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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Carabineros, ¿amigos en nuestro camino?

"Nos damos cuenta de que tenemos una policía que funciona según ciertos parámetros ideológicos que nuestro Estado aún tiene tatuados, sin que pareciera haber intenciones de extirparlos ni siquiera desde el sector que se hace llamar progresista".

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Columnista.

Luego del fracaso de la llamada Operación Huracán y la sospecha cada vez más evidente de que esta se construyó sobre pruebas falsas presentadas por Carabineros, esta institución ha estado nuevamente en la mira de los medios de comunicación y las redes sociales. Más aún cuando se supo que su mandamás se fue de vacaciones en plena crisis.

Pero para no caer en la clásica discusión acerca de las responsabilidades que ha tenido el alto mando de los hombres de verde en casos como este o el del millonario fraude al Estado, me parece interesante hacerse preguntas como por qué hay tanto miedo en cuestionar instituciones como estas, y tratar de entender la razón por la que antes no se había fiscalizado sus acciones.

Es que, según muchos repiten, eran los más queridos, los más respetados y los más creíbles. O por lo menos eso es lo que nos han contado por años. Muchas encuestas recalcaban lo importante que era seguir teniéndoles respeto como si en verdad fuera una orden y no una realidad. Como si con esos datos, que no se sabe cuán reales eran, se tratara de presionar para que no se nos ocurriera cuestionar o mirar más allá de lo que podía o no hacer la policía uniformada.

Eran los noventa y era mal visto dudar o levantar la mano para hacer alguna pregunta. Había que dejar que los grandes hicieran la pega, porque ellos sabían lo que estaban haciendo. Por eso lo principal era obviar ciertas cosas, temerle al hombre de uniforme y respetar lo que se había establecido como la democracia. Ya lo dijo Ricardo Lagos en los 2000: había que dejar que las instituciones funcionaran. No preguntarse cómo funcionaban, porque ahí se volvía más compleja la situación.

Por eso Chile se caracterizó por años por ser una democracia correcta y extremadamente silenciosa. No había que caer en el delito de mirar más allá, abrir los ojos y ponerse una escafandra para bucear por los pasillos de la transición y sus consecuencias. Ya que eso era ser demasiado audaz en una realidad en la que la audacia solamente era patrimonio de algunos; de los de siempre, los que habían cerrado, como toda elite, las discusiones sobre nuestro futuro con un buen apretón de manos.

Debido a esa corrección temerosa es que hoy nos sorprendemos de cosas que nos debieron sorprender hace décadas.
Nos damos cuenta de que tenemos una policía que funciona según ciertos parámetros ideológicos que nuestro Estado aún tiene tatuados, sin que pareciera haber intenciones de extirparlos ni siquiera desde el sector que se hace llamar progresista.

Hay quienes ven con terror que hoy Carabineros esté siendo puesto en tela de juicio por los medios. Creen que al pasar algo así, todas las lógicas democráticas que han imperado por años se podrían desmoronar y dar paso al acabose. Sin embargo, también hay quienes creemos que es una oportunidad única para entender el poder que se le dio por años a ciertos grupos uniformados que fueron parte de los tratos que hicieron civiles y militares para que no se llenaran de sangre nuevamente las calles nacionales.

Es sano y necesario que entendamos que los que dicen resguardar a los ciudadanos, muchas veces no lo hacen. Su trabajo es, al contrario, resguardar una lucha de clases y ponerla en acción de manera soterrada, disfrazada de cumplimiento de deber. Porque lo que pasa en La Araucanía es justamente eso y no comprenderlo es tratar de seguir conviviendo con el relato de un Chile distinto al real, si es que realmente existe una sola realidad.

¿Han sido realmente los integrantes de esta institución instruidos para construir una sociedad más segura y amigable? ¿Son nuestros “amigos en el camino”? Hasta el momento, lamentablemente, pareciera que no. Que se optó por otra vía en la que hay otras prioridades que muchas veces-demasiadas- se perjudica nuestra integridad. Por lo menos eso es lo que hemos ido descubriendo.

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