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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Necesitamos una educación que ponga por delante la dignidad de las mujeres

Merecemos un programa único, afectivo, laico y no sexista desde la educación inicial hasta la educación superior, para poder tener una vida sexualidad respetuosa, segura y plena.

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Francisca Ochoa y Valentina Vargas es Francisca Ochoa es secretaria de Comunicaciones de la FECH y coordinadora metropolitana del colectivo Tejido Feminista. Estudiante de ingeniería comercial de la Universidad de Chile. Valentina Vargas es vocera de Tejido Feminista y estudiante de Danza de la Academia de Humanismo Cristiano.

Durante el último tiempo, hemos sido testigos de una ola de denuncias de violencia de género en nuestro país y en el mundo, que van desde el acoso sexual hasta violaciones y feminicidios.

Emblemático es el caso de “La Manada” en España, en el que cinco hombres han abusado y violado a una mujer, mientras era grabado por un teléfono celular, y sentenciado por la justicia como una relación sexual consentida. O lo que ha logrado la campaña #Cuéntalo, en la que miles de mujeres en todo el mundo han contado sus experiencias como víctimas de la violencia patriarcal en redes sociales.

El mundo estudiantil no ha estado ajeno a esto. Desde el año 2017 a la fecha, cientos de casos de violencia sexual han salido a la luz pública en todo el país, haciendo que las estudiantes nos movilicemos por justicia para las víctimas. En estas movilizaciones se ha exigido que los agresores, quienes han sido profesores y estudiantes, sean sancionados como corresponde por la institucionalidad educativa. Para ello, se ha exigido la inmediata desvinculación de ellos por parte de las instituciones.

Además, las asambleas de mujeres han ido desarrollando, muchas veces de forma triestamental, protocolos de género para definir el actuar de la institución ante casos de violencia. A pesar de tener estos mecanismos que han sido adoptados por las autoridades, ellos han sido insuficientes y han expuesto a las víctimas de forma innecesaria, además de no lograr sancionar como corresponde a los agresores.

A propósito de lo mismo, surge la demanda de la Educación No Sexista por parte de estudiantes de educación media y educación superior. Pero, ¿a qué nos referimos con ello? Nos referimos a que la educación, a lo largo de la historia de nuestro país hasta la actualidad, ha sido sumamente sexista, lo que ha influido enormemente en las situaciones que antes nombramos.

Por ejemplo, El 80% de las mujeres en la educación superior estudian carreras ligadas a las humanidades, mientras que en carreras ligadas a las matemáticas e ingenierías, no sobrepasamos el 20%. Esto se debe a que las mujeres, históricamente se nos ha ligado a roles de protección y cuidado, mientras que los hombres, han sido relacionados con las finanzas y las ciencias por, supuestamente, ser más racionales que las mujeres que no podríamos dejar de lado las emociones.

Por ello, se hace urgente generar incentivos para las mujeres por parte de las universidades y centros de formación técnica, para que nos involucremos en las ciencias duras y no exista una sobrerrepresentación femenina en las humanidades y ciencias sociales. Además, es necesario que la educación nos deje de invisibilizar en la historia, lo que hace pensar que no hemos jugado ningún rol en ella, lo que es completamente falso. Casi no nos enseñan autoras,
haciéndonos pensar que las mujeres estamos marginadas de la academia. ¿Qué pasaría si la mitad de las personas que estudiamos o las/os profesoras que tenemos, fuesen mujeres? Se necesitan prácticas docentes que no fomenten los roles de género, por el contrario, que ayuden a desarrollar niñas/os y jóvenes integrales evitando los estereotipos.

Además, se hace necesario tener un programa único de educación sexual. Actualmente, existen
siete programas que el Mineduc ponen a disposición de los establecimientos educativos, muchos
de ellos sesgados por razones ideológicas y religiosas, los que marginan a las diversidades sexuales, al mundo del placer y no permiten a las/os estudiantes decidir sobre sus relaciones y su propio cuerpo. Merecemos un programa único, afectivo, laico y no sexista desde la educación inicial hasta la educación superior, para poder tener una vida sexualidad respetuosa, segura y plena.

El consentimiento sexual es algo que también debe ser parte de nuestra educación sexual, lo que ha traído consecuencias terribles para las mujeres en el mundo estudiantil y en nuestra sociedad. Un ejemplo de ello han sido las bienvenidas mechonas, que han sido caldo de cultivo para drogar compañeras, abusar y violar de ellas.

Necesitamos una educación que ponga por delante la dignidad de las mujeres, que tenga un enfoque en derechos humanos y nos enseñe a respetar a las/ otras/os. Esto no va a permitir bajar las altísimas tasas de violencia y nos va a ayudar a destruir el patriarcado que a diario nos oprime.

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