Piñera, el candidato que ganará gracias a los medios de comunicación
"Por eso ganará Sebastián Piñera las próximas elecciones presidenciales. Porque ha insistido en afirmar cuestiones que suenan bien, pero nadie se ha detenido a observar si son ciertas o no".
Francisco Méndez es Columnista.
Ahí estaba Sebastián Piñera frente a su conglomerado presentando un programa en el que prometía realizar cosas que ya se habían hecho. Mentía con tanta convicción que parecía que construiría lo que realmente ya estaba construido. Lamentablemente, no contaba con que su discurso fuera a ser cuestionado.
Cuando secretarios de Estado le recordaron que mucho de lo que se prometía ya estaba hecho, desde el comando del ex Presidente acusaron intervencionismo por parte de La Moneda. No podía ser, ante sus ojos, que ministros salieran a defender sus gestiones ante un candidato que, hace años, viene acusando de inoperante a una administración que ya tiene operativas obras que este se atribuye como promesas de campaña.
No podían creer que desde el palacio de gobierno salieran a defender su legado. Lo encontraban una falta de respeto porque iba en contra de la principal fortaleza de la campaña del candidato de Chile Vamos: la vacía idea de la buena gestión de la derecha. Esa que ha llenado planas y planas de periódicos, sin que nadie aún pueda explicarnos dónde están los resultados que avalan las supuestas maravillas que realizó en los cuatro años que gobernó el país. Pero bueno, esa es la suerte de tener los medios a tu favor: puedes decir muchas cosas y nunca explicarlas.
De hecho, por eso ganará Sebastián Piñera las próximas elecciones presidenciales. Porque ha insistido en afirmar cuestiones que suenan bien, pero nadie se ha detenido a observar si son ciertas o no. Y con la ayuda de los alarmantes y terribles editoriales de los principales diarios y portales de este país, no es tan difícil sostener las mentiras ideológicas.
Piñera sin las “posverdades” de economistas y analistas de derecha no sería nada como candidato. Si no se hubiera establecido un relato de horror y desprolijidad que no es tal, el ex Presidente no marcaría lo que marca en encuestas que, curiosamente, hacen preguntas que solamente lo benefician a él y la historia del país que nos quiere contar. Por eso, una vez que se conocieron las verdades sobre lo que prometía en su programa, quedó desnuda una parte de su estrategia de campaña ante nuestras muy poco atentas miradas.
Sebastián Piñera ocupará La Moneda en los próximos cuatro años porque hay un grupo de gente con poder que se lo planteó como meta. Ya que, si es que somos realistas, el país no necesita nada de lo que él es o representa (si es que alguien sabe realmente lo que necesita Chile). Al contrario, si es que hay problemas concretos que afectan a la ciudadanía, son únicamente producto del sistema que él y sus amigos han intentado fortalecer por todas las vías posibles.
Sería bueno notar que acá no hay ningún caos. Si es que le podemos criticar cosas el gobierno de Bachelet, estas son la poca determinación y el constante miedo hacia lo que opinan al frente. Nada más. Lo demás son construcciones de parte de personas que ven en cada matiz una amenaza para lo que consideran como “lo correcto”.
Es cierto, el principal candidato de la Nueva Mayoría tampoco lo ha hecho muy bien. Al contrario, se ha demorado demasiado tiempo darle movimiento a su candidatura. Y las noticias sobre su campaña se centran en la conformación de un comando o la construcción de un programa. Pero por lo menos tenemos clara su ineptitud. No la esconde. No la disfraza con grandes discursos de miedo y pánico.
Piñera, en cambio, intenta ocultar su falta de proyecto detrás de los falsos defectos que le inventó a los otros. Trata de dar recetas sobre cómo hacer un buen gobierno gracias a la poca memoria de una parte importante del país, la que es ayudada por sondeos y noticias que ocultan lo poco relevante que fue su administración en toda área.
El líder de Chile Vamos es hoy el favorito para ganar el 19 de noviembre porque todos, incluso en la izquierda, nos creímos lo que nos contó. No hay ninguna otra razón.