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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Autoritarios “acuerdos” de Piñera

"Todo esto destacando la llamada 'segunda transición' de la que tanto habló en campaña (...) puesto que creen que el gobierno de la Nueva Mayoría fue algo así como una especie de dictadura de la irracionalidad".

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

El primer discurso que dio Sebastián Piñera con la banda presidencial, luego de finalizados los cuatro años de la administración de Michelle Bachelet, lo centró en los “acuerdos” y la “unidad”.  Cuando habló de establecer consensos en temas tan complejos como la situación del Sename o el conflicto en La Araucanía, quienes lo escuchaban afuera de La Moneda aplaudieron mostrando su aprobación a este nuevo “gobierno de todos los chilenos”.

Sonaba muy bien. Piñera quería dejar en claro que él sería el mandatario que venía a unir y no a dividir a los ciudadanos de este país. Obviamente, refiriéndose al  mandato anterior que recién había terminado esa mañana del domingo 11 de marzo. No venía con retroexcavadora. A lo que venía, en cambio, era a continuar con la senda del crecimiento, con tal de llevar a Chile al desarrollo pleno.

Todo esto destacando la llamada “segunda transición” de la que tanto habló en campaña, para así autoproclamarse como el líder de una especie de nueva Concertación en la que se estaría convirtiendo Chile Vamos según creen varios. Puesto que creen que el gobierno de la Nueva Mayoría fue algo así como una especie de dictadura de la irracionalidad, por lo que se sienten llamados a realizar un rescate de lo que encuentran que se perdió durante el periodo anterior.

¿Cómo llevará a cabo este rescate? Simple, intentando despolitizar la discusión ciudadana gracias a un eterno consenso en el que nada pueda debatirse realmente. Así por lo menos funcionó la primera transición, momento histórico que le sirvió a los nuevos inquilinos de la casa de gobierno para implementar con más fuerza el sistema creado durante los diecisiete años de Pinochet. Porque así funciona la manera en que nuestra derecha sabe hacer política: callar las voces disonantes para imponer decisiones.

¿Es malo que en la democracia haya acuerdos para desarrollar algunas medidas? Claro que no. El problema es que acá en Chile nunca ha habido ningún tipo de acuerdo real. Lo que ha existido, en cambio, ha sido una imposición ideológica de lo que son o no los límites de lo que se puede hacer. Por lo que recurrir a los noventa para anunciar la manera en que tomará decisiones sobre el futuro no ayudan mucho a este gobierno, ni hablan muy bien de lo que entiende por democracia.

El ejercicio democrático requiere de visiones contrapuestas y de una polarización que sea conducida por el gobernante de turno. Quien no sabe hacerlo, claramente no comprende en qué consiste gobernar, debido a que hacerlo en un ambiente de constante acuerdo, sobre ciertos criterios impuestos por el Ejecutivo, es algo así como imponer la realidad.

A lo mejor muchos hubieran querido que Bachelet planteara sus reformas así.  La diferencia es que la Nueva Mayoría, bien o mal, fue más sincera con sus posiciones políticas y su programa de gobierno. Fue capaz, a diferencia de la Concertación, de dejar de lado esta especie de rol de “guardianes de la cordura” para manifestar sus ideas y sus propósitos.

Este nuevo gobierno, por el contrario, está intentando decirnos que no tiene ideas, sino que gobierna para todos los chilenos y toma decisiones de acuerdo a lo que se decida transversalmente. Y eso no existe en la política real. Menos en un conglomerado de los grados de ideologización del nuevo oficialismo.

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