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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Sebastián Dávalos, la fantasía erótica de la derecha

Las características de Dávalos han sido convenientemente caricaturizadas por los medios de comunicación, inventando a un personaje que no existe

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Es cierto que Sebastián Dávalos no es un santo de ninguna devoción. Sus aires de príncipe republicano no le sirvieron mucho a su madre, Michelle Bachelet, para poder sacarse de encima una prensa opositora que, aunque no lo diga abiertamente, prefiere instalar discursos ideológicos antes que realmente fiscalizar al poder.

Cierto también es que el primogénito de Bachelet siempre termina hundido en el barro, más aún de lo que estaba, sin poder salir bien parado de un juicio que, con un poco de inteligencia estratégica de parte de La Moneda, el gobierno podría haber sufrido menos consecuencias.

Pero la pericia política no ha sido una cualidad de esta administración. Al contrario, la falta de coordinación y determinación ha estado a la vista como su gran punto débil,  siendo aprovechada por un periodismo para el que la independencia es solamente un buen discursito para ganar aplausos mientras se comporta como el mejor empleado de un relato.

Por lo mismo es que las características de Dávalos han sido convenientemente caricaturizadas por los medios de comunicación, inventando a un personaje que no existe. Atribuyéndole una maldad y una audacia para burlar al Estado que parece poco creíble, nutriendo cierta percepción de los trabajadores públicos o de sus familiares, para así construir una historia que suene más grave de lo que ha sido.

Eso ha sucedido con Caval. Durante los años de gobierno de la Nueva Mayoría se han relatado en los diarios cosas que suenan más sórdidas y siniestras de lo que, al parecer, fueron.  Todo con tal de edificar en torno a la figura de Sebastián Dávalos una especie de mito que incluso resalta una inteligencia que, al escuchar las declaraciones que hizo en contra de la Fiscalía Nacional, queda en claro que no existe. Es más bien otra creación del realismo mágico que reina en nuestro periodismo.

¿Estoy con esto defendiendo al torpe hijo de la Presidenta? Claramente no. No es mi intención. Pero sí lo es escudriñar en la mente de esa derecha política que siempre intenta imaginar un adversario más peligroso de lo que es realmente, para así erigirse como la salvadora de algo.

¿Será acaso porque sus integrantes han sido villanos por mucho tiempo? Puede ser. A lo mejor la carencia de causas por las que poder levantar banderas los ha hecho imaginar algo que no existe en la otra vereda. Y tal vez por eso el asesinato a Jaime Guzmán, por muy triste que pudo ser para muchos de quienes fueron cercanos al ex senador en la UDI, debió ser uno de esos empujoncitos que necesitaban para ponerse del lado de las víctimas, recién terminada una dictadura en la que fueron los principales victimarios.

Volviendo a lo que nos convoca: ¿por qué no se  dice que hay más gente del gremialismo involucrada en Caval que familiares de Bachelet? Todo parece indicar que es porque, insisto,  necesitan un enemigo más fuerte y certero de lo que realmente es para así esconder sus actos. Y de paso para experimentar algo cercano a una fantasía erótica y sentirse héroes, personas que luchan por causas nobles y justas. De otra manera no se explica la invención de “Chilezuela” y todo este griterío en torno a todo lo que deje o no de hacer la familia presidencial.

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