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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Javiera Blanco no inventó el Sename

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Columnista.

Todos están escandalizados con el rechazo del informe Sename II. Algunos pretenden mostrarse más enrabiados que otros para que los miren y los aplaudan, como también para poder erigirse como líderes morales en las redes sociales o en cada espacio en el que pueden manifestar su descontento. “¡Nadie se preocupa de los niños!”, dicen de manera enfadada para congraciarse con ellos mismos y sus eternas ansias de estar del lado del “bien”.

Por ello es que sin siquiera haber leído el informe, ni mucho menos tomar en cuenta los factores políticos involucrados, estos predicadores de la “bondad” aparecen en todo momento y lugar para condenar, acusar, insultar, pero nunca para escuchar. Escuchar es de tontos o de “vendidos”, como les gusta decir, con el pecho inflado, cuando se refieren a la gestión de la ex ministra Javiera Blanco o a la votación en contra del texto de parte de la diputada Camila vallejo. “¡Nadie piensa en los niños!”, vuelven a gritar como si estuvieran clamando al cielo por justicia para las víctimas de un servicio que ha violado constantemente los derechos humanos de los menores de edad pobres de este país.

Pero nadie se detiene en eso ni en la razón por la que este servicio no funciona. Nadie, ni siquiera nuestra dormida izquierda, se pregunta si el modelo de desarrollo en que vivimos tiene que ver con el fatal destino de esos niños que aparecen en las cabezas de los representantes del “buenismo” solamente cuando quieren caerse bien ellos mismos. Nadie duda de esa curiosa idea que se instaló para hacernos pensar que una ministra, que estuvo un poco más de un año en su cargo, es la responsable de todo lo sucedido durante estos años.

Porque sí, lamento decirlo: la “malvada” Javiera Blanco no inventó el Sename. No es algo que se le haya ocurrido a ella o a Michelle Bachelet. La historia es más larga y tiene más recovecos que la simplificación que se ha hecho de lo sucedido con tal de sacar mezquinos provechos políticos. Por ello es que parece importante preguntarse, más allá de la anécdota, qué es lo que pasa en el Servicio Nacional de Menores, para así llegar a la incómoda resolución de que tal vez la visión ideológica imperante, desde hace más de cuarenta años en Chile, es la que ha matado a esos niños.

Pero hacer eso podría llevar a una conversación más larga y agotadora para quienes creen en la inmediatez como herramienta para hacer valer su muchas veces simulada indignación. La espectacularidad de los titulares de los medios derechistas, en cambio, parece más atractiva. Como atractivas son también las conspiraciones fantasiosas sobre lo que puede o no saber Javiera Blanco para ser la “protegida” de Bachelet que inundan de teorías las mediocres cabezas de los ofuscados de siempre.

En esto se ha convertido el debate actual. Es una competencia entre los que se sienten más aptos para condenar de manera más enérgica lo que se estime conveniente. ¿Leer lo que se discute? ¿Para qué, si resulta menos cansador detenerse a despotricar? Es mejor visto sumarse al grito masivo de la ignorancia que detenerse, aunque sea un momento, para notar que lo que había en el texto, más allá de lo que concierne estrictamente al Sename, era una manera de reducir la historia de esta polémica institución a los años en que Javiera Blanco fue ministra de Justicia. Nada más.

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