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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La (mala) costumbre del frío en la vivienda

La mayoría de los chilenos nos encontramos, especialmente en esta época, en disconfort térmico dentro de la vivienda por una gran cantidad de horas, y en los horarios de mayor exigencia, es decir, cuando se registran las mínimas diarias de temperatura es justamente cuando se pasa mayor tiempo en el hogar.

Por Monserrat Bobadilla Zamorano
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Monserrat Bobadilla Zamorano es Arquitectura Sustentable y Eficiencia Energética. Red de Pobreza Energética

Por muy tolerante al frío que se sea, esta semana en la zona centro sur del país las temperaturas exteriores se encuentran muy lejanas al rango de confort térmico de los seres humanos (generalmente entre 16ºC y 27ºC)(*). La “costumbre” al frío o más bien, “aguante” a bajas temperaturas en el hogar es una idea internalizada en nuestra sociedad. Para la mayoría, prácticas como pasar frío en invierno, tener algún tipo de enfermedad respiratoria unas dos veces esta temporada y desembolsar una cantidad preocupante de dinero en calefaccionar se aceptan como algo “normal”. Sumadas a esta “normalidad” se encuentran las emisiones de gases contaminantes al aire producto de la combustión, que se han vuelto el “sacrificio necesario” para sobrevivir a las bajas temperaturas de la estación.

La mayoría de los chilenos nos encontramos, especialmente en esta época, en disconfort térmico dentro de la vivienda por una gran cantidad de horas, y en los horarios de mayor exigencia, es decir, cuando se registran las mínimas diarias de temperatura es justamente cuando se pasa mayor tiempo en el hogar. Además, de acuerdo a cifras de CEPAL, un porcentaje no menor de familias necesita destinar más del 10% del presupuesto familiar en mantener condiciones aceptables de temperatura al interior de la vivienda. Ambos escenarios pueden definirse como pobreza energética porque es necesario gastar parte importante del presupuesto mensual en calefacción, en desmedro de otros gastos, o en caso de no poder cubrir dicho gasto, por asumir el frío y aguantarlo. Esta situación es realmente dramática si pensamos en grupos familiares integrados por menores de edad, ancianos o enfermos.

La actual reglamentación térmica chilena establece que los parámetros con los que se construyen la mayoría de las viviendas en Chile hasta el día de hoy es insuficiente para acondicionar térmicamente y mantener una temperatura confortable al interior de los hogares sin poder prescindir de sistemas de calefacción activos. Esto se observa en prácticamente todos los climas de nuestro país. De este modo nuestro ambiente habitacional se encuentra lleno de viviendas mal aisladas, con exceso de infiltraciones, puentes térmicos, condensación y con una envolvente (muros y cubierta en contacto con el exterior) deficiente que presenta una alta transmitancia térmica, es decir con un importante flujo de calor a través de ésta. Todo debido a una baja exigencia de estos factores en la construcción lo que se ve agravado por el mal uso de quiénes habitan las viviendas.

Los caminos para mejorar considerablemente esta situación y sacar a un alto porcentaje de familias de la pobreza energética son diversos y van desde empapar a nuestra sociedad de un aprendizaje respecto a habitar y entender una vivienda energéticamente eficiente, utilizar equipos o sistemas de calefacción con alto rendimiento energético y no contaminantes además de incluir energías renovables no convencionales, ERNC, en dichos sistemas. Pero ante todas estas estrategias, la más fundamental tiene que ver con el mejoramiento de nuestra vivienda desde los elementos que componen su envolvente (muros, ventanas, piso y cubiertas), aislándola de manera correcta y suficiente para cubrir una alta cantidad de horas de demanda de calefacción sin requerir demasiado consumo de estufas o equipos activos de acondicionamiento térmico. El mejoramiento de tan sólo este elemento, la piel de nuestro hogar, nos permitiría aumentar nuestro confort térmico, cuidar nuestro bolsillo y por lo tanto, mejorar nuestra calidad de vida.

Es urgente entonces que la Reglamentación Térmica Chilena aumente su exigencia, que existan programas o subsidios de apoyo al mejoramiento de viviendas existentes o nuevas y que se hagan los esfuerzos de manera colectiva para exigir y lograr un mayor estándar para nuestros hogares.

Sólo de este modo podremos avanzar a disminuir la pobreza energética en nuestro país, a evitar enfermedades relacionadas al frío o malas condiciones atmosféricas, aumentar nuestra calidad del ambiente interior y pasar inviernos más felices.

*Cálculo del rango de confort adaptativo según Szokolay y ASHRAE 55 2010

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