La Haya y el curso de los acontecimientos
"Lo que se debatió en La Haya, es un tema de Estado y, en este caso, cuando la soberanía está en juego –al menos en la teoría-, vale la pena hacer un llamado de atención a que se actúe con sentido de pertenencia hacia nuestro territorio".
Nicolás Ward es Periodista. Asesor de prensa y diplomado en redes sociales y marketing digital. Twitter: @nicolaswarde
Llegó la hora de los balances, tras el fin de los alegatos orales en La Haya. En primer lugar, creo que la ausencia del Partido Comunista y el Frente Amplio en la delegación que viajó hasta Holanda y que dio inicio hace algunos días a las jornadas ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) -por el tema marítimo que está enfrentando a Chile y Bolivia-, representó una bajeza enorme y una contradicción sin precedentes hacia el amor patriótico que debe estar en la mente de cada uno de los chilenos en un asunto de esta índole.
Poco importó la presencia de representantes del PC y del Frente Amplio en la Moneda en el “minuto 90” de esta primera etapa de audiencias en Europa. Que dichos bloques políticos no hayan aceptado la invitación inicial, agravó la poca sensatez que impera en el corazón de dichos sectores de la izquierda chilena. Y es que ha sido notorio el desmarque histórico que han mostrado en los temas internacionales, donde uno esperaría un trabajo colectivo, dejando a un lado la política partidista.
Lo que se debatió en La Haya, es un tema de Estado y, en este caso, cuando la soberanía está en juego –al menos en la teoría-, vale la pena hacer un llamado de atención a que se actúe con sentido de pertenencia hacia nuestro territorio.
Frank Luntz, experto en comunicación política estadounidense, plantea en su libro “La palabra es poder”, que “lo importante no es lo que usted dice, sino lo que la gente entiende”. Con este actuar indolente del Partido Comunista y el Frente Amplio (al no viajar a La Haya), los más de 18 millones de habitantes del país, quedaron con la magra sensación de que el doble estándar internacional que impera en las autoridades izquierdistas, es una tendencia que llegó para quedarse.
Un autogol en política internacional y muy grave, que al menos quedó en el olvido con la actuación del canciller Ampuero, quien en la última defensa de Chile en La Haya, planteó: “Chile ha construido un relato basado en la verdad, la justicia, anclado en el derecho internacional y la verdad histórica. Ha sido un alegato macizo, contundente y demoledor”.
Mark Thompson, en su libro “Sin palabras, ¿qué ha pasado con el lenguaje de la política?”, afirma que “unas pocas palabras bien elegidas adquieren una importancia crucial y el orador que las halla decide el curso de los acontecimientos”. Dicho mensaje empleado por Ampuero ya sembró una idea potente y categórica en millones de mentes, más allá del fallo de la Corte que podría darse a fines de este año.
Antes de bajar del estrado, el lenguaje importa. Bastante. Pero decir que Bolivia maneja el asunto del mar de manera formidable en materia comunicacional, demuestra que a algunos les falta una bibliografía más contundente bajo la óptica de la comunicación política. Vivimos en la era del lenguaje sin precedentes y aún no está terminada ni decidida.