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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Elecciones en Líbano: El triunfo de Hezboallah y el avance de Irán en el país de los Cedros

"Tel Aviv sabe que la victoria de Hezboallah refuerza simbólica y estratégicamente la influencia iraní en la región, preocupación compartida con Arabia Saudí".

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Rafael Rosell Aiquel es Abogado, Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magister en Ciencias Políticas, experto en Derecho Público y Etica, política internacional con foco en Medio Oriente. Académico Erasmus y Profesor Honoris Causa de National University of Political Studies and Public Administracion de Rumania. Miembro del Foro Académico Permanente América Latina y el Caribe-Unión Europea. FAP ALC-UE.

Luego de 9 años sin sufragio universal, se realizaron elecciones parlamentarias nacionales el 6 de mayo pasado en el Líbano y las consecuencias de los resultados impactan en la región y son claves para las relaciones de equilibrio de los actores nacionales e internacionales.

A nivel local, antes de estos comicios, una nueva ley electoral vino a generar la renovación de un sistema en que cada grupo confesional cuenta con una cantidad de diputados previamente establecida en cada territorio. Por otra parte, el sistema político libanés estipula que el presidente del parlamento tiene que ser un musulmán chiíta y que el jefe del gobierno o Primer Ministro es obligatoriamente un musulmán sunita, mientras que la presidencia de la República está reservada para un cristiano maronita (católico de rito oriental).

Los resultados de estas elecciones reafirman los conflictos en la región donde está enclavado este pequeño país de 10.352 Kilómetros cuadrados y codiciado por muchos, dentro y fuera, por su estratégica posición geopolítica, debido a que el bloque compuesto por el poderoso grupo chiíta Hezboallah, Partido de Dios, apoyado por Irán, y su socio el Partido Amal, ha logrado 30 diputados, y junto a sus aliados maronitas, superan la mitad de escaños del parlamento, reafirmando su poder e influencia.

El avance de Hezboallah en Líbano es considerada otra victoria para Irán, resultando un ganador incontestable.

Este triunfo contrasta con el fracaso del “Movimiento del Futuro” del Primer Ministro Saad Hariri, sunita y protegido por Arabia Saudita, que ha retrocedido en sus principales feudos electorales hasta perder casi un tercio de sus diputados.

El cristiano Movimiento Patriótico Libre (MPL) del presidente Michel Aoun también se ha visto afectado por la baja participación y ha perdido votos y por su parte las Fuerzas Libanesas, la ex milicia falangista convertida en partido tras la guerra civil, prácticamente ha doblado sus escaños, pasando de 8 a 15.

La consigna general de estas elecciones era mantener la estabilidad interna, y eso lo saben tan bien Hariri como Hezboallah. De ello no solo depende la integridad del país, sino su capacidad para conservar el apoyo financiero internacional, en un momento crítico para su economía por la inmensa deuda que arrastra y la crisis provocada por la llegada de un millón y medio de refugiados sirios.

Pareciera que hoy la clave es Hezboallah. Independientemente de los puestos de responsabilidad que consiga en el nuevo ejecutivo, su verdadero poder opera entre bastidores. Al partido no le interesa tanto obtener cargos como manejar a quienes los detentan y decidir que temas se tratan y cuáles quedan fuera de la mesa.

Su buen resultado electoral le permite alejar de la discusión nacional la gran cuestión obviada durante la campaña electoral por todos los partidos: su arsenal armamentístico y su papel en Siria, en un momento en que la no injerencia regional, constituye la política exterior oficial del Estado libanés.

El incremento exponencial de la capacidad militar del Partido de Dios, Hezboallah, en el contexto del conflicto sirio, en el que participa desde sus inicios del lado del Presidente sirio Bashar al Asad como brazo derecho de Teherán, sumado a su creciente influencia en el ámbito político e institucional libanés preocupan cada vez más a Israel, que ha visto en su victoria electoral un aumento del peligro en su frontera norte.

“El Estado de Israel no diferenciará entre la soberanía del Estado de Líbano y Hezboallah, y verá a Líbano como el responsable de cualquier acción surgida de su territorio”, advirtió el ministro Naftali Bennett, del ala dura del gobierno de Benjamín Netanyahu, en línea con la retórica bélica que ha ido creciendo en los últimos meses.

Tel Aviv sabe que la victoria de Hezboallah refuerza simbólica y estratégicamente la influencia iraní en la región, preocupación compartida con Arabia Saudí.

Riad, que forzó a dimitir a Hariri en noviembre como castigo por sus concesiones al partido proiraní, ha perdido todas las guerras contra Teherán en suelo ajeno, de Yemen a Siria e Irak.

Hezboallah, uno de los principales enemigos de Israel, su vecino del sur, y que aun siendo un partido político reconocido y legítimo por el estado libanés, es considerado un grupo terrorista por Estados Unidos, incrementó su poder ostensiblemente desde que se involucró en la guerra en Siria para respaldar al presidente Bachar el Assad en 2012, un periodo en el que, a la vez, ha sufrido un importante desgaste por la muerte de muchos de sus milicianos.

Este triunfo electoral podría complicar la política occidental respecto a Líbano, un gran receptor de respaldo militar estadounidense que depende de la ayuda y de préstamos del exterior para reactivar su estancada economía. Un ministro israelí dijo que el resultado, quiere demostrar, lo que no es cierto desde todos los aspectos soberanos y jurídicos, que el Estado libanés no se distingue de Hezboallah y muestra el riesgo de que Israel inicie una guerra futura contra el Gobierno del Líbano.

A pesar de que las elecciones parlamentarias son un asunto interno libanés, “la política de Hezboallah en Siria tiene mucho que ver con la victoria del movimiento chiíta y sus aliados en Líbano”. Además, la guerra en Siria ha reforzado las posiciones del llamado “frente de resistencia” compuesto por las fuerzas antiisraelíes como Hezboallah en Líbano, Hamás en Palestina e Irán. Tal y como ha declarado el líder del Partido de Dios, Hassán Nasrala, el resultado de las elecciones ha sido “una gran victoria política y moral de las fuerzas de la resistencia”. De este modo, la cuestión sobre la entrega de las armas al Gobierno libanés por parte de las fuerzas de la resistencia libanesa, prácticamente se cayó de la agenda.

Pero los resultados de las elecciones parlamentarias en Líbano han generado preocupación en distintas instancias. Como aseguró el propio Nasralá, las fuerzas de la resistencia tienen más peso en el Parlamento y han demostrado la popularidad de sus planteamientos.

La relación existente entre Irán y Hezboallah, es un componente clave del proyecto de Teherán para la región y ante este escenario, las acciones de Estados Unidos e Israel contra Irán pueden acabar desestabilizando la situación en Líbano y provocar una respuesta del grupo chiíta desde su rama militar.

Aunque Hezboallah no revela el número de efectivos, se considera que es el mayor ejército no estatal del mundo y que es considerablemente más fuerte que el ejército libanés. Las estimaciones indican que existen al menos 20 mil soldados entrenados profesionalmente y 25 mil combatientes de la milicia civil, sin embargo, las unidades asentadas en Siria se estima que actualmente sean unos 60 mil combatientes. Lo que sea que hayan sido las fuerzas militares de Hezbolá antes de la guerra de Siria, es incuestionable que en la actualidad están mucho mejor dotadas de personal, armadas, abastecidas y entrenadas que antes.

Dada la intensidad cada vez mayor de los tambores de guerra desde Tel Aviv hasta Washington, el futuro de la soberanía libanesa y su sobrevivencia comienza claramente en sus propias fronteras.

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