Piñera convirtió al Estado en una gran comisaría
Sebastián Piñera ha comenzado así su segundo mandato, transmitiendo seguridad para calmar la inseguridad que su mismo sector ha provocado con su relato ideológico. Lo hace con frases que demuestran su permanente intención de perseguir y ordenar, siempre respaldando a unas fuerzas policiales que, con su regreso a La Moneda, se sienten peligrosamente empoderadas.
Francisco Méndez es Columnista.
Ahí estaba, feliz patrullando por las calles de Santiago. Lo hacía como si fuera un superhéroe y no el jefe de Estado. Caminaba rodeado de carabineros y junto a su primo, Andrés Chadwick, tratando de decir frente a las cámaras que estaba “todo en orden”.
Sebastián Piñera ha comenzado así su segundo mandato, transmitiendo seguridad para calmar la inseguridad que su mismo sector ha provocado con su relato ideológico. Lo hace con frases que demuestran su permanente intención de perseguir y ordenar, siempre respaldando a unas fuerzas policiales que, con su regreso a La Moneda, se sienten peligrosamente empoderadas.
Pareciera que la falta de proyecto real ha hecho que el Mandatario se refugie en cosas como estas. Ya que no entiende cómo se puede construir un país con nuevos inmigrantes, ni quiere abordar el tema de la delincuencia democráticamente, lo primero que hace es recurrir a las caricaturas, antes de que se cometa algún delito, dando a entender que Chile es un lugar hermético y “puro” en el que solamente pueden circular los “buenos”. Y ya sabemos lo distorsionada que es su idea de “bondad”.
En estos últimos meses hemos comprobado que el Presidente cree en el Estado cuando este se comporta como una gran comisaría. Cuando se refiere a los trabajadores que lo conforman, para él únicamente sus parientes y los carabineros merecen los cargos que ejercen. Y eso sucede por algo bien simple: sus familiares pertenecen a su círculo cercano, y los policías de verde son los llamados a resguardar ese círculo. Lo demás es extraño y delincuencial. Cualquier cosa o persona que pueda desordenar una estructura aparentemente libre y democrática es mirada con sospecha.
La poca proyección del gobierno de Piñera se debe a que lo que quiere para Chile ya está implementado. No hay nada, salvo algunas reformas del gobierno pasado, que quiera cambiar. El mercado funciona como quiere que funcione, con regulaciones irrisorias que solamente aparecen personificadas en uniformados, los que disparan en contra de choferes de Uber que trabajan en la ilegalidad. Esa ilegalidad que este sistema llama libertad.
Pero esto, como siempre sucede, los principales medios no lo dicen. No le explican al ciudadano por qué resulta complejo que un Presidente ande por la vida como el sheriff del pueblo. En cambio, ensalzan sus frases enérgicas, dando a entender que son una señal de autoridad. Y no hay nada que les guste más a los formadores de opinión pública que un inquilino de la casa de gobierno que hable como patrón. Les excita y, cada vez que tienen la oportunidad, le piden que suba el tono.
Urge estar atentos a esto. Es sumamente necesario que la oposición se organice y se articule. De lo contrario, seguiremos presenciando este show de estigmatización, clasismo y racismo, sin que haya un real contrapeso. No quiero sonar alarmante, sino intentar hacer notar que la simpleza intelectual de esta administración es sumamente ideológica y peligrosa. Porque no hay nada más peligroso que lo simple. Y no hay nada más simple y sencillo que el relato de miedo, seguridad y unidad que está implementando quien nos gobierna.