Las tomas que emplazan al sistema patriarcal anuncian un cambio de época
"Estamos en presencia de un cambio social central en las estructuras de poder, en este caso, que no es menor, en la estructura de poder del género masculino".
Raúl Zarzuri Cortés es Doctor (c) en Educación (UAHC), Magíster en Antropología (U de Chile) y Sociólogo (UAHC), profesor Escuela de Sociología
De nuevo los jóvenes, aunque hoy deberíamos decir: “de nuevo las jóvenes”, porque son principalmente las jóvenes mujeres (y por supuesto, con hombres incluidos) las que han puesto un discusión tema que venía siendo evitado, ocultado, minimizado, como es el acoso sexual en los espacios educacionales. La energía acumulada, a partir del reconocimiento de esta situación de forma personalizada (#MeToo), ha pasado al “BASTA YA!” mostrando la maduración de un proceso en el movimiento de mujeres. Esta energía se conecta con las masivas movilizaciones sociales por el acoso callejero, de “Ni una más” o “No es no”, pero que las potencia a través de paros y tomas activas en diversos espacios educacionales como ejercicio de sensibilización, porque está claro que esta situación no da para más. Más aún si consideramos algunos estudios que nos señalan que sobre el total de universidades, sólo 11 tienen protocolos sobre abuso y acoso, los cuales precisamente no se caracterizan por la rapidez para resolver esas situaciones.
Así, a la par de las “viejas reivindicaciones” en el ámbito educacional que ha venido promoviendo el movimiento estudiantil chileno, entre ellas las de calidad, acceso (gratuidad) y critica al lucro en la educación pública chilena y que ha inspirado a otros movimientos estudiantiles en América Latina, se suman ahora las llamadas “reivindicaciones feministas”. Estas demandas que ocurren en esos espacios educativos, trascienden a ellos y ponen en entredicho el sistema patriarcal existente, tensionando las relaciones al interior de escuelas y universidades, de parejas, en el trabajo, en el espacio doméstico, en la política, entre otros.
Algunas voces -las menos- se han levantado para señalar que esto no es más que un movimiento de mujeres estudiantes de clase media, que tienen todo asegurado y que saben que nunca les va a pasar nada. Se olvidan esas voces, que hoy en día, con los procesos de masificación de la educación superior, tenemos en esos espacios un contingente bastante mayor de jóvenes, que son primera generación de estudiantes en su familia, que han vivido procesos de violencia en cualquiera de sus manifestaciones (esto no quiere decir que son sólo ellas, esto es una cuestión que cruza todos los estratos, claro está, que en los más altos se tiende a ocultar) y, que hoy en día se movilizan rescatando una memoria contenida, que muestra la violencia que se ha vivido. Es precisamente esa memoria que hoy en día estalla para volverse una memoria expresiva, que permite, cual volcán, comenzar una erupción que evidentemente dejará huellas.
Es claro entonces, que hoy en día tenemos generaciones jóvenes mucho más educadas, y no sólo por las credenciales educacionales, sino porque hay una mayor conciencia de las abismantes diferencias entre los géneros, articulándose así, una conciencia crítica, incluso rabiosa, que apunta al respeto. Un ejemplo de esto es el aumento de las denuncias por acoso laboral.
Demás está decir, que estas movilizaciones, ponen a la cultura masculina, en una situación bastante similar a lo vivido por lo sacerdotes/curas que han abusado al interior de la iglesia. Creo que es una buena analogía, dolorosa evidentemente, pero tenemos que reconocer que nuestra cultura machista ha sido abusadora. Claro, podemos decir que no todos los hombres han sido así, pero es necesario como género, reconocer los abusos en que hemos incurrido. Eso supone realizar un ejercicio de reflexión y solicitud de perdón, aunque no tenemos claridad de donde está nuestro vaticano para hacerlo.
Entonces, hay que señalar que el movimiento estudiantil y sus nuevas protagonistas es una cuestión transversal que llegó para quedarse. Sin embargo, no será sencillo realizar los cambios que se necesitan, ya que supone poner en entredicho nuestras matrices culturales. Así, como todo proceso será lento y dificultoso, pero ya comenzó y no se puede detener.
Los desafíos, que a nivel societal suponen internalizar una cultura del respeto que harta falta nos hace, son mayúsculos, pero necesarios: ¿Cómo lo harán los medios de comunicación para internalizar este nuevo tipo de cultura, modificar el lenguaje y no quedar sólo en la utilización de genéricos como “el ser humano” o “los hombres”?, ¿Cómo se reconfigurará el humor que ya no se puede sostener en un humor sexista degradante? ¿Cómo se reconfigurará la educación actual que es sexista, no sólo en sus contenidos, también en sus metodologías y didáctica?, ¿Cómo se reconfiguran las relaciones entre pares, en las relaciones de pareja, en las relaciones entre pares en los carretes donde también se observan en muchos casos, abusos?
Cierro señalando que al igual cuando los jóvenes salieron a la calle con “el mochilazo”, después con el llamado movimiento pingüino y con el movimiento del 2011, estamos frente a un hito revolucionario, conducente a una revolución cultural y social. Estamos en presencia de un cambio social central en las estructuras de poder, en este caso, que no es menor, en la estructura de poder del género masculino.
Es claro entonces, que no estamos viviendo en una época de cambio, sino en un cambio de época y eso es gran parte gracias a los/las jóvenes.