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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Las 10 propuestas para la ciencia chilena

"No cabe duda que una vez que haya un Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación sentado en el gabinete, algunos de estos desafíos podrán ser convertidos en una agenda ambiciosa y plausible".

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Óscar Marcelo Lazo es Neurobiólogo y Doctor en Fisiología. Investigador en el UCL Institute of Neurology. @omlazo

Está empezando el año y esta es la época donde uno, con la ingenuidad de tener en frente la hoja en blanco, puede formularse propósitos y plantear revoluciones, dibujar un mapa de los mundos posibles y deseables.

Pues bien, además resulta que este año 2018 puede ser particularmente interesante para la ciencia chilena gracias a una cierta alineación planetaria. A saber: el proyecto de la presidenta Bachelet que crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación da sus últimos pasos en la discusión legislativa; la comunidad científica está probablemente más involucrada y organizada que nunca para hacer frente a la discusión sobre la nueva institucionalidad científica; las recientes elecciones hicieron a los candidatos y sus partidos tomar posiciones y ahora Sebastián Piñera está enfrentado a la posibilidad de recoger las propuestas circulantes y formular un plan ambicioso para promover la investigación y el desarrollo; el Congreso del Futuro y otros eventos han ido ganando espacio en la agenda cultural chilena y los divulgadores científicos cada vez están más presentes en la conversación cotidiana y los medios de comunicación.

El trabajo de algunas organizaciones de la sociedad civil (Más Ciencia para Chile, ANIP, ReCh, A&H) las empieza a instalar como interlocutores útiles, las Sociedades Científicas y la Academia de Ciencias se involucran en la discusión pública, al interior de los partidos políticos se empieza a hablar de ciencia de manera sistemática —un área en el Instituto Igualdad del PS y la comisión Desafíos del Conocimiento de RD, por ejemplo. Nunca antes los programas de la campaña presidencial habían dicho tanto sobre ciencia e innovación.

Nunca antes tantas y tan buenas ideas habían circulado sobre política científica y producción de conocimiento. Aquí están mis 10 favoritas. Tiendo a pensar que estos 10 pasos pueden hacer que Chile pase de ser un país con un potencial científico extraordinario a uno que vive de su producción de conocimiento.

Aprovechar las oportunidades

Las cuatro primeras ideas tienen que ver con nuestra capacidad de aprovechar condiciones naturales o capacidad instalada que tenemos. Áreas en las que la inversión en ciencia puede dar frutos de mediano plazo y alentarnos a más.

1. La industria energética. Además de extraordinarios científicos e ingenieros en el área, y políticas públicas que han permitido duplicar la inversión en ERNC y multiplicar muchas veces la producción, ocurre que tenemos una combinación de recursos naturales simplemente anómala: zonas con las radiaciones solares más altas del mundo, zonas con fuertes vientos, varios puntos de actividad geotérmica, más de 6000 kilómetros de costa, y enormes yacimientos de cobre y litio. Nuestra capacidad de generar conocimiento, formación profesional y cadenas de valor puede poner a Chile a la vanguardia en la industria de la generación eléctrica limpia y renovable, y además en la innovación para su almacenamiento y transmisión. La energía puede ser nuestra más interesante exportación del próximo siglo y sin duda se consolida como área prioritaria.

2. Esos datos astronómicos no van a analizarse solos. Para muchos la astronomía se trata de mirar por un telescopio, pero la verdad es que los métodos actuales para la observación del universo consisten básicamente en recoger volúmenes monumentales de datos, mucho más allá de lo visible. Considerando que el norte de Chile tiene cielos privilegiados para la observación astronómica y algunos de los centros más importantes del mundo tienen estaciones en nuestro desierto, el volumen de datos astronómicos que se generan en Chile es enorme, y por lo tanto el país ocupa una posición estratégica en lo que a procesamiento y almacenamiento de esos datos se refiere. Si somos capaces de formar suficientes técnicos y profesionales del área, instalar infraestructura computacional de primer nivel y generar energía para echarla andar en el norte grande, además de actualizar nuestra legislación para asegurar la protección y uso de esos datos científicos, no quepa duda que algunos de los mayores consorcios de investigación del mundo harán inversiones que asegurarán la posición de nuestro país en ese campo de la ciencia, atraeremos académicos y centros internacionales, incrementando de paso la ya altísima productividad científica de nuestros astrónomos.

3. La puerta al continente Antártico.
Chile tiene bases históricas en la Antártica y unaercanía territorial que nos pone en una posición inmejorable para albergar centros de investigación y exploración. La creación de una universidad estatal en Aysén y la instalación de mayor capacidad tecnológica y técnica son un primer paso muy importante. Pero es necesario una potente inversión en infraestructura para el transporte y actualizar las capacidades de nuestras bases. Y por supuesto, un buen plan de desarrollo para hacer de esa zona —valga la redundancia— un polo.

