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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Pague para ser científico

"Al recibir el artículo o tesis, hay que poner en marcha una farsa de evaluación ciega por pares. Por ejemplo, podemos decir que el artículo 'necesita actualizar las referencias y ajustarse mejor al formato', ya que esta afirmación es cierta para la mayoría de los borradores".

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Federico Navarro es Es doctor en Lingüística y se especializa en didáctica de la escritura académica. Es investigador visitante en el Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile. Cuenta con más de 75 publicaciones científicas en Alemania, Argentina, Chile, México, España, Perú, Portugal, Estados Unidos y Suiza. federico.navarro@uchile.cl

El negocio es así. Primero que todo, necesitamos un sistema científico que presione e incentive económicamente a los estudiantes avanzados, profesores e investigadores para que publiquen varios artículos internacionales por año. Idealmente, necesitamos un oligopolio de publicaciones científicas altamente selectivas que no paguen derechos de autor a los científicos, pero que sí cobren elevadas sumas a las instituciones y pares colegas que quieren leerlas.

Mejor aún si para ganarse una beca o subsidio que permita investigar y publicar haya que tener, previamente, un gran número de publicaciones, por más ridículo que esto suene. Estas condiciones generaran un buen clima para nuestro emprendimiento, a pesar de ciertas protestas aisladas, como renuncias masivas a la mega editorial científica Elsevier.

Luego, elegimos un nombre para nuestra revista científica, preferentemente en inglés. En lo posible, pensemos en un nombre que pueda incluir un trabajo sobre tratamientos para cáncer de piel junto a otro sobre el cine postdictadura. Por ejemplo, la podríamos llamar Academic Exchange Quarterly o Research Chronicler. También es posible elegir nombres algo más específicos, pero por ello mismo menos sospechosos, como Journal of Interdisciplinary Histopathology. Basta googlear estos nombres para ver que ya fueron registrados, una pena.

Luego, agregamos pseudoindicadores y pseudo bases de indexación, que hagan parecer que nuestra revista cumple con algún tipo de indicador externo válido. Podemos ofrecer indicadores como Global Impact Factor o mostrar que la revista aparece en bases de datos como Scientific world index. Todo suena muy científico, pero es una farsa: son números inventados que no reflejan lo que los científicos leen.

Además, la revista debe contar con algún tipo de comité científico. En este caso, podemos ofrecer el respaldo de algún académico poco conocido o directamente sin nombre pero que compensa su anonimato con alguna filiación institucional norteamericana.

A continuación, hay que enviar correos de invitación masivos y recurrentes a investigadores jóvenes, presionados para publicar y sin formación respecto de qué revistas existen, qué calidad tienen y de qué manera se indexan. Dentro de lo posible, ese mail debe estar bien escrito en la lengua del destinatario, aunque un “seríamos interesados a publicar su trabajo en total” puede dejarnos al descubierto, como le sucede a la Editorial Académica Española (que en realidad habla alemán).

Al recibir el artículo o tesis, hay que poner en marcha una farsa de evaluación ciega por pares. Por ejemplo, podemos decir que el artículo “necesita actualizar las referencias y ajustarse mejor al formato”, ya que esta afirmación es cierta para la mayoría de los borradores. Otra opción es que el propio autor sugiera los evaluadores, de forma tal de establecer un pacto de silencio y mutua conveniencia.

Luego de todo esto, les cobramos una buena suma para publicar. El negocio está en marcha.

Puede suceder, sin embargo, que el artículo sea en realidad una completa farsa y quede en evidencia nuestro plan de negocios, como con la publicación del artículo “Get me off your fucking mailing list” (2014). Esto podría hacer que la comunidad experta comience a denunciar que nuestro negocio es espurio. En ese caso, podemos realizar amenazas y persecuciones a los denunciantes hasta que borren sus afirmaciones, como parece que le pasó a Jeffrey Beall.

Lamentablemente, nuestro negocio hará que se revaloricen bases de indexación anglocéntricas y de propiedad privada, que no toman en cuenta intereses y necesidades locales y regionales ni el bien común, pero que evitan este tipo de timos y fraudes. Para colmo de males, algunos colectivos pueden organizarse para divulgar qué revistas serias existen, como en el caso de dondelopublico.com, o incluso puede haber bases de indexación serias y de consulta libre como SCOPUS o, en Latinoamérica, bases de datos de gestión pública y orientación regional como Latindex, Scielo, Núcleo o Webqualis.

En cualquier caso, siempre quedará por ahí algún desprevenido para que nuestro emprendimiento crezca y se desarrolle.

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