El tuit de ADN Radio y por qué la prensa nos viola dos veces
"Es imposible negar el impacto que nuestras palabras causan en la sociedad. La forma en que transformamos acontecimientos en palabras e imágenes es clave a la hora de determinar por qué seguimos reproduciendo una lógica machista en las salas de prensa".
Karen Denisse Vergara Sánchez es Periodista e investigadora en temáticas de género y violencia
El pasado sábado, el portal de ADN en Twitter señalaba en un escueto tuit “Falleció menor que fue drogada y violada por su pareja”. Así titulaba el medio radial el caso de Andrea, otra más de las víctimas que engrosan la larga lista de mujeres asesinadas en Chile este año, a la cual también se suma en estos días Jaqueline de Lontué, quien murió tras el disparo que su ex pareja le propinó en la sien, mientras corría a buscar ayuda a la misma policía que días antes se había vuelto indolente ante su miedo.
Cuando ocurrió el femicidio de Lucía en Argentina en octubre de 2016, nos horrorizamos. Nos dolió leer su historia, lo que padeció durante esas horas que permaneció a merced de tres hombres que usaron su cuerpo para dañarla de forma irreversible. Mataron y empalaron a una chica que solo quería vivir su vida y ser feliz. Lucía fue el estandarte de la reactivación del movimiento #NiUnaMenos en América Latina. Y dentro de lo macabro de su caso, en Chile también sentimos alivio, porque el hecho había ocurrido tras las cordillera, porque en Chile no pasan esas cosas, porque acá los padres son más observadores, y la maldad y el machismo no coexisten de forma tan violenta y hermanada como en el país trasandino.
Sentimos que su caso pasó en otro planeta, así como los miles de asesinatos a mujeres y niñas en Ciudad Juárez, México. Pensamos desde siempre que las barreras geográficas nos mantendrían a salvo y de pronto nos damos cuenta que también ocurre aquí, que hace un mes y medio a una joven la balearon en la cabeza en Olmué, mientras ocultaba 23 semanas de embarazo. Que no es relevante que el victimario sea chileno, peruano o argentino, sino que el tema de fondo es lo que está haciendo que la violencia machista se perpetúe aquí y en tantos otros países, al punto que muchos sientan que somos de su propiedad.
Por esto mismo no podemos avalar errores mientras haya mujeres siendo asesinadas solo por el hecho de serlo. No podemos permitirnos errar en el titular y el contenido, entregándole una dosis de culpa a la víctima. Helen Benedict, investigadora británica, publicaba ya en 1992, el peligro que podía suponer la clasificación de las víctimas en los medios de comunicación por casos de violación o femicidio. Para ella, tras el análisis de la prensa en ese entonces, las mujeres que habían sufrido algún tipo de ataque sexual eran clasificadas de dos formas: vírgenes o vampiresas.
Se dice virgen cuando hablamos de la víctima ideal para la prensa, y que suele señalar la historia de una mujer abnegada (madre, con hijos), o una joven que fue atacada cuando cumplía sus deberes (como ir al colegio, por ejemplo), y se destaca su pureza o inocencia frente al hecho. En tanto la víctima consignada como “vamp” se presenta como una mujer que juega con el “instinto” de los hombres. Acá clasifican a las chicas que fueron con su consentimiento a reunirse con el agresor, las que caminaban solas por la noche o que llevaban vestimenta inapropiada a los ojos de quien la juzga. También influye la clase social: las jóvenes de escasos recursos son más estigmatizadas, sobre todo en casos relacionados a desapariciones. ¿Recuerdan cómo fue abordada la violación y muerte de las niñas de Alto Hospicio? Se dedujo incluso por el gobierno de turno y la policía, que éstas habían huído de sus hogares, aún sin pruebas para determinar aquello. Fueron encasilladas y etiquetadas como niñas que no era necesario buscar ni reclamar. Esto hasta conocer la horrenda verdad.
Es imposible negar el impacto que nuestras palabras causan en la sociedad. La forma en que transformamos acontecimientos en palabras e imágenes es clave a la hora de determinar por qué seguimos reproduciendo una lógica machista en las salas de prensa, la cual inconscientemente se traduce en titulares que hablan de víctimas que viajaban “solas”, iban “drogadas” o que habían desautorizado a su familia. De esa misma forma observamos cómo el victimario al declarar que era pareja de la joven, pasa a tener más crédito que lo dicho por el entorno de la víctima, quienes no conocían al sujeto en cuestión. Este tipo de relatos que inconscientemente buscan otorgarle algún grado de culpa a la víctima, incitan con mayor auge la virulencia de comentarios en redes sociales.
Hace algunos meses investigué en medios chilenos la noticia del suicidio de una joven tras un año de bullying recibido por la publicación de fotografías íntimas de ella con otro sujeto. Frases como “que se lo buscó”, o que derechamente “se merecía lo ocurrido”, son parte de lo que podemos ver en los mensajes, motivados por la nula empatía de las opiniones. Se produce así un trato vejatorio por parte de los lectores de medios, quienes suelen ser mucho más agresivos con las mujeres, en una especie de revalidación moral de la estructura patriarcal y machista, que seguirá teniendo aliados en las filas del periodismo si es que este no se plantea construir de nuevo la forma en que posiciona temas de violencia en la sociedad actual.