4. Las mejores universidades de Latinoamérica.
Chile compite con Brasil y México por las primeras posiciones en los rankings regionales de educación superior y tiene más instituciones bien rankeadas que cualquiera de sus vecinos. Esto no solo se explica por el creciente número de instituciones que hoy suman en torno a 60, sino porque además algunas de ellas albergan a académicos de primer nivel, con estrechos vínculos internacionales y una productividad impresionante (sobre todo considerando las limitaciones presupuestarias). Con mejor financiamiento basal estas universidades podrían ser capaces de formar no solo a los chilenos, sino a buena parte de los estudiantes de pre y postgrado de la región. También generar más investigación asociativa y volver a hacer escuela en algunos campos del conocimiento, haciéndose atractivas para académicos de todo el mundo. Para eso hay que seguir formando y repatriando excelentes académicos, permitirles ser altamente productivos y tener infraestructura de nivel mundial para docencia e investigación.

La importancia pública de la producción de conocimiento

Las siguientes tres propuestas son el punto de partida para que el país demuestre que se toma en serio su capacidad de producir conocimiento y transformar su economía del extractivismo a la creación. Son los tres pilares mínimos en los que se juega la voluntad política de tener un país donde la ciencia juegue un rol central.

5. Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Una vez superados los trámites legislativos y promulgado el nuevo Ministerio, aún queda camino. Queda la parte larga del camino, de hecho. El nombramiento del ministro, la instalación de sus equipos y el diseño de la orgánica interna están abiertos y van a ser absolutamente claves para cumplir la promesa de una institucionalidad moderna y más funcional. El ministro tendrá que ser alguien con experiencia política, que sepa aprovechar la oportunidad de participar del gabinete, poner temas y prioridades en la agenda del Ejecutivo. Alguien capaz de liderar, conducir el comité interministerial, y no hacer de este un ministerio de servicio. Un extraordinario ejemplo de ello ha sido el ministro Marcelo Mena en Medio Ambiente, uno de los pocos que hemos visto pasar con tanta fluidez de la academia a la política. Tendrá que ser alguien con experiencia en el sector público, que sepa navegar las políticas sectoriales por entre las amenazas burocráticas y conozca muy bien los contornos de lo posible. Alguien, por cierto, que conozca en qué está la ciencia de punta, conozca la academia, sepa ver el valor que tiene el conocimiento por sí mismo; pero también sepa encadenar el conocimiento básico a la generación de valor e innovación. Algunos de mis candidatos favoritos son el actual Gerente de Innovación de CORFO, Patricio Feres, y la Directora de Investigación de la UC, Maria Elena Boisier —quien además fue directora ejecutiva y presidente de CONICYT y dirigió el programa FONDECYT durante varios años. El nombramiento más probable: el actual presidente de CONICYT, el Profesor Mario Hamuy, pieza clave en el nuevo diseño institucional y colaborador cercano de la Presidencia. Alguien que, por provenir directamente de la ciencia, además podría mantener el cargo en el próximo gobierno, lo que sería una gran señal de continuidad de Sebastián Piñera, y la promesa de tener una política de Estado en Ciencia que resista los cambios de gobierno. Algunos han dicho que si no es Hamuy, podría un científico influyente capaz de navegar aguas políticas. Suenan los nombres del Profesor Alexis Kalergis y el Profesor Andrés Couve. Más allá de las especulaciones respecto de quien conducirá la nueva institucionalidad, hay algunas expectativas claras del mundo científico: que el re-diseño encadene la formación y la inserción de investigadores, que ponga énfasis en formas de financiamiento asociativo, deje FONDECYT como un importante instrumento para sembrar líneas de investigación nuevas, pero no esté únicamente basado en él.

6. Divulgación y cultura científica. Hace algunos años, la divulgación científica estaba dispersa y era poco frecuente verla en los principales medios de comunicación. Sostenida a pulso durante años por el programa Explora de CONICYT y algunos héroes de la comunicación científica, hoy hay una camada de periodistas herederos de la tradición de Hernán Olguín y un grupo importante de científicos que encuentran en la divulgación su verdadera vocación fuera del laboratorio. El Centro de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Andrés Bello, dirigido por el Dr. Gabriel León, y su Conferencia Internacional de Cultura Científica, así como también los equipos organizadores del Congreso del Futuro, iniciativa del Senador Guido Girardi, y del Festival Puerto de Ideas, liderado por Chantal Signorio, han puesto la investigación y la producción de conocimiento en la agenda cultural y le han dado mayor visibilidad pública. Estos pasos confirman que la divulgación científica no puede ser una actividad amateur ni extraprogramática. La divulgación científica debe ser política de Estado y con dos horizonte claros: primero, crear una cultura científica que permee todos los ámbitos de la vida pública y permita fundar nuestra democracia en la conversación racional y crítica entre las distintas formas de conocimiento; y, segundo, atraer nuevas vocaciones a la ciencia, hombres y mujeres talentosos que encuentren en la producción de conocimiento su mayor realización personal y el mejor de sus aportes al país. Para eso la educación científica a nivel escolar debe re-diseñarse en términos curriculares y metodológicos, debe haber financiamiento para innovar en ella y deben promoverse iniciativas locales de divulgación y comunicación científica, incrementar el número de publicaciones científicas, tanto de corriente principal como para el público general, multiplicar los espacios mediáticos y el acceso a museos y exhibiciones permanentes.

