El mismo Isaiah Berlin estuvo convencido que la filosofía, en nuestra era, debe aportar una visión crítica de la sociedad, no en términos destructivos sino constructivos. Una mirada crítica de las institucionalidad francesa pero con propuestas de cambio propuso Macron, y ganó..¡la filosofía no ha muerto, viva la filosofía¡