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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Diciembre 17: el despertar del león…

"Serán nuevas voces las que tomen las banderas. Jóvenes que enfrentan los desafíos del milenio visualizando un país con crecimiento económico y desarrollo social. Son de pensamientos transversales de izquierdas a derechas. O ni de izquierdas o derechas. Son".

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María Teresa Larraín es Periodista.

El 17 de diciembre segunda vuelta presidencial, marcó un antes y un después a toda la clase política chilena. Nueve puntos no solo separan a dos candidatos, Piñera y Guiller, sino a dos bandos, el más conservador y el más progresista. Con ello, se abren surcos en los cuales todos los chilenos, incluidos el 51% que se abstuvo, serán parte.

Durante estos días, el desánimo silenció a los perdedores y la alegría envolvió a los victoriosos. Entre los perdedores no han faltado declaraciones apuntando con el dedo a los culpables de la derrota, o aún más, denigrando a quienes decidieron dar la espalda a la Fuerza de la Mayoría, Alejandro Guillier, decidiendo por los “tiempos mejores” anunciados por Sebastián Piñera.

Tal como lo señaló a radio Cooperativa, el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharpe:

A mi juicio, el votante de Piñera no es un votante ideológicamente de derecha, sino que hoy día se vio identificado, en la perspectiva de la solución de sus problemas y de los de la sociedad, con el proyecto que propone la derecha, entonces es una falta de respeto –como yo lo escuché ayer en la televisión- hablar de los ‘fachos pobres’; como (diciendo) que la gente, en una cuestión de arribismo, votó por un candidato (de ese sector)”, advirtió Sharp .

Los electores, un 49%, dieron su veredicto. Y dijeron BASTA. Sin saber que en esa decisión el “basta” seguirá repitiéndose mes a mes. Por cuanto terminar con los abusos, la corrupción, las colusiones, la delincuencia y el desempleo no es algo que llegue de un día para otro. Y quizás, después de cuatro años seguirán estando latentes. En el ámbito del empleo, se prende una luz: esta semana las acciones de las más importantes empresas constructoras subieron siete puntos. La confianza entonces en el nuevo gobierno activa la construcción, área que da el mayor empleo en Chile. Es una lástima que ello no hubiese ocurrido antes.

Hay verdades que duelen, sin embargo. Una gran mayoría de chilenos optó, al término de la dictadura, por una democracia que pusiera el hombre como el centro de toda decisión política. Que el Bien Común llegase privilegiando tanto el desarrollo social como el crecimiento económico. Un sueño, un equilibrio perfecto. No fue así.

El neoliberalismo se impuso, fría y cruelmente, con todas sus normas y el consumo se hizo cargo de la educación, salud, vivienda, previsión. Lo que hasta 1973 eran derechos sociales, 45 años después es parte de la oferta y la demanda. La ciudadanía asumió que era normal que así ocurriese. Se benefició, aunque con deudas y sacrificio, de un sistema que le llevaba a tener más cosas y a gozar de la vida, sin importarle el del lado. El individualismo ya es parte del chileno. Por lo menos en un alto porcentaje. La utopía queda, entonces para los nostálgicos o para los soñadores. Pero con ella no se vive ni menos se come…

La masa movible no tiene un partido político colgado al cuello, sino anhelos que pueda lograr. No analiza las causas de todos sus problemas y la paciencia propia de los chilenos, se agota. La única solución que ve es optar por quien le anuncia cambios y se compromete con ellos. Si Sebastián Piñera cumple con lo anunciado en su campaña, el arcoíris volverá a brillar sobre los cielos de Chile.

La elección del 17 deja una serie de cadáveres detrás. Entre estos, los partidos políticos y su dirigencia. Aquellos que, durante 27 años, salvo el interregno de Piñera entre el 2010 y 2014, basaban sus decisiones en principios humanistas. Optaron por dar la espalda a ellos decidiendo seguir con la herencia de un modelo económico aprendido en Estados Unidos donde el consumo y la deuda con tarjetas de créditos impondría sus normas. Sin posibilidad alguna de una vuelta atrás.

Por otro lado, los perdedores, que apostaron al progresismo, tienen esperanzas. No todo se ha perdido.

A la luz de los resultados, en la región Metropolitana, aquellas comunas donde reside la gente con menos ingresos o una clase media fuerte como Peñalolén, La Florida y Puente Alto, entre muchas más incluidas Estación Central dependiente de un alcalde UDI, le dieron su apoyo a Alejandro Guillier. Forman el 45% de quienes apostaron a un milenio con más desarrollo social y menos inequidad.

Serán nuevas voces las que tomen las banderas. Jóvenes que enfrentan los desafíos del milenio visualizando un país con crecimiento económico y desarrollo social. Son de pensamientos transversales de izquierdas a derechas. O ni de izquierdas o derechas. Son.

Lo bueno y positivo que deja esta elección es que hay un mancomunado objetivo: y este es sacar al país adelante disminuyendo una desigualdad que a todos avergüenza. El cómo lo hagan es tema de decisión y voluntad. Es tema de generosidad y no mezquindad.

Se dice que el chileno tiene sueño de marmota y despertar de león. El 17 de diciembre, el león despertó. Lo hizo en medio de una dirigencia política desgastada, ciega y sorda. Un 54% de electores, y un 51% que se abstuvo, les dio la espalda. Bien por el rey de la selva que no descansará hasta que aquel anuncio de “tiempos mejores”, se cumpla. De lo contrario, su rugido moverá montañas y mares. Y no habrá quien se salve…

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