7. Inversión en investigación y desarrollo. Nuestra inversión en investigación y desarrollo nunca ha superado el 0.4% del PIB, incluyendo la inversión privada (que de hecho es más de la mitad). El promedio mundial de gasto en I+D, en tanto, es de más del 2%, y entre los países miembros de la OECD es de más del 2,5%. Varios diagnósticos coinciden en que necesitamos llegar al 1% en corto plazo, y de hecho, varios candidatos presidenciales proponían elevar la inversión a por lo menos 0,8% del PIB durante su gobierno. Con nuestro nivel de productividad científica por peso invertido, la mejoría presupuestaria debería permitirnos dar un salto muy significativo, además de regularizar la situación laboral de quienes trabajan haciendo ciencia. Pero no solo es necesario invertir más, sino también formular una estrategia y fijar prioridades. Personalmente creo que hay tres criterios muy relevantes a los que atender: primero, asegurar el financiamiento de la investigación por curiosidad, porque es el principal insumo en educación superior; segundo, financiar ciencia con misión, básica y aplicada, para las áreas prioritarias de desarrollo en el país; y tercero, financiar movilidad de investigadores, idealmente mediante co-financiamiento internacional, para fortalecer redes y atraer investigadores extranjeros.

Colaborar, colaborar, colaborar

Finalmente, tres ideas orientadas a convertir nuestra competitiva comunidad científica en una capaz de sacar partido de su capacidad de colaborar y de sus buenos vínculos en todo el mundo.

8. Cooperación internacional y formación en el extranjero. Los programas de becas al extranjero han jugado un rol fundamental en el establecimiento y maduración de la academia chilena, de eso no cabe duda. Más de la mitad de los actuales investigadores con grado de doctor con los que cuenta nuestro país se formaron en universidades extranjeras, y otro grupo importante salió en alguna etapa de su formación (estudios de magíster o experiencia postdoctoral) financiados por el Estado. Pero en los próximos años la contribución de esos programas al flujo de magíster y doctorado será cada vez menor, gracias al enorme crecimiento que experimentan los programas nacionales y la buena calidad de la mayor parte de los doctorados. Mientras anteriormente la lógica de estos programas de becas internacionales era enviar a algunos de los mejores investigadores del país a formarse en los mejores centros del mundo en disciplinas que no estaban desarrolladas en Chile, para volver a Chile a contribuir a su desarrollo en las universidades locales, hoy la globalización y el extraordinario incremento del acceso al conocimiento han cambiado completamente el panorama. Es absolutamente cierto que enviar investigadores a los mejores centros del mundo sigue siendo muy importante, pero las razones son totalmente diferentes y dicen más bien relación con la oportunidad de generar redes de colaboración y proyectos internacionales. Los beneficios, por supuesto, también son mucho más simétricos que antes. Ambos países y sus instituciones académicas se ven favorecidas por el intercambio académico, por la posibilidad de colaborar y tener acceso a modelos culturales, biológicos, ambientales o genéticos de diversos puntos del planeta. No hay buenas razones para que la movilidad de investigadores sea financiada íntegramente por uno de los socios si los beneficios los obtienen ambos. Movernos hacia una lógica de cooperación internacional, creando plataformas multilaterales que co-financien proyectos de movilidad y colaboración, haría nuestros programas más costo-efectivos, permitiría un financiamiento permanente para tender puentes entre instituciones y nos permitiría priorizar desafíos comunes a ambos socios colaboradores. De paso, esto podría ayudar a resolver el problema de inserción de los investigadores que regresan de sus becas internacionales.

En 1990 se creó con el espíritu de atraer financiamiento para programas de colaboración entre países la Agencia de Cooperación Internacional (AGCI) del Ministerio de Relaciones Exteriores, que maneja apenas unos pocos y muy limitados proyectos y becas, pero que podría ser la herramienta con la que salir a buscar alianzas permanentes con nuestros vecinos Latinoamericanos, y áreas de cooperación con los más grandes centros de investigación mundial. Esta Agencia tiene el potencial de ser un instrumento clave en la nueva institucionalidad.

