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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Caso Abreu: los políticamente correctos no solucionarán nada

"Muchos estaban atentos para poder satisfacer su sed justiciera antes de detenerse a comprender que había personas que, efectivamente, sentían cariño por este personaje. No se dieron cuenta de que muchas veces el poder se ejerce con complicidades de quienes no saben que están al lado de alguien que abusa".

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Francisco Méndez es Columnista.

Las acusaciones de abuso en contra del director de teleseries Herval Abreu han provocado varias repercusiones en el mundo del espectáculo. El reportaje publicado por la revista Sábado de El Mercurio ha dejado en evidencia el poder que ejercía Abreu sobre las actrices, con tal de obtener de ellas una retribución sexual a cambio del trabajo que desempeñaban.

El trabajo periodístico sirvió para entender que en la televisión chilena incluso algunos tipos que uno subvalora, y no entiende su influencia, pueden hacer y deshacer con tal de complacer sus más recónditas fantasías. Lo que escapó del entendimiento de algunos fue que Abreu- quien para los que desconocemos el mundo de la televisión no era más que un personaje que aparecía en algunos de los créditos de nuestras mediocres producciones televisivas nacionales- había construido una red de amistad y complicidad que, a pesar de las quejas de quienes lo condenan desde afuera, no es tan fácil de deshacer.

Me explico: una vez que explotó este escándalo, muchos comenzaron a preguntarse qué era lo que pensaban quienes habían estado trabajando alrededor del director. Entre las declaraciones de su círculo cercano apareció la actriz Malucha Pinto, quien cometió el error de no dar una opinión tajante al respecto, condenando lo sucedido pero matizándolo con el cariño que dijo tenerle a Abreu. Esto, como era de esperar, causó un gran revuelo entre quienes esperaban una declaración más firme, severa, pero también más políticamente correcta.

Muchos estaban atentos para poder satisfacer su sed justiciera antes de detenerse a comprender que había personas que, efectivamente, sentían cariño por este personaje. No se dieron cuenta de que muchas veces el poder se ejerce con complicidades de quienes no saben que están al lado de alguien que abusa. Porque, aunque sea un discurso que se repite constantemente en las bocas del feminismo alarmado, se ignora que lo peligroso del aprovechamiento de ciertas posiciones consiste en que quienes lo hacen buscan volver invisibles o irrelevantes sus actitudes.

Pero eso prefirió obviarse. En cambio, lo que da más réditos en las redes sociales es mirar con el ojo acusador a toda persona-sobre todo mujer- que haya cometido el grave error tener una amistad con el abusador. Por una razón bastante extraña esto las volvía cómplices e incluso más culpables que el mismo Herval, quien dejó de aparecer como el principal victimario.

Pinto y Paz Bascuñan-a quien se le acusó de saber y callar lo sucedido- tuvieron que salir a dar explicaciones antes que el propio Abreu. Se las persiguió por no haber cumplido de manera inmediata con el protocolo de lo que lo “políticamente correcto” establecía que debía decirse en el momento, como si eso solucionara la forma en que funciona el desbalance en la relación laboral que se da entre un alto funcionario y una actriz.

Era más efectivo obtener de ellas una justa y tranquilizante declaración que identificar y tratar solucionar el problema. Ya que es preferible aumentar la figura de la víctima antes que intentar ir más allá y buscar una solución para que no lo sea más. Y es que pareciera que revolcarse en la victimización fuera a dar respuestas reales, cuando lo cierto es que esa actitud reafirma que el ejercicio mismo del poder es más fuerte, debido a que muchos corren a constatarlo sin atreverse a desmenuzarlo y, por ende, desbaratarlo.

Aunque suene impopular, me parece que la forma en que se afrontan estas situaciones está plagada de formas, lindas palabras y lecciones sobre lo que se debe o no hacer. De lo que carece el discurso es de las ganas de intentar lograr un objetivo claro.

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