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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

De legados y ceguera

"La protección social está ligada a la solidaridad y a la disposición de dar más a quienes necesitan más apoyo del Estado, haciéndonos cargo de la situaciones de desigualdad que a menudo no pueden ser superadas por las propias personas porque existe una falla estructural que lo impide".

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Juan Carlos Tapia Espinoza es Ingeniero en Administración, se ha desempeñado como consultor de diversas empresas y en la Subsecretaría de Previsional Social. Fue coordinador de la Reforma Previsional en la región de Valparaíso y actualmente es director del Instituto de Previsión Social de esa misma región.

Mucho se ha hablado últimamente del legado del segundo gobierno de la Presidenta Bachelet. De que el legado va a ser éste, que será esto otro, que hay legado, que no hay legado. Y yo me pregunto: ¿cómo alguien podría dudar que la consolidación del derecho a acceder a educación superior de manera gratuita es parte de un legado incuestionable?

Desde la buena fe cuesta aceptar que exista tanta ceguera como para no advertirlo. Desde la mala (fe), sólo queda atribuirlo a la pequeña política y su mezquindad para admitir lo hecho por la Presidenta y su legado, entendido éste como lo que el testador deja a favor de alguien o aquello material o inmaterial que se entrega o transmite a los sucesores.

Pero puede ser cosa de tiempo. Probablemente no todos fueron capaces de reconocer en su momento lo que significó la creación del Pilar Solidario, que permitió instaurar un piso de derechos garantizados en materia de protección social que parecía imposible.

Lo cierto es que pasa el tiempo, se instala la costumbre, todo se normaliza y vuelve a ser insuficiente. Por esa razón es que hoy se vuelve a poner el foco en el tema previsional, que mejoró sustantivamente con los cambios incorporados en la primera administración de nuestra Presidenta, pero que hoy requiere con urgencia de nuevos esfuerzos para dar certidumbres a los chilenos y chilenas que no ven en la vejez el período del merecido descanso.

Desde 2014 se han puesto en marcha diversas iniciativas para proteger a las personas más vulnerables, entre las que se cuenta la eliminación total del 5% de la cotización de salud que se aplicaba a los pensionados mayores de 65 años, el incremento extraordinario del 10% en los beneficios del Pilar Solidario, que favorece a cerca de 1 millón 400 mil personas y el Aporte Familiar Permanente, destinado a los grupos de menores ingresos y llegando anualmente a más de 1 millón 600 mil hogares.

No es mi afán enumerar cada uno de los logros de esta administración, sino revelar parte de lo que a mi juicio es el valioso legado de la Presidenta Bachelet: volver a dar énfasis a la necesidad de dignificar a las personas, garantizar derechos sociales fundamentales y asumir como una prioridad la urgencia de restaurar la esencia de la Seguridad Social, con un marcado sello solidario.

Eso es tal vez lo que diferencia a este Gobierno del anterior: la conciencia de que el desarrollo no tiene que ver sólo con crecimiento y números, sino con la capacidad y voluntad de intentar que ese crecimiento se funde en la justicia, en la armonía y en la decisión de acortar las brechas que separan a los que tienen más de los que tienen menos.

La protección social está ligada a la solidaridad y a la disposición de dar más a quienes necesitan más apoyo del Estado, haciéndonos cargo de la situaciones de desigualdad que a menudo no pueden ser superadas por las propias personas porque existe una falla estructural que lo impide. Hacernos cargo es tratar de modificar esa estructura, que es el comienzo de todo el problema, porque supone vallas que no debieran existir.

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