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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Democracia Cristiana, centro político y una discusión pendiente

"Y es ahí donde está el desafío. Prometer a los ciudadanos crecimiento, paz social, oportunidades y trabajo, traducido finalmente en lo que todos queremos: equidad y tranquilidad".

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Alexis Ceballos es Empresario, Ignaciano y Militante PDC

Hoy lunes, la sede de la Sofofa será punto de encuentro de algunos actores de nuestra realidad política, en un seminario que se hace la pregunta si acaso existe el centro político en el Chile postelecciones. Aparte de la doctora Dagmar Schipanski, expresidenta del Estado alemán y miembro de la directiva nacional de la CDU, expondrán sus posturas la senadora y excandidata presidencial Carolina Goic, la excamarada Mariana Aylwin, el senador Ricardo Lagos Weber, el fundador de Evópoli Felipe Kast y el exsecretario general del PS Pablo Velozo.

Esta reunión pone sobre la mesa algunas preguntas tras la abrumadora derrota de las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias que ha golpeado con especial fuerza a la DC, conocida desde luego por todos, donde tanto la derecha como la izquierda salieron fortalecidas, a pesar de que el Partido Demócrata Cristiano haya obtenido la mayor votación nacional de la centroizquierda tanto en senadores como diputados y consejeros regionales. Y estas preguntas son muy necesarias. ¿Por qué sucedió?, ¿Cuáles fueron los factores y las razones? El tema da para mucho más que un seminario, y en ese sentido, la Fundación Konrad Adenauer junto a otras instancias han tenido la buena iniciativa de sentar a todo ese centro, de manera diplomática y políticamente transversal para evaluar el asunto y debatir.

Sin embargo, el fin de semana las aguas se han agitado tras informar un medio de comunicación escrito que la organización del evento había invitado como expositores al ex diputado Fuad Chahín y al exministro Alberto Undurraga, quienes han manifestado ya públicamente su intención de presentar su candidatura a las próximas elecciones de la DC en Mayo próximo. En ese aspecto, dirigentes del partido confirmaron que la actual Directiva Nacional pidió a ambos militantes no asistir, argumentando que su participación generaría un cuadro de confusión en ese debate. La actual presidenta Myriam Verdugo informó la decisión al representante en Chile de la fundación alemana Andreas Klein y hoy, a su vez, será informado al Consejo Nacional, de forma paralela al seminario, pese a que en un principio ambos personeros recibieron dicha invitación pero no la contestaron, por lo cual no fueron incluidos en el programa.

Por un lado podría parecer sensata la decisión de la mesa nacional de rechazar el asunto cuando no se ha generado el congreso ideológico, anunciado por la Junta Nacional (máxima autoridad partidaria) para establecer las directrices que la Democracia Cristiana debe asumir en su actual crisis y en su inmediato y futuro rol de oposición al gobierno del presidente electo Sebastián Piñera. A pesar de ese supuesto, cabe una pregunta algo más preocupante en lo inmediato, y es aquella de si acaso corresponde que un partido político que se dice llamar democrático, ponga trabas a la libre exposición de ideas y opiniones de forma pacífica y abierta a los ciudadanos. Perfectamente podríamos entenderlo como una suerte de censura a la manifestación de ideas, y se vuelve preocupante sabiéndonos habitantes de un país libre que garantiza el derecho a la libertad de expresión y de opinión. ¿Cómo es posible que un partido que condena por todo lo alto y con toda su energía la censura cometida por el gobierno cubano de Raúl Castro a la participación de uno de nuestros diputados a la entrega del premio Oswaldo Payá en La Habana organizado por la oposición de la isla, de repente censura la participación de sus militantes de un foro abierto y democrático? No tiene sentido, no tiene lógica. Resulta una absoluta contradicción. Y es sensible, es preocupante.

Recientemente asistimos a la censura por parte de la Universidad de Concepción contra una charla del ultraderechista José Antonio Kast, donde de igual forma resulta inaceptable reprimir una opinión, por muy nefasta que parezca, en un país que garantiza ese derecho. Estaríamos entonces frente a la normalización y la naturalización de una práctica completamente antidemocrática, porque resulta una afrenta a la libertad, y no puede ser aceptada, en especial por parte de los ciudadanos, y menos practicada por un partido político democrático. En ese sentido es normal la controversia. Como no.

La mesa de la Democracia Cristiana ha cometido un error a todas luces en ese sentido, donde no debiese atemorizarse ante la libre circulación e intercambio de ideas, debates y opiniones, precisamente porque la Democracia Cristiana es eso: un partido democrático. Esa es su esencia fundamental, y debe ser respetada a rajatabla.

Tiendo a pensar, de una forma muy personal, que existe un temor a definir cuál es el verdadero centro político no solo en nuestro país, sino también en el mundo, que tendría una enorme repercusión en la vida presente y futura de la Democracia Cristiana chilena. No ha sido ningún misterio que en los últimos años, no solamente en nuestro país sino alrededor del globo, las paulatinas posiciones extremas de los discursos de la izquierda han conllevado a poner a las derechas en el poder, aprovechando esos mismos discursos extremos para contraatacarlos con campañas del terror apelando al miedo y la incertidumbre de los ciudadanos, y con resultados probadamente exitosos. Basta dar una mirada rápida al resto de América Latina, Europa o los Estados Unidos.

Los chilenos, hemos visto todos, se han comportado en las urnas de la misma manera que el resto de países. No han consentido tener nuevamente en el poder a la actual izquierda, y se ha debido a la misma razón. La chilena es históricamente una sociedad tranquila, sobria, de ciudadanos sumamente trabajadores y solidarios ante situaciones extremas, precisamente por eso, porque no es su costumbre, desde el regreso a la democracia, de vivir esa clase de situaciones. Suficiente experimentó durante la dictadura militar como para aceptar que se juegue con su característica forma de vida tranquila, sin mayores sobresaltos. La sociedad chilena es pacífica, votará siempre por eso, y es lo que la logrado entender la actual administración. Y es ahí donde está el desafío. Prometer a los ciudadanos crecimiento, paz social, oportunidades y trabajo, traducido finalmente en lo que todos queremos: equidad y tranquilidad. Y por supuesto, de una forma noble, respetuosa, de buenas maneras y poniendo como principal eje la transparencia y la probidad. Ahí debe estar el centro político, y de ahí no deberá moverse si quiere volver a ganar unas elecciones, del tipo que sea. Es al final la gran discusión pendiente y en eso el Partido Demócrata Cristiano de Chile debe entenderse desde atrás para adelante: primero ser cristianos, después demócratas y finalmente un partido.

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