Las horas oscuras de América latina
"La derecha latinoamericana nunca ha reconocido la necesidad de mayor cohesión social y menos la necesidad de sostenibilidad ambiental para alcanzar el desarrollo".
Pierre Lebret es Cientista Politico UDP – La Sorbonne Nouvelle París III. Especialista en Cooperación Internacional
La región ha vivido como el resto del mundo sus horas oscuras. Dictadores y carniceros que no debemos olvidar, ideologías y mecanismos que hicieron sostenible la pobreza y la desigualdad. Pero hoy, los hechos siguen un transcurso de dudosa coincidencia que definen un momento difícil para la región de las venas aún abiertas.
En Brasil, sacaron a Dilma, persiguieron y condenaron a Lula, acomodándose en el poder para defender los intereses de unos pocos. Mismo camino toma Macri en Argentina. En Chile, después de varios intentos de desestabilización contra el gobierno de Michelle Bachelet, la derecha retomo la estrategia del miedo al afirmar que el país sufrirá una catástrofe con otro gobierno de izquierda. Pocas semanas después de la victoria de Piñera, el pueblo chileno se entera, vía las declaraciones del economista Paul Romer, que el Banco Mundial habría falsificado los datos sobre ranking de competitividad para favorecer la candidatura del futuro mandatario. En Perú, un indulto para evitar una destitución a raíz del caso Odebrecth, el broche de oro que deja a la luz una alianza repudiada por la mayoría. Podría seguir con Honduras, Ecuador, o preguntarnos qué pasará en México en julio próximo.
Lo común de estos procesos: los fake news y la persecución de los liderazgos progresistas para instalar – nuevamente – las viejas recetas neoliberales e imponer una visión ultra derechista en temas de orden social. La ola conservadora parece responder a la amenaza que significaron los procesos de reformas en pro de mayor igualdad desde los años 2000. La derecha latinoamericana nunca ha reconocido la necesidad de mayor cohesión social y menos la necesidad de sostenibilidad ambiental para alcanzar el desarrollo.
Los pueblos de América Latina no deben temer la necesidad de profundizar y defender los avances que con dificultad se han logrado. Si miramos hacia atrás, podemos advertir que se ha logrado reducir la pobreza gracias a ambiciosos programas sociales, se ha progresado en reconocer y garantizar los derechos de las mujeres y promover su empoderamiento y autonomía, o por ejemplo en Chile, devolverle a miles de jóvenes el justo derecho a estudiar.
La historia nos enseña que la humanidad ha sido testigo de retrocesos. Latinoamérica debe cuidarse de lo diestro y lo siniestro, y hacer prevalecer la obligación moral de consolidar lo alcanzado y salir de esas nuevas horas oscuras para seguir adelante en la construcción de sociedades justas para los hombres y mujeres del futuro.