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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La otra cara de la normalización migratoria

"La política migratoria en ciernes pensada “para ordenar la casa”, según se ha dicho, está nutrida de una visión unilateral racista y racializada".

Por Ximena Valdés Subercaseaux
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Ximena Valdés Subercaseaux es Académica de la Escuela de Geografía de la UAHC. Licencia en Geografía de la Universidad de Paris VII, Francia; doctora en Estudios Americanos Universidad de Santiago de Chile/Instituto de Estudios Avanzados en la Mención Historia Económica y Social.

Estudios encargados por el Ministerio de Agricultura (FIA) al Departamento de Economía Agraria UC otorgan fundamento a la necesidad de recurrir a la fuerza de trabajo extranjera para “levantar las cosechas” y acondicionar la fruta para su exportación aunque la presión de los empresarios de aumentar la norma de 15% de trabajadores extranjeros a 25% ya tiene sus años. Se suma a ello el Proyecto de Ley para crear el Estatuto del Temporero que no logra aprobarse por conservar para los trabajadores agrícolas temporales el estatuto de “parias” sin derechos correspondientes al trabajador. Vale decir, por un lado ante la supuesta escasez de mano de obra se busca aumentar la migración y por otro lado, mantener a estos trabajadores de temporada bajo un estatuto precario.

Las denuncias de trata de personas y de sobreexplotación laboral recuerdan a los trabajadores agrícolas paraguayos del fundo de un ex candidato a la Presidencia de la República, la internación de trabajadores agrícolas nepalíes por una empresa especializada en ingresar al país “nanas” asiáticas, las reiteradas denuncias de maltrato a migrantes haitianos de parte de empresas frutícolas y así en adelante desde los días en que las trabajadoras de casa particular chilenas fueron reemplazadas por las migrantes en hogares medios y altos. La “internación” de esta fuerza de trabajo se amplía con el modelo de negocios de una aerolínea surgida desde las empresas nacionales de aviación que lograron crear un corredor migratorio entre Haití y Santiago con lucrativos resultados.

Por otra parte, ¿qué sería de los puestos en consultorios y hospitales que los médicos chilenos no están dispuestos a cubrir pues prefieren trabajar en los servicios de salud privados?. Quedan estas plazas públicos a cargo de médicos extranjeros para prestar atención a la mayoría de la población y prioritariamente a los sectores populares.

Claro está, desde esa óptica, estos migrantes no son los industriosos teutones llegados a Chile el siglo XIX ni los rescatados de la Post II Guerra. En tal sentido, la política migratoria en ciernes pensada “para ordenar la casa”, según se ha dicho, está nutrida de una visión unilateral racista y racializada. En ella, quienes vienen a pedir trabajo, -¡cuidado!- pueden ser narcos, delincuentes o terroristas, pero no estos miles de hombres y mujeres que han llegado al país a trabajar en casas particulares, consultorios, hospitales, agroindustrias, constructoras y servicios varios, normalmente en pésimas condiciones.

Cabría preguntarse si la política de normalización migratoria del Gobierno se realiza a sabiendas de que los deberes exigidos para con los migrantes no se condicen con la escasez de sus derechos una vez en suelo chileno.

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