Ni humanista ni cristiana
"Despenalizar el aborto es, pues, una cuestión de justicia. Que no haya delito sólo para las pobres. En contra de lo que dice la señora Alvear, esto sí parece ser humanismo".
Andres Opazo B. es Máster en teología de la Universidad Católica de París y Doctor en Sociología de la Universidad de Lovaina. Ex Sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones.
Hace una semana apareció en el diario El Mercurio una entrevista a la personalidad demócrata cristiana que es Soledad Alvear. Lo principal versaba sobre la coyuntura política, pero también se abordó el tema del aborto, dado su manifiesto compromiso con el conservadurismo católico opuesto a su despenalización. Decía que condenaba el aborto en nombre de su humanismo cristiano. Entonces me hice la pregunta: ¿es realmente humanista y cristiana su opción? Por supuesto que no prejuzgo sobre la persona de Alvear, si ella es humanista y cristiana. Sólo me atengo a su postura sobre el tema.
¿Es humanista tal postura? Lo sería si se valorara, antes que nada, la dignidad de la persona humana, en su situación real y en sus posibilidades de realización individual y social; y esto por sobre consideraciones ideológicas o de doctrinas generales y abstractas. En nombre del humanismo, se supone, se debería tratar como persona humana al embrión de escasas semanas. Pero ésta es una cuestión no resuelta. La antigua escolástica se preguntaba si en ese embrión habría ya un alma humana, pues ya existían distintas conclusiones al respecto. La respuesta a esa pregunta no puede venir de la ciencia, pues ningún microscopio es capaz de captar la presencia del alma. Por esto el tema es de carácter filosófico y siempre conjetural. Para Santo Tomás de Aquino, el embrión sería sólo “potencialmente” humano, pero no en su realidad actual (según las categorías aristotélicas de potencia y acto). La Iglesia Católica fijó doctrina muy tarde, al volverse más rígida debido a la controversia que sostenía con el modernismo y el protestantismo. Sostuvo que el alma llegaba en el instante de la unión del espermatozoide con el óvulo. ¿Será convincente esta doctrina para la joven violada que decide abortar, movida por su angustia y humillación? Lo realmente inhumano sería obligarla a cargar para siempre con un hijo concebido por obra y gracia de una extrema violencia, y que le condiciona, además, toda su vida y todos sus sueños. ¿Dónde quedaría el humanismo?
Por otra parte, el proyecto de despenalización del aborto no obliga a nadie a abortar. Sólo persigue su despenalización. Y esto vale para el 80% de las mujeres que se atienden en el sistema público de salud, pues las que poseen recursos económicos abortan en clínicas privadas. La actual ley afecta, pues, sólo a las mujeres que no pueden acceder a la medicina privada, por lo que, en defecto de una salud pública habilitada, deben acudir a abortos inseguros que les puede costar la vida. Despenalizar el aborto es, pues, una cuestión de justicia. Que no haya delito sólo para las pobres. En contra de lo que dice la señora Alvear, esto sí parece ser humanismo.
¿Es cristiana su postura? Diría en primer lugar que es bastante aventurado calificarse a sí mismo de cristiano, sin más. Antes de emitir un juicio al respecto, es preciso volver los ojos hacia Jesús, a su palabra y a su vida. El nunca habló sobre el aborto, que ciertamente se practicaba en su época. Sus inquietudes eran otras. Lo más característico suyo fue acoger a los enfermos, a los descarriados, a las prostitutas, a los denigrados como impuros por la ley judía. Jesús se plantó de cara frente a la ley. Si condenó el divorcio legal, fue porque en su tiempo dejaba en la total indefensión a la mujer. “Misericordia quiero, no sacrificios”. Y así ponía la vida humana por sobre los preceptos religiosos. Criticó fuertemente a los fariseos por su obsesión por la ley, y los calificó de hipócritas. “Ay de vosotros los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, pero vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos” (Lucas, 11, 46). Quizás sólo esta frase de Jesús en respuesta a los fariseos, es suficiente para inspirar una posición cristiana frente al aborto. La mayoría de las mujeres que deciden practicarlo, lo hacen sumidas en un gran sufrimiento y duda. Se encuentran expuestas a una disyuntiva feroz, entre la vida de un futuro hijo, u otros bienes legítimos de carácter personal o familiar. Y la moral tradicional dice que al confrontarse dos bienes excluyentes, sólo la conciencia está llamada a decidir.
Por lo tanto, ponerse en el caso de la mujer atribulada es más cristiano, más evangélico, más acorde con la práctica de Jesús, que aplicar el rigor de una ley inhumana. Es por esto que me causó desconcierto leer que Soledad Alvear condenaba la ley de despenalización del aborto en razón de su humanismo cristiano. Su postura, pues, no parece ser ni humanista ni cristiana.