La inútil insistencia de las víctimas de Karadima
"¿No es acaso la separación de la Iglesia de la mayoría de los Estados del mundo la evidencia más clara de que, de otra forma, no podría funcionar en una sociedad moderna? ¿No es evidente que no sabe actuar de manera democrática porque no tiene la necesidad de hacerlo?".
Francisco Méndez es Columnista.
La visita del Papa Francisco a Chile tuvo de todo. Mensajes, gestos, bonitas fotos, pero ninguna acción en particular que aminorara los daños hechos por los ministros de la Iglesia Católica a muchos de sus fieles. Por lo que algunos se han mostrado desilusionados, preguntándose la razón por la que bastante de lo que han esperado no se ha concretado.
Cuando vieron al obispo de Osorno, Juan Barros- acusado por las víctimas de Fernando Karadima de ser cómplice de sus abusos-, en cada misa que hizo el Sumo Pontífice, quienes se impresionaron con el perdón que pidió y la vergüenza que dijo sentir Bergoglio en La Moneda, no entendieron nada. Hacía un par de horas había dicho una cosa, y sin embargo ahora se estaba viendo otra.
Por esto, en cada actividad del Papa aparecía una víctima de Karadima o un cura jesuita hablando de lo que el Papa debería hacer; encontraban que lo realizado hasta el momento era poco y que no eran precisamente las señales que la Iglesia debía mostrar si es que quería reformarse y acercarse a su feligresía.
Felipe Berríos y Mariano Puga, entre otros, apoyaban la causa de quienes quieren fuera a Barros de Osorno, ya sea con carteles en la calle o desde un panel de televisión. Expresaban que el mejor gesto que podría hacer el sacerdote era retirarse de su cargo, mostrando un poco de dignidad y amor por la institución que lo ha abrazado por años.
Nada de eso ha pasado. Se han visto caras de preocupación, pero las acciones están lejos de llevarse a cabo. Y esto sucede por una simple razón que pareciera que muchos sacerdotes curiosamente desconocen: la Iglesia Católica no puede renunciar a sus lógicas de poder ni a los comportamientos internos de secretismo. De otra manera su jerarquía se desmorona y deja de funcionar como lo ha hecho hasta ahora.
El Vaticano está lejos de ser solamente el Estado en el que se concentra la representación mundial del catolicismo; es también- y sobre todo- un lugar en el que se ha hecho política desde tiempos inmemoriales. De hecho, la oficialización de esta religión como la única del Imperio Romano, fue una decisión política de envergadura. Por lo que las decisiones o las omisiones tienen que ver con mantener poder y no sólo con entregar el mensaje de Cristo. Si es que realmente se da.
Debido a esto es que me parece de mucha ingenuidad y casi inútil que víctimas de Karadima, como también sacerdotes que se mueven en el mundo social, esperen algo de una institución de tales características. Porque pedir una relación horizontal con el pueblo católico, o con quienes han debido sufrir el peso de una tradición de pasillos oscuros y abusos de poder, es realmente desconocer o intentar cambiar de manera estética algo que quizá dejará de funcionar como lo hace el día en que realmente desaparezca.
¿No es acaso la separación de la Iglesia de la mayoría de los Estados del mundo la evidencia más clara de que, de otra forma, no podría funcionar en una sociedad moderna? ¿No es evidente que no sabe actuar de manera democrática porque no tiene la necesidad de hacerlo?
¿Entonces por qué insistir en pedirle a una estructura maciza y dura, con protocolos impenetrables, que actúe con docilidad, adecuándose a prácticas democráticas que no entran en su vocabulario? ¿Tan poco conocen al centro de operaciones de la religión a la que dicen adherir? Tal vez sí, o a lo mejor también lo hacen por levantar expectativas en un campo en donde no pueden existir. En donde la justicia nunca podrá jugar un papel fundamental, debido a que sería un atentado en contra de los pilares que sostienen un edificio que, si es derrumbado, sus ladrillos caerán violentamente sobre quienes se encuentran adentro.
Quizás sueno pesimista. Pero lo cierto es que solamente trato de traer un poco de realismo, en días en que la televisión y las redes sociales han intentado que un Papa entienda las peticiones de justicia de parte del mundo laico. Es imposible que lo haga. El solo hecho de pensar en realizar una real acción sería dar su brazo a torcer. Cuestión que tal vez pudo hacer la figura en la cruz que tanto muestran en sus misas, pero que ellos, quienes deben mantener un edificio político y piramidal, por sobre una idea real de cristianismo, no pueden darse el lujo de efectuar.