Un ejemplo para esta estrategia puede encontrarse en el programa Horizon2020 de la Comisión Europea de Ciencia y Tecnología, proyectado para invertir en 7 años (2014-2020) 80 billones de euros en becas de postgrado, movilidad de investigadores jóvenes, investigación asociativa, colaboración con la industria y fortalecimiento de centros internacionales de investigación, entre otros instrumentos a ejecutar en todos los países de la Unión Europea. Para soñar algo así, por supuesto, Chile debe liderar la creación de comisiones ad hoc que coordinen a todos los países de la región en torno a intereses comunes. Considerando la posición adelantada de Chile en términos de productividad científica y educación superior, tenemos mucho que ganar y también mucho que ofrecer. Y, por cierto, mucho que cosechar de tantos años enviando investigadores a Europa y Estados Unidos también.

9. Centros, anillos, núcleos y otros agregados de investigación.
A muchos les preocupa que el incremento en el número de grupos de investigación que compiten por financiamiento mediante FONDECYT no venga aparejado de un incremento de los fondos disponibles para ese concurso. Como consecuencia de ello, cada vez más proyectos científicamente excelentes y socialmente pertinentes quedan sin financiamiento. Pero también es cierto que los instrumentos de financiamiento para investigación asociativa se han incrementado notablemente en los últimos años. Lamentablemente, la cantidad de recursos en esos instrumentos no necesariamente está a la altura del costo de los proyectos y muchos proyectos asociativos caen en el camino o terminan siendo poco fructíferos. Quizás junto con una focalización de FONDECYT en líneas de investigación nuevas y un incremento del financiamiento basal para las instituciones, el camino sea reforzar fuertemente el financiamiento de proyectos asociativos, Idealmente multi-institucionales, con proyectos que incluyan metas en varios niveles (publicaciones, patentes, atracción de fondos, alianzas con la industria, formación de estudiantes). Cultivar estas asociaciones en el largo plazo, para promover la creación de centros de investigación e institutos temáticos, pero también en el corto plazo, para permitir proyectos de colaboración flexibles, sin la presión de quedar amarrados a colaboraciones que no resulten, que inviten a intentarlo. Esto podría no solo contribuir a configurar un mejor ecosistema de investigación en el país, gracias a una densificación de los vínculos de colaboración, sino además constituiría una narrativa política para el progreso de la ciencia chilena: la vocación de colaboración al interior de la comunidad científica por sobre la competencia.

10. Involucrar a las Sociedades Científicas y Academias. El énfasis en la colaboración y el aumento de la inversión estatal en investigación no implica necesariamente la conducción y administración centralizada de todos los instrumentos. De hecho, una de las mayores debilidades históricas de CONICYT es que se ha vuelto crecientemente incapaz de mantener una adecuada gestión y seguimiento eficaz del inmenso número de becarios, proyectos y concursos a su cargo. Con una dotación de planta infinitamente menor a lo necesario y un flujo de trabajadores muy alto para las necesidades del servicio, CONICYT está en crisis y no hay ninguna señal de que la nueva institucionalidad resuelva de manera más o menos definitiva ese problema de base. ¿Por qué no delegar parte de la gestión de los instrumentos a las Sociedades Científicas que conocen mejor que nadie las peculiaridades de su campo? Eso permitiría al mismo tiempo que aliviar la gestión en la futura Agencia de I+D, fortalecer estos cuerpos colegiados, haciéndolos protagonistas permanentes de la ejecución y evaluación de políticas públicas, capaces de responder más rápido y eficientemente a los cambios en sus respectivas disciplinas y adaptar los instrumentos y los requisitos a las necesidades y perfiles de sus financiados. Fortalecer a las Academias y Sociedades implica regular su actividad en forma más explícita, fijar estándares de eficiencia y probidad, involucrar a los académicos en la política pública y promover la creación de nuevas y más sólidas instancias de organización en los nuevos campos del conocimiento donde aún no existan. Esto permitirá organizar eventos internacionales en mayor diversidad de áreas, fundar nuevas publicaciones científicas nacionales y constituir una comunidad de investigadores más sólida.

Ninguna de las 10 propuestas es demasiado difícil de implementar, si bien algunas requieren necesariamente más tiempo de incubación que otras. No cabe duda que una vez que haya un Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación sentado en el gabinete, algunos de estos desafíos podrán ser convertidos en una agenda ambiciosa y plausible. Pero se requerirá compromiso nuestro, de los científicos y de la ciudadanía, y voluntad política.

Ese es mi deseo de Año Nuevo.
Y ojalá el próximo nos pille con varias de estas tareas urgentes cumplidas.

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