El peligro del Frente Amplio
"Su similitud con Piñera al mostrarse como los salvadores del fracaso y debacle social por la que atraviesa Chile, es ridículo y los hace ver poco serios".
Al analizar las declaraciones de los miembros de Frente Amplio quedo con la sensación de que, si bien tienen buenas intenciones y buscan cambiar el modelo político y económico, les falta experiencia y eso los hace caer en contradicciones políticas graves.
En algún momento no estaba claro cuál era su posición en el eje ideológico del sistema de partidos chileno, o eran de izquierda como muchos pregonaban abierta y fuertemente, o no era una coalición de izquierda, sino más bien “ciudadana” de diversos movimientos y partidos, como señalaron sus voceros en marzo de este año.
Ese transitar deambulante, quizás queriendo captar apoyo de donde venga como una coalición más bien práctica, similar a los partidos “atrapatodo” en que no hay definida una ideología determinada, para quienes creímos en sus intenciones de cambio político y social, se convertía en una confusión y posterior decepción por no saber ni entender para donde apuntaba el proyecto.
Por otro lado, el discurso público y las críticas constantes que realizan al sistema democrático los pone en una situación peligrosa que los ubica muy cerca de los partidos antiestablishment y que, al parecer, eso les resulta cómodo.
En la Ciencia Política a estos partidos, los han tratado de caracterizar bajo etiquetas como partidos de protestas, populistas o extremistas. Un partido antiestablishment construye divisiones específicas, contraponiendo la elite política a los ciudadanos, a la vez que a sí mismos.
Para Andreas Schedler, Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Viena, estos partidos son “imágenes vívidas y multicolores de fracaso político, que acusan a los partidos establecidos de formar un cartel excluyente, indiferente e irresponsable, y describen gráficamente a los funcionarios públicos como a una clase homogénea de villanos perezosos, incompetentes, que se autoenriquecen y están impulsados por el poder”.
En el Frente Amplio, los discursos que en el fondo son compartidos por gran parte de la población no logran llegar de manera adecuada. Claro está en el resultado de las primarias pasadas y el bajísimo porcentaje de electores que fueron a votarlo.
Esto porque, aparte de ser evidente la falta de experiencia, actúan como un partido antiestablishment, ordenando el mundo político de una manera particular, trazando un espacio triangular simbólico mediante la construcción de tres actores y de relaciones entre ellos: la clase política malvada representada por la Nueva Mayoría y Chile Vamos; el pueblo, como la víctima inocente y ellos mismos, los héroes que vienen a salvar a Chile de un sistema político perverso.
Una de las características principales que Schedler enumera para determinar si un partido político es antiestablishment es la desdiferenciación. Estos partidos acusan que la diferencia entre el gobierno y la oposición es irrelevante, que en realidad son iguales, que las diferencias, si las hay, son superficiales, cosméticas, porque en el fondo están coludidos. Es lo que escuchamos a diario en los comentarios, discursos y debates del Frente Amplio.
También está la irracionalidad, en donde las críticas se dan porque las personas que toman decisiones en el gobierno no son las adecuadas y son corruptas, y polemizan contra la traición, la injusticia y el autoenriquecimiento.
Los partidos antiestablishment adoptan retoricas similares a las de movimientos anti autoritarios y no solo expresan un déficit democrático, sino que el gobierno no lo es y lo definen como despótico. Les gusta describirse como víctimas sometidas a agresiones similares a las que reciben los ciudadanos normales procedentes de la élite política. El establishment político conspira para destruirlos.
Asimismo, buscan diferenciarse de los partidos tradicionales, se describen y son percibidos como actuando fuera del sistema de partidos. Pero no sólo están afuera, sino también contra él, por lo que tienden a desplegar estilos de oposición agresivos, de confrontación, con una argumentación expresada en metáforas de lucha y de guerra, dura e inflexible.
Los miembros del Frente Amplio se presentan como agentes del cambio, como los vencedores de la inercia en el mundo político, los motores de las reformas y las puntas de lanza de la revolución; pero caen en un problema complejo, ya que al igual que un partido antiestablishment, comparten el desprecio de los populistas por la intermediación política, sin embargo, los altos grados de personalización en su movimiento contradicen el discurso. Esto sucedió con el Partido Progresista, que partió bien, motivando a mucha gente, pero la excesiva personalización de Marco Enriquez-Ominami terminó por hundir ese proyecto y dejarlo sin militantes y ninguna capacidad de influencia en las discusiones y decisiones políticas del país.
Por ello, Alberto Mayol le hace bien al movimiento, es quien pone los frenos y contrapesos desde su conocimiento y retórica, a una práctica política casi infantil que hemos visto muchas veces, en donde la frase de “no entendieron nada” aplica con absoluta certeza a sus compañeros frenteamplistas.
Los problemas que tiene el Frente Amplio son, por una parte, dejar en claro que pertenecen al establishment político y no al campo de las fuerzas antidemocráticas, y por el otro, hacer creíble que se oponen a la élite política y no al sistema democrático. Aunque, siguiendo a Schedler, en ambos aspectos está latente la sospecha de hipocresía y la amenaza de fracaso.
La inexperiencia de sus dirigentes y candidatos es clara, su discurso de superioridad moral política en diversos temas que afectan al país es molesto y su similitud con Piñera al mostrarse como los salvadores del fracaso y debacle social por la que atraviesa Chile, es ridículo y los hace ver poco serios, más aún cuando aspiran a conseguir el voto de la izquierda, la que ante esos hechos los mira con desconfianza.
El peligro del Frente Amplio está en la indefinición, deben tomar una postura concreta entre si son parte del sistema o están fuera y contra él. Deben dejar de estar en el limbo político por respeto a quienes siguen creyendo en sus propuestas y para el bien del sistema de partidos y la democracia chilena.