Jorge Ulloa y el gobierno (no tan) secretamente pinochetista
"Si nos detenemos realmente a analizar la historia reciente de quienes conforman el futuro gobierno, podremos ver que no hay ningún rastro de cargo de conciencia por lo sucedido entre 1973 y 1990 en este país. Nunca han reconocido realmente que la política económica no fue parte de un acuerdo, sino una imposición que costó vidas de familias completas".
Francisco Méndez es Columnista.
Supuestamente hoy estamos frente a una nueva derecha; un sector más abierto en el que los liberales son parte importante de sus filas. Así por lo menos repiten ellos y los medios que entrevistan a los jóvenes que intentan “airear” el viciado ambiente en Chile Vamos.
Según creen, son una nueva coalición, una reinvención y actualización de las ideas, para así afrontar los próximos cuatro-ojalá ocho- años que quedan por delante. El pinochetismo es una cosa del pasado y muchos de los rubios nuevos diputados le llaman dictadura al gobierno del dictador, para así mostrar distancia de la rigidez milica y las violaciones a los derechos humanos.
Sin embargo, siempre aparecen ciertos vestigios que no pueden ser ocultados. Por más que intenten decir lo contrario, muchos de quienes acompañan a Sebastián Piñera aplaudieron a Pinochet y hasta lo trataron de rescatar cuando fue detenido en Londres. Mal que mal, el militar ha sido tal vez quien comandó la revitalización de la derecha política y económica, imponiendo a la fuerza la ideología de un grupo de economistas radicales que, sin la violencia de los bototos y los uniformes, no habría sido capaz de instalar tal grado de extremismo en el país.
Sin ir más lejos, si bien Piñera se ha mostrado como un gran opositor a lo que fue la tiranía institucionalizada, su fortuna y su nula diferenciación entre los asuntos privados y públicos son claramente un legado de lo que esta dejó para la posteridad tatuado en nuestra realidad. Por ello es que, si es que somos un poco más rigurosos, no nos llamaría tanto la atención la designación de Jorge Ulloa, un destemplado pinochetista, como titular de la Intendencia del Bío Bío.
Esto lo señalo porque parece haber una izquierda o un progresismo que aún no entiende al adversario que está frente a sus narices. Todavía no se da cuenta de que, por más que hayan sacado ciertas palabras de su vocabulario, la dictadura cívico-militar es el gran evento histórico e ideológico para la derecha y empresarios nacionales. Si no fuera por esta, tal vez la transición, realizada por una temerosa Concertación que no se atrevió a cuestionar el modelo, no habría sido tan exitosa para sus ideas y la institucionalización de su lógicas mercantiles por sobre las políticas.
Si nos detenemos realmente a analizar la historia reciente de quienes conforman el futuro gobierno, podremos ver que no hay ningún rastro de cargo de conciencia por lo sucedido entre 1973 y 1990 en este país. Nunca han reconocido realmente que la política económica no fue parte de un acuerdo, sino una imposición que costó vidas de familias completas.
A diferencia de sus contendores, no han debido hacer ningún tipo de reflexión ni repensarse porque ganaron; triunfaron en una contienda en la que aniquilaron al adversario de todas las formas posibles. Entonces, ¿cómo no van a amar secretamente a Pinochet? ¿Cómo van a querer despojarse de todo de su legado si es el que ellos mismos construyeron?
La izquierda en este país, aunque gobierne, tiene que pedirles permiso para hacer reformas tímidas, porque su “refundación” de Chile les entregó el monopolio de lo “real” y lo “sensato” de manera más contundente que antes del golpe de Estado. Por lo que es casi imposible que no le agradezcan al iletrado milico todo lo que hizo por ellos, aunque sea secretamente. Es ilusorio pensar que el futuro oficialismo sea otra
cosa de lo que es.