La autoritaria y peligrosa “segunda transición” de Piñera
"Chile Vamos, con esta iniciativa, intenta decirnos que ellos no gobernarán desde una ideología sino que desde “lo que hay que hacer”.
Francisco Méndez es Columnista.
A Sebastián Piñera se lo ha visto en su franja presidencial llamando a la “unidad” y a la vuelta de los “acuerdos”. Incluso, para darle más efectismo al punto que pretende instalar, se sirve de la figura de Patricio Aylwin con el objeto de convocar a una “segunda transición” que sería la solución para lo crispados que encuentra los ánimos actualmente.
Según repite en todo momento, Piñera busca hacer un gobierno en el que Chile se una para que así se pueda llegar a soluciones con el consenso de todos los sectores. Porque le parece preocupante cierta polarización- o politización- de quienes han sido críticos de lo que se construyó en los noventa.
Mirado desde lejos, este discurso parece bonachón y hasta agradable a los oídos de muchos. Sin embargo, resulta urgente ponerle contenido; es decir, saber si efectivamente se requiere de una nueva transición. O por lo menos entender que la que se desarrolló en Chile comenzó como un proceso necesario, para luego terminar siendo un instrumento de dominio ideológico de parte de quienes vieron en un país dormido la mejor manera de hacer política.
Por lo mismo, ¿se le debe atribuir virtuosismo a la transición y llegar al extremo de llamar a vivirla nuevamente? ¿Se puede ser de tal irresponsabilidad para aplaudir un momento político de tales características e instalarlo como una necesidad hacia el futuro? Me parece que no. O mejor dicho que sí, si es que quieres servirte de los miedos y las limitaciones poco democráticas que se requerían en ese entonces para no retroceder a la dictadura. Y ese es el problema: estamos en otro lugar de la historia. Por lo que recurrir a esa lógica sería un error autoritario. O un plan bien pensado para que no existan oposiciones políticas a tu eventual gobierno.
Eso parece el discurso de Piñera: una forma de volver a alimentar un texto” transicional” que para lo único que sirvió fue para enmudecer las demandas sociales y los antagonismos políticos entre los diversos sectores. Ese pareciera ser el ambiente que quisiera el ex mandatario para gobernar, dejando entrever una cierta imposición de una manera de percibir la democracia, sin que existan grandes diferencias y, por el contrario, predomine la curiosa idea de que una vez que estamos todos de acuerdo, todo funcionará a la perfección.
Sebastián Piñera intenta vestir con rostro amable una visión que sólo servirá para despolitizar a la sociedad. Querrá pintar con colores concertacionistas una peligrosa dictadura del acuerdo de la que Chile ha intentado sacudirse. No porque acordar una democracia sea malo, sino que porque, realmente, aún no se ha llegado a un acuerdo real, sino que a la subyugación de ciertos sectores ante otros. El consenso chileno siempre ha sido en torno a lo que un sector nos dijo que era la realidad. Y eso no tiene nada de democrático.
Por esto es que parece importante discutirle esta curiosa visión a la derecha. Y no lo digo desde una visión revolucionaria. Lo digo, en cambio, desde la defensa de la República. Ya que, según la concepción liberal de la democracia, la propuesta de Piñera es considerablemente antidemocrática y transforma las sanas diferencias en una sola unidad que las silencie.
Chile Vamos, con esta iniciativa, intenta decirnos que ellos no gobernarán desde una ideología sino que desde “lo que hay que hacer”. Porque el relato de la “segunda transición”, en el que intentan mostrar una sonrisa conciliadora, no es más que una nueva forma de esconder sus ideas e instalarlas como lo que se necesita para levantar un país que, según repiten, está sumido en una catástrofe porque comenzó a hacerse preguntas.