Las 66 respuestas de Schnellenkamp
"Villa Baviera es un lugar peligroso. Es un pésimo ejemplo donde hay una torcida representación de la historia reciente y dolorosa ocurrida en nuestro país".
Luis Narváez es Periodista, colaborador de El Dínamo. Ha realizado y producido reportajes e investigación para La Nación, CHV y TVN
Realizando un trabajo especial para el programa En la Mira, de Chilevisión, llegué a la Cárcel de Cauquenes, en junio de 2014, con el realizador Patricio Godoy, para entrevistar a Gerd Sewald, autor de las “fichas de la Colonia Dignidad”. Pero al penal, donde cumplía cárcel como cómplice de delitos sexuales reiterados contra niños, se me informó que cambió de parecer y que se encontraba enfermo. Su salud se complicó después de ser visitado, unos días antes, por un jerarca de la Villa Baviera (ex Colonia Dignidad). Un mes después, murió.
Allí donde la justicia, no es eficaz para obtener información, el periodismo cumple un rol y puede ser un aporte a la verdad histórica. Esa era una tremenda oportunidad y fue frustrada.
Leí todas las declaraciones de los jerarcas alemanes, que compartieron el poder absoluto en los años de la dictadura para cometer una gama amplia de delitos. Sewald apenas había compartido algunos códigos, bastante obvios ante el juez Jorge Zepeda. Ya sea por incompetencia o factores culturales que se manifiestan frente a la imponente presencia de un europeo, en este caso alemanes, los interrogatorios siempre fueron tibios, carentes de estrategia y conformistas.
Este juez, que investigó 17 años los crímenes cometidos por la Colonia Dignidad durante la dictadura, nunca condenó a un solo alemán por crímenes de lesa humanidad, pese a estar documentado que ellos fueron copartícipes necesarios para la desaparición de un centenar de personas y las torturas a decenas que pasaron por ese lugar entre 1973 y, al menos, 1977.
A Kurt Schnellenkamp lo conocí en las visitas que realizaba a Sewald. Tenía un extraño sentido del humor, un escudo para evadir preguntas incómodas.
Sewald y Schnellenkamp, tenían algo en común a parte de haber sido fundadores y líderes en la Colonia Dignidad. En el umbral de los 90 años de vida, con la muerte inminente, y ambos profundamente religiosos, el perdón comenzó a ser un ruido que no les dejaba morir en paz.
Tengo la convicción de que Sewald, en 2014, revelaría nombres de fuentes, informantes y, lo más importante, confirmaría la presencia de prisioneros como me lo hizo saber en una visita respecto de Alfonso Chanfreau.
Kurt Schnellenkamp había accedido en 2016 a contestar todas mis preguntas mediante un cuestionario que respondería de puño y letra. Y la interlocutora sería su hija menor, Anna Schnellenkamp. Mis 66 preguntas llegaron oportunamente y, según Ricardo Alvear, compañero de celda de Schnellenkamp, en la cárcel, éste se sentaba todos los días a trabajar en las respuestas a las preguntas. Pero dijo que el anciano había cometido un error: “Dejó los papeles encima de una mesa y los leyó Gunter Schafrik” (condenado por delitos sexuales contra niños). Desde ese momento, comencé a perder contacto con Anna. El tiempo pasó y sólo obtuve evasivas.
Anna dijo que su padre había respondido lo que pudo y que ya no recordaba más. Pero tampoco me devolvió mi cuestionario respondido.
Pasó más de un año. Anna, creadora y jefa del turismo comercial que se realiza en el ex Centro de Detención, Tortura y Exterminio Colonia Dignidad, usó las excusas más creativas para evitar entregármelo. Se paseó por Alemania avisando que su padre había colaborado con un cuestionario, pero nadie lo vio.
Hasta hoy, dos días después de la muerte de su padre, Anna no revela las respuesta al cuestionario.
Los actuales jerarcas frenaron la operación, igual que Gerd Sewald. Cuando estaba con el último espíritu de colaborar, lo censuraron, lo presionaron. Su salud finalmente se deterioró y murió.
Si hoy aparecen esas 66 respuestas, o parte de ellas, nunca sabremos si fue todo lo que dijo Schnellenkamp; si cambiaron sus respuestas o, simplemente, las eliminaron.
Lo delirante es que como antaño, la organización sectaria (con líderes autoritarios y religión de por medio) de la Villa Baviera reproduce, actualizado a los nuevos tiempos, métodos de control de la información y represión hacia quienes intenten colaborar.
Hoy hay un nuevo juez, Mario Carroza, con el sempiterno caso Colonia Dignidad. Él tuvo la última oportunidad de entrevistar a Kurt Schnellenkamp, en agosto último. No lo hizo personalmente.
Mientras él inspeccionaba un sitio donde habría una fosa, revelada por un ex colono, decidió enviar a su actuaria de mayor confianza. Pero él anciano ya no era el mismo. Era demasiado tarde.
Villa Baviera es un lugar peligroso. Es un pésimo ejemplo donde hay una torcida representación de la historia reciente y dolorosa ocurrida en nuestro país. Los actuales gerentes de las empresas son todos hijos de ex jerarcas como Schnellenkamp, implicados en casos de abuso que han sido denunciados por los abogados Hernán Fernández y Winfried Hempel.
Lucran con un negocio montado en el horror, sobre ciudadanos alemanes inocentes y niños chilenos secuestrados, personas asesinadas y desaparecidas.
Pero allí hoy se festina, se lucra con turismo, en una danza hilarante de frialdad, a vista y paciencia de los gobiernos de Chile y Alemania, ambos Estados más preocupados de tomar medidas estéticas que profundas y útiles.